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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

C’s, de bisagra a arribista

Albert Rivera ha abandonado el candor de la desnudez del primer cartel electoral y ha mostrado la disponibilidad de sentarse en cualquier consejo de ministros

La pérdida de las mayorías absolutas del PP en las elecciones autonómicas de 2015 abrió la política de pactos en los parlamentos autonómicos. Ciudadanos y Podemos consiguieron romper el bipartidismo y situarse como piezas clave para hacer decantar mayorías parlamentarias y acuerdos de investidura. Fue entonces cuando el partido de Albert Rivera, situado ideológicamente entre el PP y el PSOE, empezó a materializar el sueño de convertirse en el gran partido bisagra de España, es decir, en un partido situado en el centro de la negociación política, capaz de condicionar acuerdos postelectorales y de participar en hipotéticos gobiernos de coalición.

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La táctica de Ciudadanos con todos los acuerdos de investidura autonómicos en los que participó fue la de buscar con cautela alianzas simples y previsibles: optar solo por acuerdos bipartitos, pactar siempre con el partido más votado y buscar como principal aliado al PP, un partido incapacitado para pactar con otros. Esta política de pactos fortaleció su rol de partido bisagra y le situó en condiciones óptimas para la gran negociación: la investidura del presidente del gobierno y la estabilidad gubernamental en España. En cambio, casi todos los pactos de Podemos sirvieron para desbancar al partido más votado, aunaron a más de dos partidos y con la única intención de consolidar gobiernos de izquierdas.

Tras los resultados de las elecciones generales del 20-D y del 26-J, Ciudadanos inició una trayectoria errática de pactos a diestro y siniestro, dejó en un segundo plano su vocación de partido bisagra y potenció sus habilidades de partido arribista, centrado en lograr el poder de forma rápida y con pocos reparos ideológicos. PP, PSOE o ambos a la vez, constataron la ambición de Albert Rivera quien, sin unos buenos resultados, prescindiendo de aritméticas parlamentarias y con la excusa de la estabilidad política, se dedicó en cuerpo y alma a tratar de investir a un presidente del gobierno para hacerse valedor de su capacidad de negociación e influencia.

En seis meses pasó de pactar con un PSOE a la deriva y defender la idoneidad de la candidatura de Pedro Sánchez a pactar con el PP más acorralado por la corrupción de la historia y apoyar con decisión la investidura de Mariano Rajoy. No en vano muchos lo han acusado de ser un insaciable trepador advenedizo en la política española.

Es grave evidenciar que, como buen partido arribista, Ciudadanos ha llegado a utilizar el engaño para satisfacer el ansia de poder de la formación y el afán de protagonismo de su líder. Durante la campaña electoral del 20-D Ciudadanos descartó pactar con Rajoy y con Sánchez y también se comprometió a no pactar nunca con quien no ganara las elecciones (como en los acuerdos autonómicos), pero después de las elecciones hizo justo lo contrario: primero propuso un pacto de legislatura a PP y PSOE y, posteriormente, terminó pactando con el PSOE, segundo partido más votado. En la campaña para las elecciones del 26-J Rivera afirmó que “si el PP quiere pactar con Ciudadanos después de las elecciones deberá prescindir de Rajoy” y conocidos los resultados insistió en que “no vamos a hacer presidente a Rajoy con nuestros 3,2 millones de votos”, pero, en contra de lo manifestado ante sus electores, votó a favor de Rajoy en las dos votaciones de la investidura frustrada y sigue considerando que es “un mal menor pero necesario”.

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En pocos años, Albert Rivera ha abandonado el candor de la desnudez de su primer cartel electoral y ha mostrado su disponibilidad para sentarse en cualquier consejo de ministros, sin importarle quien lo dirija. En pocos meses, Ciudadanos ha pasado de un pancismo calculador a un oportunismo codicioso, de una actitud moderada a un comportamiento ávido de poder, de albergar anhelos altruistas de oposición responsable a luchar sin cuartel para ocupar alguna estancia de la trastienda gubernamental. Muchos piensan que Ciudadanos debería abandonar el actual discurso cargado de moralina regeneracionista y retomar sus primeras propuestas renovadoras.

Ciudadanos se presentó en las primeras elecciones generales del 20-D con el lema “con ilusión”, pero la esperanza naranja se ha ido perdiendo a base de bandazos ideológicos. El error de Ciudadanos fue abandonar su voluntad de ser partido bisagra y mostrar comportamientos arribistas que pueden incapacitarle como partido opositor y que ya le han ocasionado la deserción de votantes, el descenso de expectativas electorales y los últimos fiascos de Galicia y el País Vasco.

Jordi Matas Dalmases es catedrático de Ciencia Política de la UB.

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