Un tesoro en libros
La librería Luis Bardón, que vende desde incunables hasta ejemplares del siglo XVIII, cumple 70 años
La definición que da la RAE de bibliófilo es escueta y clara: “Persona amante de los libros”. No sería descabellado añadir la coletilla “especie en extinción”. Alicia, de 42 años, y Belén, de 39, regentan hoy la librería Luis Bardón, fundada por su abuelo y continuada por su padre. Saben de lo que hablan. Traspasar la puerta de este local sito en la plaza de San Martín es lo más parecido a experimentar con una máquina del tiempo. Las estanterías de madera se alzan más de tres metros mostrando los lomos de ediciones que recorren un buen pedazo de nuestra historia, desde incunables hasta ejemplares del siglo XVIII. “Es muy raro ver por aquí a un bibliófilo de menos de 40 años. La edad media supera los 60”, informa resignada una de las hermanas.
La Librería Para Bibliófilos Luis Bardón (tal cual se anuncia en su fachada) está a punto de cumplir 70 años, y tiene un fondo de más de 50.000 ejemplares, más o menos la mitad dentro de este local, el resto salvaguardados en un almacén. En Madrid hay actualmente 42 librerías de viejo, si bien esta es una de las indiscutibles decanas. Alicia prefiere no hablar de precios. “El prestigio no te lo da el dinero que cuesta un libro, porque no solo depende de que sea antiguo. Influyen otros factores, como que sea escaso, la encuadernación, la rareza…”. E insiste: “Desde que existe la imprenta, no existen los ejemplares únicos, siempre ha habido tiradas. Sí los libros raros, que es otra cosa”.
Los hechos le dan la razón: una librería de Barcelona vende una edición de principios del siglo pasado de Amor se escribe sin hache, de Enrique Jardiel Poncela, por mucho más de 100.000 euros. “Mucha gente joven no accede a este mundo porque cree que es inaccesible por caro, pero no es verdad. Hay ejemplares muy valiosos por poco más de 100 euros”, cuenta Belén, mientras su hermana Alicia despliega una colección de ediciones de La Pepa sobre el mostrador. Es licenciada en Derecho, y de ahí le viene su pasión por las constituciones. “Esta es una de lujo que fue destinada a los diputados, puede costar unos 8.000 euros; pero esta otra, más pequeña pero también original de 1812, valdría una tercera parte”.
También enseña la carta constitucional del Estatuto de Bayona, de 1808, que estuvo en manos de Napoleón. Ninguna está a la venta, porque no se quiere desprender de ellas. “Nosotras, antes que llevar un negocio, somos bibliófilas, como nuestro abuelo y nuestro padre, que se pasaba aquí las horas después del colegio desde los 12 años”. A continuación, muestra orgullosa un ejemplar de la segunda edición de El Quijote, impresa en Bruselas en 1607. “Uno de nuestros sueños es hacernos con la primera, solo se han censado 30 en todo el mundo. La última se vendió en una subasta de Nueva York por más de un millón de dólares”, cuenta.
¿Tiene futuro un negocio así en una sociedad que se digitaliza a marchas forzadas? “Es el olor y el sonido de las hojas al pasarlas, el tacto de las cubiertas, esto va mucho más allá del simple placer de leer”, opina Belén. Su hermana puntualiza: “Es más fácil dejarse mucho dinero en un cuadro, porque al fin y al cabo es algo que vas a mostrar. A la gente le cuesta más asumir que va a invertir mucho en un objeto que quedará relegado, de canto, en una estantería. Por eso la afición del bibliófilo va un paso más allá”.
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