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La precariedad se instala en el sector naval con los nuevos contratos

Las auxiliares para el ‘flotel’ de Pemex rebajan drásticamente los salarios

Astilleros de Navantia en Fene.
Astilleros de Navantia en Fene.GABRIEL TIZÓN

“Hemos retrocedido 25 años”. La frase, de sobra contundente, la pronuncia Vicente Vidal, al frente de la Federación de Industria de CIG en Ferrol. Ahora que la carga de trabajo ha vuelto a fluir lentamente por las gradas y talleres de los astilleros públicos de Navantia en la ría de Ferrol, el único motor económico de una comarca en perenne crisis —cerró enero con 19.402 desempleados y carga con un 30% de paro—, los sindicatos encaran otro problema con muchas ramificaciones entre las industrias auxiliares que distinguen entre los operarios más antiguos y las nuevas incorporaciones tanto en sueldos como en jornadas.

 “Una doble escala salarial y un descontrol de jornadas que es un chantaje a los trabajadores y el caldo de cultivo de la precariedad”, apunta Víctor Ledo, su homólogo en CC OO. Y no es una cuestión menor ni caso aislado, subrayan con insistencia ambas centrales, que exponen que hay obreros llegan a fin de mes viendo como se escurren de sus nóminas “de 200 a 600 euros menos” con respecto a otros compañeros de firma y buzo con el mismo cometido. Señalan, concretamente, a Maessa y Ainair, las dos firmas de aceros que se reparten algunas de las tareas subcontratadas para el flotel de Pemex. Según CC OO, los sueldos de los nuevos empleados han caído hasta 11 euros por hora incluyendo el prorrateo de las pagas extra. La Xunta promocionó el contrato con la petrolera como la panacea definitiva para el naval gallego augurando 2.000 empleos por buque: el de Barreras en Vigo, y el de Navantia, que en la fase inicial de la construcción no pasan de medio millar entre directos e inducidos en ninguna de las dos rías, según cálculos de CIG.

El problema en las factorías públicas del norte radica en que las subcontratas han dejado de aplicar los acuerdos firmados con Navantia en 2001, que unificaban las condiciones de las auxiliares y mejoraban el convenio provincial del metal. Fue un pacto propiciado por el músculo que entonces exhibía el naval ferrolano para lograr que se retribuyese la penosidad que supone trabajar en la construcción de un buque. Pero no es sólo una cuestión de dinero, insisten CIG y CC OO, que dibujan un escenario donde la dirección de determinadas subcontratadas alarga la jornada y abusa de las veladas (horas extra), realiza contratos por horas, aparta a los trabajadores más contestatarios y se “aprovechan”, en definitiva, “de la necesidad que la gente tiene de trabajar” después de muchos meses de sequía naval achicando las prestaciones sociales.

El pasado jueves, las plantillas de Maessa y Ainair —suman 300—, se fracturaron. Mientras unos obreros secundaban un paro de 60 minutos que se les descuenta de la jornada, otros compañeros hacían horas de más. “Lo que nos cuesta ahora movilizar a la plantilla es fruto del miedo”, afirma Vidal. Daniel Varela, de CC OO, dice que han constatado cómo a muchos recién llegados al astillero—-o en la repesca tras dos años sin actividad— les instan a firmar, con el contrato, “una hojita extra en la que renuncian voluntariamente a los acuerdos de mínimos”, lo que supone una merma con respecto a los pactos de 2001. “Y si no lo firmas, no te contrato que tengo detrás a 50”, resume otro veterano sindicalista, repitiendo lo que les trasladan a diario compañeros y afiliados. Explica que la situación empezó a torcerse en los últimos meses porque antes, y salvo excepciones, las auxiliares sabían las condiciones que regían para las factorías de Fene y Ferrol y solían plegarse a ellas.

Los responsables de Industria de CC OO y CIG no dudan en señalar a Navantia, la empresa pública, como la “consentidora” de una situación que ha supuesto un claro retroceso en derechos laborales para una plantilla que había conquistado a golpe de movilización cada una de las mejoras que refleja su convenio laboral. Exponen que en la misma factoría ahora conviven tres categorías (o más) de trabajadores: los de la principal, los de las auxiliares que se rigen por los acuerdos del 2001 y las subcontratas que no los aplican y diferencian sueldos entre su personal.

“Navantia quiere que trabajen más y más barato. Y nosotros decimos, a igual trabajo, igual salario”, terminan los sindicatos, que auguran “mayor conflictividad” para reclamar empleo “digno y estable”.

Tres clases de trabajadores

No les va mejor a las empresas auxiliares de los astilleros privados del sur. “La casuística en la ría de Vigo es completamente diferente de la Ferrol”, apunta Xoán Xosé Bouzas, responsable de Industria de la CIG en Vigo. En torno a la factoría de Barreras, explica, las condiciones laborales en las subcontratas están bastante peor que hace cinco años y mucho peor que en Navantia y sus firmas. Estas firmaron en 2001 un acuerdo que suponía, como media, una retribución de entre 1.200 y 1.400 brutos para el operario, pero en Vigo, “con la subcontratación se quedan por debajo”, lamenta el sindicalista.

Señala, además, que en Barreras hay operarios que entran a través de empresas de trabajo temporal (ETT), algo que no era habitual en un sector con muchas exigencias de seguridad, y a todos los concentran en una zona concreta de la factoría. Como ocurre en Navantia, conviven varias categorías de operarios que se diferencian en la nómina y en las condiciones laborales que los amparan: los que pertenecen a la principal, las auxiliares y los subcontratados por ETT.

Por el torno de la puerta principal del astillero ferrolano pasaban en enero del 2012 a diario 2.073 trabajadores de auxiliares. Desde 2011, el comité de empresa calcula que se han destruido 2.315 empleos y que hoy son poco más de 500 los operarios de subcontratas.

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