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El oscuro vicio del electricista con zapatos rotos

Tres semanas de juicio por el robo del ‘Códice’ completaron el retrato de un avaro que sometía a su familia. Mañana vuelve al banquillo para enfrentarse a sus vecinos

José Manuel Fernández Castiñeiras, durante el juicio del 'Códice' junto a su esposa y su hijo.
José Manuel Fernández Castiñeiras, durante el juicio del 'Códice' junto a su esposa y su hijo.ÓSCAR CORRAL

Érase un matrimonio separado por un cortinón. Ella vivía encorvada sobre la máquina de coser, trabajando día y noche desde hace 40 años. Él, también encorvado al otro lado de la tela color oro viejo, contaba fajos, cientos de miles de euros supuestamente robados. Hasta podía imaginar la vuelta a la Tierra acariciando la montaña de divisas de todo el planeta que escondía junto a varias pilas de cartas y documentación contable de otras personas. Hablaban poco, quizás menos de lo necesario. Cada uno veía su tele. Compartían la misma estancia, pero había dos mundos rotos por un telón. Y el esposo no dejaba que nadie entrase en el suyo. Llevaba décadas alimentando un oscuro vicio que ocultaba con celo, y reventaba cuando detectaba incursiones en su frontera. Su particular alambrada eran, supuestamente, los papeles diminutos o los palillos que disimulaba en la cortina para detectar, si caían, cualquier visita furtiva. Su fe era el dinero y no lo metía en el banco para poderlo adorar. Ahorraba con afán. Llevaba los zapatos rotos por no gastar.

El matrimonio sexagenario había criado un hijo. Un día, cuando ya es hombre, el chico estalla: “Estoy harto. Llevo toda la vida pasando miedo, desde que era un crío, desde que tengo memoria. No me muevas esto, no me toques lo otro... No sé qué carajo escondes, papá, y no lo quiero saber, pero cuando alguien reacciona como tú es una evidencia de que está escondiendo algo”. La madre costurera solloza al fondo, harta de años de tensa desconfianza: “¡A ver si revienta de una vez!”.

El desahogo del hijo, de nombre Jesús, tuvo lugar el domingo 10 de junio de 2012 en un modesto primero de la travesía de Milladoiro (en el edificio, entre los altos, más antiguo de esta localidad de Ames que fue creciendo como un apéndice de Compostela). Quedó grabado porque solo un día antes, aprovechando la ausencia de todos, habían entrado agentes de la policía nacional para instalar micrófonos ocultos por una insólita orden del juez José Antonio Vázquez Taín, instructor del caso Códice. Tanto Jesús como su madre, Remedios Nieto, se han sentado cabizbajos en el banquillo, a lo largo de las tres últimas semanas, acusados de un delito bien de blanqueo, bien de receptación. Al sombrío patriarca, Manuel Fernández Castiñeiras, exelectricista de la Iglesia desde tiempos de Rouco en Santiago, también se le procesaba por delitos contra la intimidad y varios robos en la catedral: los más importantes, el del Códice Calixtino en julio de 2011, y el de 2,4 millones de euros procedentes del cepillo de la basílica, que habría ido acumulando en casa de 2000 a 2012. Mañana volverá al banquillo para enfrentarse con los vecinos de su edificio, que lo denunciaron por robarles las cartas del buzón. El abogado que los representa pide 885 años por 295 delitos. El fiscal, sin embargo, solo reclama 243 años de prisión.

Después de varios años arrastrando el estigma de ser la esposa y el hijo del autor confeso (hasta que dejó de serlo, porque lo negó en el juicio) del robo del siglo, Remedios Nieto y Jesús Fernández llegaron al proceso del Códice prácticamente juzgados por la opinión pública. Y así fueron transcurriendo los días hasta el penúltimo, el pasado miércoles, cuando la abogada de la familia pareció dar por perdido a Castiñeiras y jugó su última baza a favor de los parientes. La letrada pidió al tribunal del caso, la Sección Sexta de la Audiencia de A Coruña, que reprodujese aquella bronca familiar registrada por las escuchas domiciliarias. El segundo día de juicio, el 20 de enero, la defensa navegaba justo en sentido contrario: había logrado que los magistrados anulasen en bloque aquellas grabaciones por vulnerar derechos básicos.

El juez Taín había dicho varias veces: “El resultado de esa diligencia es absolutamente ninguno”. Y jamás había trascendido lo que hablaba en casa la familia. El miércoles, el caso dio un vuelco para la esposa y el hijo del electricista avaro que pasaba el día entre misas y rosarios, rezando, contando y supuestamente afanando en la catedral. Castiñeiras notó que alguien había estado en la cueva del botín el día después de entrar la policía. Culpó enfurecido a su hijo, y tanto él como su madre dieron muestras de vivir ajenos a sus secretos. “Ya se sabe lo que tiene ahí”, decía ella, “¡solo mierda!”. La dolorosa exhibición de sus miserias domésticas puede llegar a suponerles la absolución, ahora que el juicio quedó visto para sentencia.

La fiscalía pide 15 años para el supuesto ladrón obsesionado tanto con el dinero como con vengarse de una Iglesia que no lo hacía fijo, castigando al canónigo que custodiaba el Códice con el robo del manuscrito del siglo XII. Esta última aventura fue su perdición. Si no, la oxidada tradición contable del templo hubiera seguido permitiendo que se esfumase cada año un 10% de la caudalosa caja sin inmutarse. Para el fiscal, Castiñeiras “perdió todo estímulo ético y no merece compasión”. La Iglesia, por su parte, aprovechó el día de las conclusiones para “perdonarle en lo moral”, pero su letrado solicitó 31 años de prisión. La decisión sobre la mujer y el hijo la dejó en el aire: debe ser la Audiencia la que “dilucide” si tenían la misma capacidad de “conocer” que se les “presume a banqueros, infantas y políticos”.

Las pruebas

S. R. P.

-En media docena de registros, entre el 4 y el 6 de julio de 2012, con toda la familia detenida, se hallaron el Códice; varios facsímiles de libros de horas; 10 facsímiles de más de 3.000 euros cada uno del propio Calixtino; nóminas de trabajadores de la catedral; documentación clave sobre sistemas de seguridad y contabilidad; y miles de papeles y cartas desaparecidos de los despachos cerrados de varios canónigos. Además, se hallaron casi 300 cartas de vecinos, un supuesto delito contra la intimidad que lo sentará otra vez en el banquillo mañana y pasado. Entre estas cartas había documentos comprometidos, datos bancarios, deudas reclamadas e incluso, según asegura algún vecino, citaciones médicas para operaciones. El hecho de no recibirlas causó "graves trastornos" a varias familias del edificio de Milladoiro.

-En sus diarios, 36 libretas que escribió hasta sufrir un ictus en 2005, Castiñeiras anotaba cada pocos días voluminosas cantidades precedidas de la palabra “saqué”. La suma de estas cifras y los descuadres de la caja fuerte, que el canónigo administrador de la catedral calló sin explicación a la policía y a todo el clero durante 10 años, permiten calcular lo que presuntamente se llevó.

-En los registros se hallaron 1,7 millones almacenados. El fiscal y la Iglesia lo acusan de robar 2,45 y de blanquear al menos 150.000 euros pagando en metálico su único capricho, un ático en la costa (A Lanzada). Guardaba divisas de casi todos los países del mundo, alguna no se ha podido identificar. La catedral de Santiago es un centro universal de peregrinación.

-45 vídeos obtenidos de la cámara oculta del despacho del administrador lo muestran entrando impunemente y varias veces cogiendo fajos y documentos. Para llegar ahí hacen falta tres llaves, pero él tiene más. En total se le incautaron 105.

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