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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La reanudación de la Historia

Póngase el punto final a las historias de tantos que han hecho de la política valenciana un lodazal y una bufonada

En un artículo publicado en Le Monde el 16 de octubre, Arnaud Leparmentier recuerda que la profecía de Fukuyama sobre “el fin de la Historia” ha cumplido un cuarto de siglo. El pensador norteamericano afirmó, tras la caída del Muro de Berlín, que las ideologías ya no eran necesarias. Convertido desde entonces en un referente del pensamiento único y de la visión neoconservadora de la sociedad, el escritor norteamericano defendía la existencia de un modelo único de convivencia basado en la democracia liberal y en la economía de mercado. La economía reemplazaba, según él, a las ideas.

Recientemente Fukuyama ha hecho, en The Wall Street Journal, autocrítica de su pensamiento de entonces. Si el mundo no ha evolucionado hacia su modelo único lo atribuye a que con elecciones no basta, y a que los regímenes políticos deben satisfacer las aspiraciones de los ciudadanos. Dice que es necesaria una clase política responsable, sin la cual las democracias no se portan bien y se origina una decadencia política.

En nuestra tierra valenciana algunos, incluso bastantes, se erigieron dos decenios atrás en intérpretes y paladines de ese pensamiento único. No es necesario dar los nombres, todos los tenemos en mente. Orillaron a los demás. Eran representantes del tiempo nuevo que pregonaba Fukuyama. Para ellos, quiénes no coincidían con su única verdad posible eran meras antiguallas. La izquierda y el socialismo eran sinónimos de lo obsoleto, restos de un naufragio. La preocupación por los humildes y los débiles o la formación de los hijos de las familias con pocos recursos no tenían cabida en su visión del mundo.

Si en algo es fácil que coincida una amplia mayoría de los valencianos sobre los dos últimos decenios de nuestra sociedad es que no ha tenido dirigentes responsables, y casi todo ha conducido a la decadencia política. La frustración colectiva y el engaño han sido las respuestas dadas a la mayoría de las aspiraciones ciudadanas. Quizás, en breve, sea ciertamente el fin de la Historia de esa política decadente y se reanude la Historia liberada de la mordaza del pensamiento único. No será, si es que ese tiempo nuevo llega finalmente, el fin de la Historia que vaticinaba Fukuyama, sino el fin de las historias de bastantes vividores de lo público. Se cerraría un paréntesis de malos sueños y se iniciaría otro capítulo de la Historia de los valencianos.

Un tiempo nuevo, una nueva Historia, requiere un programa de gobierno con objetivos y compromisos claros. Pensado e impulsado con la mayor amplitud de miras posible. Para construir el futuro es necesaria la participación de los más capaces, de buenos profesionales dispuestos a comprometerse con su país. Todos están llamados en esta época que aguarda de reconstrucción y de aprovechamiento de todo impulso creador. ¿Cuáles son los límites para la participación? Las trayectorias limpias de los actores, ajenos a toda corrupción. No han de tener cabida ni los oportunistas ni los que sacaron beneficios ilegítimos de las situaciones pasadas.

Sumar y sumar, siempre desde la lealtad a un programa de gobierno progresista y avanzado. Las prioridades políticas que plasme la acción política futura pueden tener un resumen sencillo: están ahí desde hace doscientos años, incluso desde la Revolución Francesa, con el pleno, profundo y limpio cumplimiento de los compromisos con la libertad, la igualdad y la solidaridad.

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Un programa de gobierno que haga de la ejemplaridad el comportamiento cotidiano de los gobernantes. Un programa de gobierno que se ocupe urgentemente de la reconciliación de las instituciones con la ciudadanía, de la recuperación de la credibilidad del autogobierno y la acción política. Pedagogía y transparencia, que nada tienen que ver con la propaganda.

Un programa de gobierno que ponga el acento y proclame la prioridad de los asuntos vinculados con la solidaridad, con actuaciones específicas para ayudar a los que lo están pasando mal y recuperar las iniciativas de atención a la dependencia de los mayores.

Un programa de gobierno que desde el primer momento se ocupe de los jóvenes, devolviéndoles las oportunidades imprescindibles para su formación y que haga crecer su empleo. Un programa de gobierno firme ante la demagogia, que acabe con la transigencia, la chalanería y todos los viejos y gastados tópicos del Levante feliz, que tan bien retrataba Manuel Vicent hace poco en este periódico.

En otros artículos anteriores me he ocupado de la interpretación de los datos -casi todos desfavorables- sobre el estado en que se halla la educación valenciana. Aquí solo quiero insistir en que el programa de gobierno ha de tener entre sus primeras prioridades la mejora de la formación del capital humano de la sociedad valenciana, mediante un sistema educativo que sea homologable con otras sociedades europeas, alejado de ocurrencias y experimentos pasados que no conducían a nada y solo producían sonrojo. El programa de gobierno debe contener compromisos concretos de crecimiento del número de docentes, de la renovación de las instalaciones y, en suma, de los presupuestos educativos.

Póngase el punto y final a las historias de tantos que han hecho de la política valenciana un lodazal y una bufonada, de la que tantos se ríen fuera. Ahora es el comienzo, o puede ser el comienzo de una historia diferente que haya aprendido de las dolorosas lecciones recientes. Ahora es la hora de la reanudación de la Historia.

Francesc Michavila es rector honorario de la Universitat Jaume I y catedrático de Matemática Aplicada y director de la Cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid

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