Una clase media muy necesitada
Varias familias relatan el tránsito de una vida acomodada, al límite de la pobreza
"El paso más difícil es reconocerlo y venir a las reuniones”. “Ves a la gente sonreír por la calle y piensas que los problemas económicos están arreglados, pero tú tienes una tormenta en la cabeza que no te deja disfrutar”. Las reuniones que la Plataforma antidesahucios Kaleratzerik Ez organiza todas las semanas en el Casco Viejo de Bilbao se han convertido en una especie de terapia de grupo en la que cada uno de los afectados comparte sus problemas. Los protagonistas no son lo que muchos podrían imaginar. Son trabajadores, dueños de empresas, autónomos… a los que amenazan con quitar su casa. Ciudadanos que pensaron que permanecerían siempre en la comodidad de la clase media. Hoy, no les queda nada por vender, y tienen lo justo para vivir.
Al límite de la pobreza
La última memoria socieconómica del Consejo Económico Social (CES), concluía que la población vasca por debajo del umbral de la pobreza era del 17,3% en 2012. Alta aunque todavía lejana al 28% de media que tiene España.
La renta media de los hogares ha caído un 2,7% en un año, lo que lleva a un empeoramiento de las condiciones de vida de las familias vascas.
Los grupos más afectados por la pobreza son las familias monoparentales y los menores de 35 años (6 de cada 10 hogares de este tipo están en el grupo de pobreza real) y sin estudios.
El mismo estudio observa que 64.000 niños viven en situación de pobreza o ausencia de bienestar. El riesgo de pobreza crece.
Una madre que lleva 35 años como propietaria de un negocio familiar de piezas industriales y que desde hace cuatro no paga el sueldo a sus hijas empleadas. Un mecánico de 62 años que se animó a abrir su propio taller y que ahora solo quiere deshacerse de la casa que hipotecó. Y la lista sigue. “Compruebas que no estás tan mal”, se resigna una mujer de 36 años que tuvo que avalar a su madre para pagar su primer piso.
La última memoria socieconómica del Consejo Económico Social (CES) advertía de que la población vasca por debajo del umbral de la pobreza había alcanzado el 17,3% en 2012. Una cifra que, si bien todavía es lejana al 28% de España, es la más alta de los últimos 15 años. La ONG Cáritas, por su parte, atiende, solo en el País Vasco, a 50.000 ciudadanos cada año. Su último estudio calculó que, entre ellos, 13.000 están al borde de la exclusión social, lo que casi dobla a las 7.000 personas en esta situación al comienzo de la crisis.
Pero la pobreza no solo está en la calle o en los comedores sociales. Según el estudio del CES, en 2012 también creció el parámetro de ausencia de bienestar, lo que significa que un 20% de la población vasca no tiene ingresos suficientes para llegar a los niveles mínimos de comodidad esperados en una determinada sociedad. La renta media de los hogares, asimismo, cayó en un año un 2,7%, empujando un empeoramiento de las condiciones de vida. Son familias que, en algunos casos, tienen trabajo, pero que, ni siquiera así, cubren necesidades básicas. Los autónomos, por ejemplo, son un perfil común de las reuniones de afectados por las hipotecas.
M. J. O., de 58 años, llevaba 14 con su tienda de estética. Le iba bien y decidió ampliar su negocio a Bilbao. Entonces llegó la crisis y los beneficios pararon. Su marido dejó de trabajar y comenzaron los embargos. Aplazamiento tras aplazamiento, al final se rindieron. Tuvo que hipotecar su casa y ponerse a trabajar por la noche en limpieza de trenes. “Estamos casi con velas. Hemos reducido los gastos hasta el mínimo, pero solo por subir la persiana pagamos 1.000 euros. Si este año el negocio no tira, liquidamos”, relata.
No tenemos futuro, vamos paso a paso”,
“No tenemos futuro. Vamos paso a paso”, comenta A.A., mecánico con su propio negoció en Santurce que vio como la crisis redujo la venta de automóviles: “Solo arreglamos pinchazos”. Lo “único” que quiere es vender su casa y salir de la lista de morosos. Cerrar un capítulo y abrir otro: Pagar sus deudas, buscar un techo y pensar qué hacer con su empresa.
Los problemas hipotecarios se han convertido en un “desgaste diario”. Su nueva rutina ocurre en despachos y bancos. La plataforma les ayuda a administrar el papeleo y a saber cómo pedir explicaciones y soluciones a entidades y abogados. Todos se sienten vejados por las instituciones. “No puedes aferrarte a tu ego. Hemos aprendido que tenemos que agarrarnos a todo el que nos ayude. Debemos dar a la cara en una manifestación y unirnos. Solo queremos seguir trabajando para proteger lo que nos queda”, subraya.
Todos han querido mantenerse en el anonimato, por miedo a que les identifiquen en su trabajo o allegados. “Mucha gente en nuestra situación se acobarda, porque la sociedad te hace sentir culpable. Parece que nos tiene que dar vergüenza”, subraya M. J. “Nuestro entorno nos empuja a irnos de vacaciones para contar dónde hemos estado”, responde A.A. La solución: no compartir unos problemas monetarios, que se han traducido en algo más profundo. Falta de sueño, dolores de cabeza y ayuda psicológica. “Tapar agujeros te va comiendo la vida”.
No puedes asirte a tu ego. Hay que agarrarse a quien te ayude
El problema alcanza también a los más desprotegidos. El CES apuntaba en su estudio de 2013 que el 22,3 % de los niños vascos está en riesgo de pobreza o ausencia de bienestar. Antonio Pérez atiende en el Comedor Social de los Franciscanos de Iralabarri en Bilbao a unos 150 niños, sobre todo con el cierre de los colegios en verano. Desde que comenzara la crisis, el perfil ha cambiado. Ahora da cobertura a vecinos de la zona que nunca pensaron encontrarse en esta situación. “Hay trabajadores de la construcción que habían hecho una inversión en maquinaria y fontaneros que llevan meses sin trabajo”, afirma Pérez: “Te das cuenta enseguida de la gente que viene avergonzada. Prefiero apartarme y ni mirarles para que no se sientan mal”.
Pérez recuerda que también hay familias que se recuperan y que no vuelven. Cuando pasa el tiempo, trata de contactar con todas para comprobar si la situación ha mejorado. Algunos ven el número y no descuelgan.
El coordinador del comedor, aun así, reconoce que los problemas de malnutrición infantil no vienen muchas veces por la falta de recursos, sino por el mal uso de los mismos. Se mantienen “hábitos y malas costumbres”. Las familias se quitan en alimentación para pagar hipotecas y colegio. Su batalla diaria es la de intentar hacer que los niños coman de todo. “Muchos padres no tienen fuerza e insistencia para enseñar frente a un plato”.
Me queda ir frente al banco con la trompeta y los perros”, dice M. J. O
En las reuniones de la Plataforma anti-desahucio se avisa de que lo último que pueden abandonar es la alimentación. “Hemos vendido todo lo que podíamos vender… pero hay que seguir viviendo. Cuando llegamos aquí no teníamos ni tarjetas”, apunta P. B., empresaria industrial de 59 años que ha visto como el negocio que pagó la infancia de sus hijas se ha transformado en su peor pesadilla. De los 20 trabajadores que tenían hasta hace poco más de cinco años en su pabellón de Getaria, solo quedan tres empleados, sus dos hijas y su marido, autónomo, que no puede operarse la rodilla por su deuda con Hacienda. “Lo hacemos todo, de cinco a 12”.
“Ama, cojo 100 euros que me cortan la luz”, le dice su hija, a la que lleva cuatro años sin pagar y que también está embarcada en una hipoteca. Ha tenido que vender todas sus joyas, cortar el teléfono, apagar la calefacción y poner en venta su coche. El último recurso a su alcance fue tirar de su plan de jubilación y de la cartilla para la universidad de su nieta. Lujos de clase media que no pueden permitirse. “Me queda ponerme frente al banco con la trompeta y los perros y decirles que se queden con la empresa”.
Sus hijas pelean cada trimestre para no alcanzar los noventa días de impago de su hipoteca, tras los que el banco podría abrirles otro proceso judicial. “Al final tendrán que buscar otra cosa”, subraya. El hijo de M. J. O. le acompaña a las reuniones. “El banco llega a decir que si no tienes amigos o familia que paguen”, tienes un problema, asegura P. B.
Y es que los problemas nunca se limitan a un hogar. A. A. debe dinero a su hijo y a su cuñado: “Lo único que quiero es pagarles mensualmente y empezar de cero”. A partir de ahí empezará a pensar en una vivienda de alquiler social o “en lo que sea que venga”.
6.000 euros solidarios
El Comedor Social de los Franciscanos de Iralabarri en Bilbao también ha vivido en los últimos años una transformación. De dar de comer a transeúntes han pasado a tener que alimentar a unas 150 familias de la zona. El verano, cuando los niños se quedan sin comedor escolar, es especialmente ajetreado para el centro.
Este año, el comedor recibirá un empujón gracias a la solidaridad de los bilbaínos, que han puesto 6.661 euros en las 112 huchas colocadas en julio por los comercios de la ciuda (restaurantes, farmacias, peluquerías...), para la campaña Invita a desayunar a un niño.
Con el dinero, la asociación La gota de leche comprará leche, yogures, azúcar, galletas y Cola Cao para el desayuno, así como otros alimentos que han pedido las familias afectadas: aceite, bonito, tomate frito...
“El desayuno urge mucho en vacaciones”, comenta Antonio Pérez, que día a día trabaja con los niños en el comedor, que, en periodo estival, colabora con diversos campamentos urbanos.
“Comer bien no cuesta tanto, pero tenemos que hacer un esfuerzo por educar a las familias en alimentación”, subraya Pérez. “Algunos se compran un bollo con lo que podían comprar dos paquetes de arroz”, y comen infinitamente peor.
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