Una atracción de doble filo
Cientos de sedes de empresas llegan a la región atraídas por la capitalidad y las ventajes fiscales, aunque su llegada no siempre se traduce en más empleo
La cadena hotelera Sidorme cambió el pasado mes de junio su domiciolio social, que tenía en Barcelona, a Madrid. Este es solo uno de los últimos ejemplos que ha salido a la luz de unas idas y venidas de sedes de empresas, un continuo trajín que resulta para Madrid, desde hace muchos años, positivo. Positivo en el sentido de que se van menos empresas de las que llegan: en el primer semestre de 2016 se marcharon 509, pero se instalaron otras 772, es decir, que resultó un saldo de 263 compañías más, según los datos de la agencia de rating Axesor. El año pasado, ese saldo fue de 623 firmas. En cuanto a la facturación neta —la que suman todas la nuevas, descontando la de las que se han marchado— el saldo positivo es de 630,8 millones de euros entre junio y enero de 2016.
La mayor parte de las empresas se han desplazado desde Cataluña: un 23% en 2015 y un 28% en lo que va de año —mucho se ha hablado del efecto del auge del soberanismo en Cataluña sobre la deslocalización—, sin embargo, también llegan muchas procedentes de Castilla y León, Castilla-La Mancha y Andalucía: en torno a otro 30%. De País Vasco y de la Comunidad Valenciana suman más del 15%.
¿Qué tiene de especial Madrid? Los expertos hablan del efecto de la capitalidad, de la centralidad de la actividad política y administrativa del país, especialmente atractivo para aquellas compañías que buscan optar por contratos públicos de servicios o infraestructuras. Pero, sobre todo, se repite una y otra vez que la Comunidad tiene una de fiscalidades más bajas y golosas de toda España, no tanto para las firmas (que pagan en todo el país un impuesto de sociedades del 30% para las grandes compañías y del 25% para las pymes), sino para sus empleados y gestores.
Por ejemplo, para estos últimos resulta muy atractivo que Madrid bonifique el 100% del impuesto de patrimonio. Algo parecido sucede con los impuestos de sucesiones y donaciones, que están tan bonificados que apenas se pagan. En cuanto al IRPF, la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, ha dicho “que cada madrileño paga de media 205 euros menos que en otras regiones españolas”. Lo hizo durante el debate del estado de la región en el que se comprometió a “mantener la presión fiscal más baja de España”.
Esas diferencias convierten la región es una isla fiscal, una especie de “paraíso” del que se han quejado algunos presidentes autonómicos como el valenciano, Ximo Puig (PSOE). De hecho, el difunto pacto de investidura entre el PP de Mariano Rajoy y el Ciudadanos de Albet Rivera incluía una “armonización fiscal” entre autonomías.
“Pues si quieren armonizar, que lo pongan todos como en Madrid”, reclama Adolfo Jiménez, presidente de la Asociación Española de Asesores Fiscales y Gestores Tributarios (Asefiget). Jiménez bendice las bondades de la baja fiscalidad de Madrid para la buena marcha de la economía e, incluso, para la recaudación: “Muchas veces más impuestos no significan más recaudación, entre otras cosas porque hay más fraude”, asegura.
Pilar García, responsable de Acción Sindical de CC OO, Madrid no está nada de acuerdo, y asegura que, por ejemplo, los 660,8 millones que se dejaron de recaudar por el impuesto de patrimonio, “claro que se notan en los presupuestos de la Comunidad, en políticas que se podrían hacer y no se hacen”, lo que incrementa las desigualdades ya enormes que existen en la región.
Por eso, asegura, esa fiscalidad no compensa por más que sigan llegando empresas a la Comunidad de Madrid, entre otras cosas, porque el hecho de que se traigan sedes “no significa necesariamente que estas traigan consigo empleo”. “Lo hemos visto muchas veces, sedes de empresas que apenas tienen un despacho y unos pocos trabajadores”, asegura la responsable sindical.
Los cambios ficticios de residencia fiscal son un problema señalado desde hace años por las autoridades públicas. Por ejemplo, el Gobierno de Aragón ha asegurado recientemente que estará muy atento a estas situaciones ahora que ha subido varios impuestos, entre otros, el de sucesiones y donaciones.
Desembarco catalán
Los responsables de la cadena de hoteles Sidorme han desvinculado su traslado a Madrid del proceso independentista catalán. Pero lo cierto es que ese fantasma sobrevuela cada cambio de domicilio fiscal de empresas que se ha producido en los últimos años desde Cataluña a Madrid. Y los ha habido muy sonados.
Es el caso de la cadena Derby Hotels, un grupo que no solo tiene nueve establecimientos en Barcelona, sino cuyo propietario es a su vez el presidente del gremio de hoteleros de la capital catalana. También se ha trasladado la multinacional francesa Suez, la matriz de Grupo Agbar y socia de La Caixa. Siguió el mismo camino el holding Inaves, paraguas de varias empresas agroalimentarias como Valls Companys, uno de los mayores grupos catalanes del sector con una plantilla de casi 2.000 trabajadores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.