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Crónica
Texto informativo con interpretación

Sólido, líquido y gaseoso

Oleguer, Mireia y Josep cierran las comparecencias de la familia Pujol en la comisión del Parlament

Foto: atlas | Vídeo: VIDEO: ATLAS

Con la comparecencia de los hermanos Oleguer, Mireia y Josep Pujol Ferrusola, la sesión de este lunes recorrió los tres estados de la materia, sólido, líquido y gaseoso, por dicho orden. Oleguer Pujol no solo fue sólido sino plúmbeo, apelmazado, espeso en detalles, apretado en cantidades, en complicaciones de hormiguero (pero no de hormiga obrera), en pormenorizar legajos formando laberintos que solo un Groucho Marx acertaría a poner en claro (el marxismo está para entender el mundo además de transformarlo). No en vano, la palabra más pronunciada por Oleguer Pujol a lo largo de sus casi tres horas de intervención fueron “complejas”, así, en plural, siempre refiriéndose a sus actividades. Como ya había demostrado hace un par de sesiones el mayor de la familia, Júnior, especificar tanto es una manera enciclopédica, y hasta ciclópea, de no decir nada.

A Oleguer le siguió su hermana Mireia, que alzando la cabeza, y mirando heroicamente hacia el infinito como una María Antonieta de piso de protección oficial (esa fue una de las cuestiones para las que la requerían), se acogió a su derecho de no declarar y, cerrada en banda, pasó divinamente, es decir, olímpicamente, de contestar a las preguntas de los diputados. Así que la comisión se quedó sin saber de su liquidez, aunque se le supone. La situación tenía algo trágico (es decir, griego) entre las preguntas de los diputados dirigidas a una esfinge y también algo cómico (es decir, napolitano línea Totò) con el esfuerzo por permanecer imperturbable de la hija del ex presidente de la Generalitat. A veces parecía que no estuviera la compareciente y otras que la comisión hubiera desparecido en bloque (por medir en unidades especulativas de terreno).

El estado gaseoso sobrevino al materializarse Josep Pujol en forma de videoconferencia desde Miami (sobre una pantalla de tela plástica, como las del Cine Exin). Este tercer vástago de la familia vive en Estados Unidos desde que estalló el caso Pujol, y allí, junto a los everglades donde se rodaron las aventuras de Flipper, el delfín, trabaja para la consultoría Indra, a la que vendió su empresa Europraxis hace unos años. Al fin y al cabo, está acostumbrado a desenvolverse en un mundo de delfines.

Los señores comisionados (que no comisionistas) coincidían en comparar a Oleguer Pujol con su hermano Júnior por su efervescencia inversora y la prodigalidad con que la explicaba. Y puede que exista de algún modo una correlación histórica entre el mayor de la familia y el benjamín (por benjamín no ha de entenderse una botella individual de cava, ni quizá tampoco lo que etimológicamente significa en hebreo: el virtuoso del clan). Lo que se ve de buenas a primeras en Oleguer Pujol es al hijo hipster (e incluso al hipster financiero). Barba de cruzado camino de Tierra Santa, pelo frondoso, revuelto con indolencia y jersey azul de colegio de pago. Oleguer Pujol explicaba sus operaciones con todo detalle, como las marías cuentan las suyas en las sillas de plástico de los ambulatorios. A veces decía “madurar el producto” y eso, y la barba, le daban un toque de ecocultivo a la especulación financiera internacional.

La barbas pobladas son más bien de reyes de oros y de reyes del mambo

Pero a quien de verdad se parecía esta tarde Oleguer Pujol no era a su hermano Jordi sino al portavoz de Esquerra Unida i Alternativa Joan Mena. Sólo que el parecido era a la inversa como ocurría en la serie de Nick Nolte y Peter Strauss Hombre rico, hombre pobre. Si bien los dos llevaban el mismo jersey, el mismo color, el mismo diseño, la misma imitación, no se trataba, por supuesto, de la misma calidad. Bajo los jerséis, sobresalía idéntica camisa, o ambas camisas demasiado parecidas: otra vez el mismo color, ahora la misma vuelta de los picos del cuello. Acaso porque pertenecen (Oleguer Pujol, 1972, y Joan Mena, 1975) a una misma generación, coinciden en el gusto por la ropa. También iban los dos con barba. Sin embargo, aquí, en toda la barba, estallaba el abismo social (aunque los abismos en geografía se abran, en economía estallan). El diputado Joan Mena, que es profesor de Literatura Castellana y del duro barrio de Torre-romeu, de Sabadell (de donde salió la renovación del flamenco catalán con Duquende al frente), lleva la barba recortada porque es víctima de los recortes. La barbas pobladas son más bien de reyes de oros y de reyes del mambo. Pero la diferencia sustancial entre ambos era de peso a favor de Joan Mena, gordito de barrio, contra Oleguer Pujol, espigadete de Spa.

–¿Me está llamando defraudador a mí? –se defendió Oleguer Pujol de las palabras de Mena. Y este se excusó de la siguiente manera.

–No. Hablo de su familia en general.

En el cambio del estado sólido a líquido, el presidente de la comisión concedió cinco minutos de asueto, que este cronista aprovechó para preguntarle al diputado izquierdounidoalternativo dónde había conseguido su jerséi.

–¡Me parece que me lo compró mi madre! –respondió sorprendido y también consciente de la coincidencia.

El poeta e independentista cubano José Martí decía que en política lo real es lo que no se ve.

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