Una noche de ópera con... la arqueta de Banyoles
Carles Mascort rememora la recuperación de las figuras robadas por Erick el Belga en 1980
El ladrón de arte Erik el Belga campó a sus anchas robando patrimonio eclesiástico en la España de los años setenta y comienzos de los ochenta. Expolió, entre otros muchos, templos en Roda de Isábena, Paredes de Nava, en Tordesillas, Medina del Campo, Frómista, Toro y San Miguel de Aralar. En Girona, en enero de 1980, robó las 28 figurillas que adornaban la arqueta que conserva los restos del santo patrón de Banyoles, Sant Martirià, una de las obras maestras del gótico catalán, dejándola totalmente desnuda, sin ninguna de las piezas que la identificaban. Tras localizar 19 de las figuras y después de muchos intentos, las piezas volvieron con cuentagotas gracias a la acción del obispado de Girona y los 550.000 euros que aportó la desaparecida Caja de Ahorros del Mediterráneo al Ministerio de Cultura que permitieron que la operación terminara en éxito casi total.
El pasado viernes, Carles Mascort, un conocido abogado de Girona, que actuó como representante del obispado de Girona ante los dueños de las piezas, explicó dentro del seminario Crímenes y patrimonio. Riesgos y protección, que organizó el Institut Català de Recerca en Patrimoni Cultural que acogió Caixaforum Girona, lo complicado que fue esta larga operación, que le obligó a realizar, entre otras cosas, 21 viajes a diferentes ciudades de Holanda, hasta conseguir las piezas.
Complicado y casi esperpéntico, a tenor de cómo contó la historia Mascort, donde no faltaron situaciones absurdas, dignas de una película de los Hermanos Marx. “En mayo de 2005 tras recuperar, de forma imprevista las dos primeras figuras, la de Sant Francesc y Sant Jaume, y después de que el Ministerio asegurara que no podía responder por el traslado si no se cumplían las directivas europeas que restringían el tránsito de obras de arte, decidí atravesar toda Bélgica y Francia en coche, sin parar, hasta Lyon. Allí hice noche en un hotel de autopista, durmiendo con las dos figuras en la cama, por el temor a que me las robaran mientras dormía”. Pero el periplo de las figuras no acabó aquí. Al llegar a Girona, ante la imposibilidad de entregar las piezas al obispado “porque era viernes, y como tenía entradas para ir al Liceo, me las llevé en el bolsillo conmigo a la ópera, por temor a dejarlas en casa y que desaparecieran”, aseguró el abogado.
Mascort, que hizo un recorrido cronológico de la historia, salpicado por las carcajadas de los asistentes, recordó la labor realizada por los profesores Francesca Español, la especialista que en junio de 1997 identificó dos de las figurillas en un catálogo de Sotheby’s pese a que se anunciaban como obras flamencas, y por Joaquím Yarza, que fue, por parte del Ministerio el que viajó a identificar y autentificar las piezas. “Que por cierto, Español y Yarza, son marido y mujer”, aseguró —como si la relación de estos dos grandes expertos añadiera valor a su trabajo—, a los que le escuchaban, entre los que estaban el obispo de Girona, Francesc Pardo y parte de sus colaboradores.
Mascort que se incorporó a las negociaciones en 2005, justo después de que el contacto entre los propietarios, el matrimonio Dinjens y el Ministerio de Cultura habían llegado a un punto muerto, contó que el obispo anterior, Carles Soler, le firmó unos poderes que “menos para absolver, servían para casi todo” y que en la primera reunión con el matrimonio, el Estado insistió en que quería estar representado, “por lo que hubo que falsificar la identidad de una alta funcionaria y hacerla pasar por una pasante de mi bufete, para no levantar sospechas”, dijo Mascort.
El abogado, tras recordar que el Estado se había comprometido a pagar la recuperación de las figurillas como compensación por la retirada de la exhibición del llamado “Negro de Banyoles”, relató que los Dinjens, cada vez que se reunían, subían a la habitación de su hotel para ver que había ido realmente solo y le retenían su móvil para que no se comunicara con nadie. En julio de 2005 volvieron 17 figuras más y más tarde se pudieron recuperar las dos piezas que habían quedado retenidas en Londres. Luego, el material viajó a Madrid para ser restaurado y montar las piezas. En octubre de 2010, treinta años después del robo, la arqueta volvió a ser expuesta, justo una semana antes de celebrar las fiestas de Sant Martirià, el patrón de Banyoles. Mascort no descartó que las siete piezas que faltan, y cuyo paradero, por ahora se desconoce, se recuperen algún día. “Ahora tengo una interés personal”, dijo para remachar su intervención.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.