La ciudad de los simios
La coincidencia de las visitas de Jane Goodall y Frans de Waal hace de Barcelona la capital de la primatología
Barcelona se convirtió ayer en la capital de la primatología mundial y en una verdadera ciudad de los simios al coincidir en ella Jane Goodall y Frans de Waal, dos de los nombres de referencia en el estudio de los grandes monos. De Waal (1948) presentó su nuevo libro El bonobo y los diez mandamientos (Tusquets, colección Metatemas) en el el zoo, visitó las instalaciones de los primates y luego participó en un debate en la Biblioteca Jaume Fuster. Goodall protagonizó una gala benéfica en el Colegio de Abogados, sopló las velas de su 80º cumpleaños (una tarta vegana de chocolate, cacahuete y plátano), y hoy por la tarde ofrecerá una conferencia en Cosmocaixa. La primatóloga recordó ayer el conmovedor abrazo de Wounda,la chimpacé que liberó, dijo que el secreto de su vitalidad es una mezcla de genética, alimentación y carácter obstinado, advirtió contra la proliferación de vacuno y el gas metano que supone, y expresó su confianza en “el espíritu indomable de los seres humanos para arreglar el mundo”.
A De Waal muchos lo recordarán por ser el hombre que ha destapado el que solo puede calificarse de espectacular comportamiento sexual de los bonobos, que incluye actividades descritas por los pudibundos primatólogos anglosajones como muy amistosas pero que en realidad, según el estudioso holandés, “si yo las tuviera en la calle en Barcelona sería arrestado inmediatamente por la Guardia Urbana”.
En su nuevo libro, De Waal se mete en otro berenjenal (en su día escandalizaron las fotos de sus libros, con los bonobos teniendo sexo en todas las posiciones posibles —y muchas imposibles para usted o yo, ni que nos empeñaramos mucho y tuvieramos mejor braquiar—). Considera que existe una base natural para la moral y que el altruismo y las buenas acciones, la empatía, la reciprocidad y la compasión, cosas que no parecen reportar beneficios, también se dan entre los animales. Los bonobos, por ejemplo, prefieren optar por compartir comida con un semejante cuando se les deja decidir la posibilidad de hacerlo o no. “La moralidad no es una innovación tan exclusivamente humana como nos gustaría creer”, sostiene. De Waal afirma que ya había moralidad antes de las religiones y apunta que los bonobos poseen prescripciones y valores que no están lejos de la moral humana. Esas aseveraciones le han causado tantos problemas en EE UU como la divulgación de los besos de tornillo y las cópulas colgando de un árbol cabeza abajo de sus monos.
En todo caso, De Waal no va tan lejos como lo ha hecho el dramaturgo José Sanchis Sinisterra autor de una obra basada en la lectura de las obras del primatólogo (que dijo no estar al corriente) en la que se descubre que los bonobos creen en Dios. Sin embargo, ayer De Waal describió algunos comportamientos sobrecogedores de esos monos y sus parientes: ante fenómenos naturales como una fuerte tormenta eléctrica o una catarata atronadora, los chimpancés reaccionan con una suerte de danza bípeda, “que se asemeja a algún tipo de ritual o actuación ceremonial”, acaso, una forma de “superstición”. El primatólogo destaca el indudable sentido de la mortalidad y de la irreversibilidad de la muerte que tienen no solo los grandes primates sino otros animales como los elefantes.
Se mostró encantado de coincidir en Barcelona con Goodall con la que dijo llevarse bien aunque del hecho de que la estudiosa prefiera a los chimpancés a los bonobos dejó entrever que podría ser por el mencionado pudor anglosajón. Preguntado porqué los bonobos son los únicos grandes monos que no aparecen en El planeta de los simios bromeó con que probablemente no sabían que hacer con ellos, dados sus hábitos. Ciertamente, si Zira hubiera sido una bonobo no se hubiera limitado a un beso casto con Charlton Heston...
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