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Tres ‘seguratas’ ante centenares de turistas

El decreto de Trias para acotar los grupos de visitantes en La Boqueria desborda a los vigilantes del mercado

Clara Blanchar
Un vigilante controla la entrada de grupos de turistas en La Boqueria.
Un vigilante controla la entrada de grupos de turistas en La Boqueria. Juan Barbosa

Tres vigilantes de seguridad, uno de los cuales no habla inglés. Sobre ellos ha recaído este viernes la tarea de hacer cumplir el decreto del alcalde, Xavier Trias, que restringe la entrada de grupos de turistas en La Boqueria a 15 personas. Una medida que se aplica desde esta semana los viernes y sábados por la mañana –con el objetivo de no molestar a los vecinos que van a comprar al mercado-- y que ha desbordado por completo a los tres agentes.

Sin más armas que la persuasión. Sin un folleto informativo oficial. Ni un cartel. Grupo tras grupo, se han dirigido a los guías y les han explicado la nueva norma: escolares franceses (¡en grupos de hasta 60!), jubilados orientales, rusos, ingleses, italianos… Pero imposible contener el alud. Mientras hablan con un grupo, se cuela un segundo y un tercero. O se colapsa la entrada.

Félix Ribas, dos veces presidente del mercado, se lo mira desde su puesto de embutidos y se va poniendo de los nervios. “La culpa la tiene el Ayuntamiento, La Boqueria ha perdido su clientela por su culpa”. Tres generaciones detrás de un mostrador desde hace 70 años. “El mercado sobrevivió a las grandes superficies, pero luego quitaron el aparcamiento durante tres años y ahora los turistas han expulsado a los pocos clientes que quedaban”, relata. Otros comerciantes discrepan y reconocen que salvo los viernes y sábados, antes de la llegada del turismo masivo el mercado tenía poca clientela local entre semana. Ahora, casi todo el pasillo central está tomado por oferta pensada para turistas, como los zumos o las bandejas de fruta, o la comida y cucuruchos de embutidos para llevar.

Entre la marabunta intenta abrirse paso Angustias, vecina de la calle de Banys Nous. 90 años y empujando el carro como si nada: “Esto ha cambiado de la noche al día, no se puede ni caminar con tanto rebaño de turistas, no puedo ni salir de casa”. A un palmo la aplaude Marta, también mayor, del Poble-sec: “Si por lo menos gastaran, los turistas; pero mira, solo hacen fotos”.

Anna Maria Sangenis, de la asociación oficial de guías de la Generalitat, observa el descontrol desde una esquina de la entrada. Ellos, los guías oficiales, defienden, explica que el mercado no es un museo, que hay vecinos comprando, y piden a los grupos que se dispersen al entrar.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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