‘Iaia’, una lección de vida y de memoria
Alba Valldaura lleva cinco años encarnando a su abuela
Alba Valldaura (Barcelona, 1984) lleva más de cinco años embutida en la piel de su abuela por escenarios de toda España representando Iaia, memòria històrica. Cinco años removiendo conciencias, haciendo llorar y reír y, sobre todo, haciendo pensar y recordar. Alba es creadora, directora, actriz (¡lo es todo!) de esta obra que empezó como tesina del Institut del Teatre y acabó montando con un dominio absoluto de las muecas, de los movimientos de las manos, de la respiración, de los objetos, de los flashbacks. "Se tiene que notar en algo mi formación en teatro gestual…", dice, divertida. Después de tres semanas en febrero en la Sala Fènix, en Barcelona (donde ahora protagoniza Mary Frankenstein Shelley), estará el 31 de marzo en el Amics de les Arts de Terrassa, el 22 de abril en Dosrius... "Sigo con mi iaia, ya no me abandonará nunca...", dice la actriz.
La iaia, sentada en su mecedora, rememora toda su vida, entre continuas distracciones por cualquier cosa, una bronca a Oriol (el enfermero de su residencia) o la visita de una nieta, en una obra que es mucho más que una biografía o unas memorias: la escuela republicana; las citas con el novio en el cine Arnau; el año 1936, que le hubiera gustado recordar siempre como el de su boda y no como el de la guerra; la dictadura; la transición... "El material dramatúrgico viene todo de lo que mi abuela me explicaba desde que yo era pequeña", dice Valldaura. Por eso salió un relato natural, tierno, emotivo, divertido y duro a la vez. El personaje se convierte en un símbolo anónimo de una de las dos Españas. Es inevitable esta lectura, a pesar de que la abuela ni habla de política, ni ha entendido nunca del tema: "Ella hablaba de su vida, sin darle importancia".
Y entre los recuerdos… un rap. Porque un auténtico rap es la narración de ese episodio que elabora Valldaura: "Mi abuela, ya mayor, un día explicó algo realmente duro", dice. “A los 92 o 93 años contó que su padre abusaba de su madre. Sí, la violaba… como un derecho adquirido. Tenía que contarlo”.
No es meterse en política hablar de la guerra y la dictadura como lo hace esta anciana, al ritmo vertiginoso de los andaluces de Jaén, de las "trucades de matinada", de la "fera ferotge", del Maruixiña de los mineros asturianos o de la Estaca. Ni lo es cuando nos hace poner serios con la voz rota de Arias Navarro: "Españoles: Franco ha muerto" y, enseguida, recuerda que corrió el cava por tantas casas. Ni siquiera es político el terrible alegato de la Pasionaria, a la que interpreta con rabia y semblanza. "No es política, es vida, es historia pura y dura", sentencia Alba.
Su abuela murió, nonagenaria, hace dos años. "Vio un vídeo de la obra en una sesión familiar y decía: 'Eso es verdad', porque reconocía su pasado, claro. Pero no le prestaba demasiada atención". Para ella su nieta seguiría siendo la actriz que triunfó en el teatro del Liceo en 2009. "¡Hacía de muda!", dice Alba, "pero actué en el Liceo, esto era lo importante, para ella".
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