_
_
_
_

La conexión argentina

Los argentinos son el único colectivo de origen extranjero que se consolida en posiciones de liderazgo de la sociedad catalana

Cristian Segura
Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde de Barcelona, en la ceremonia de investidura de Ada Colau.
Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde de Barcelona, en la ceremonia de investidura de Ada Colau.M. Minocri

No hay otro grupo de origen extranjero en Cataluña que haya logrado posiciones de influencia tan notorias como el argentino. Gerardo Pisarello, hombre fuerte del Ayuntamiento de Barcelona, es el paradigma, aunque antes que él triunfaron Ricardo Rodrigo, presidente de RBA; Mario Eskenazi, padre de una buena parte del diseño gráfico institucional y empresarial de Barcelona desde los años 70; la monja mediática Lucía Caram, o incluso Leo Messi, la única megaestrella de la cantera del Barça nacida fuera de España y que ha desarrollado toda su vida profesional en Cataluña.

Ha quedado atrás la época en la que casos aislados como el transformista Ángel Pavlovsky o el cantante Sergio Makaroff eran lo que destacaba de la comunidad argentina en Cataluña. Cada semana aparecen noticias protagonizadas por ciudadanos de ese país. El ejemplo más reciente destacado en la prensa es Delfina Rossi, nombrada este agosto, con solo 26 años, directora del Banco de la Nación Argentina. Rossi se ha formado en Barcelona, donde ha residido 10 años. En las elecciones europeas de 2014, Rossi era la número cinco en la lista de los ecosocialistas ICV-EUiA. Políticamente hay otra cara conocida: el activista y dirigente de Podemos Albano Dante Fachín.

La catalana-argentina Patricia Gabancho, popular escritora y vicepresidenta del Ateneo Barcelonés, reflexiona sobre este fenómeno político tan anclado en la izquierda: “Hay un hecho, que es la trayectoria nacional argentina. Ha habido un exilio político, vivido por generaciones politizadas y radicales, de izquierdas”. Gabancho añade las razones por las que la adaptación en fuerzas progresistas es más fácil: “La derecha-derecha (PP) es muy minoritaria y elitista si se trata de ocupar puestos de poder. Y la derecha suave (CDC) tiene un componente nacional muy marcado que es difícil de asumir para los argentinos convencionales, porque no se identifican con el país catalán. La izquierda no se plantea estas preguntas o permite que alguien no se las haga si le resultan incómodas. No es su tema y lo pone más fácil”.

Todas las personas consultadas coinciden en la influencia que aún hoy tiene el exilio de opositores a la dictadura argentina de los 70. Incluso Rodrigo, uno de los editores más importantes de España, llegó a Barcelona como militante radical de izquierdas. Andreu Domingo, subdirector del Centro de Estudios Demográficos de la UAB, explica que la llegada de aquellos profesionales implicados políticamente definió la conexión moderna entre Cataluña y Argentina: “Se creó un primer puente migratorio caracterizado por la selección de alta cualificación, que más tarde, a finales del siglo XX, pero sobre todo a partir del Corralito, se reactivaría”.

Los datos del Instituto de Estadística de Cataluña confirman el ascendente que tuvo la crisis y la limitación para la retirada de capitales en Argentina de 2001 y 2002: en dos años, la población argentina en Cataluña creció un 100%, hasta las 12.369 personas. En 2006, la cifra alcanzó su tope, 38.000. Desde entonces, a causa de la crisis, ha menguado a 20.955. Argentina es el duodécimo país que aporta más inmigrantes en Cataluña. Por delante está Perú, Colombia o Ecuador y también Marruecos, Italia y Francia.

Fachín apunta que la sociedad argentina está genealógicamente muy ligada a Italia y España pero que el idioma y la facilidad para lograr la ciudadanía que hacen que muchos opten por el segundo. Fachín, que llegó a Barcelona con 15 años, explica que la preferencia por esta ciudad en vez de Madrid se remonta a la primera ola de exiliados de los 70, cuando, pese a que tenían que pasar inevitablemente por Barajas, se establecían en la capital catalana, “quizá porque era una ciudad más abierta”.

Eskenazi desembarcó en España en 1974. Para él, el polo de atracción no es Cataluña sino “más bien Barcelona: una ciudad progresista, abierta, con una fuerte tradición editorial, con una burguesía culta. Y la mayoría de argentinos que vinimos en un momento determinado, teníamos una formación bastante buena”. Según las estadísticas municipales, a principios de 2014 vivían en Barcelona 6.350 argentinos, el 30% del total de Cataluña. Ariel Guersenzvaig, director de proyectos de la escuela de diseño Elisava, valora que desde su país haya una imagen que “Cataluña es Barcelona, que se ve como una ciudad más noreuropea que Madrid”. Guersenzvaig avisa que “la cuestión identitaria de ser argentino no es homogénea”, que es diferente aquella generación que llegó en los 70 de personas como Fachín o Rossi, que se han formado en Cataluña. Guersenzvaig desliza que la notoriedad de los argentinos en el debate público puede deberse a que “los que están interesados en política tienen una capacidad discursiva y aparecen como elocuentes y persuasivos y les permite escalar posiciones en movimientos políticos”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_