25 años incomodando a la administración pública
La institución celebra su cuarto de siglo marcado por las consecuencias de la crisis económica y los recortes
Más de tres años le costó al Parlamento vasco elegir al primer ararteko. Juan San Martín tomó posesión del cargo el 8 de marzo de 1989, aunque la ley que articula la figura del defensor del pueblo fuera de febrero de 1985. “Como todas las instituciones incipientes nació de forma precaria, con poca dotación de medios, estábamos seis o siete personas que compartíamos un despacho en el Parlamento”, recuerda el secretario general del Ararteko, Faustino López de Foronda. La plantilla ahora la componen 50 personas, y tras los 25 años cumplidos ayer, la institución que debe velar por el respeto y cumplimiento de los derechos de los ciudadanos ante la administración, ha publicado 32 informes extraordinarios y emitido 24 anuales, la mayoría de las veces incómodos para la administración pública.
La efeméride llega, sin embargo, marcada por la crisis, por la estrechez económica y los recortes sociales, que no sólo han multiplicado las quejas ciudadanas —en 2010 se produjo un aumento del 120% de éstas—, sino que también han afectado a la propia institución. “Seré claro y contundente. Es un auténtico despropósito. Es un atentando contra la constitución y contra el principio de autonomía”, resuelve el actual ararteko, Iñigo Lamarca, si se le pregunta por el planteamiento del Gobierno central de suprimir los defensores del pueblo autonómicos dentro de su propuesta de racionalización de la administración. Paradójicamente, como rememora López de Foronda, la institución nació en un contexto en el que España y Euskadi comenzaban a construir un estado social y democrático, “un modelo que se ponía en cuestión en Europa”, y que recuerda mucho a la situación actual.
Somos incómodos, no gustamos"
Una especie de círculo que sin embargo a lo largo de estos 25 años de historia resume la evolución de la sociedad, de como, por ejemplo, llegaron los primeros inmigrantes y el Ararteko acompañado de otras asociaciones luchó por su inclusión y derechos; del impulso de la igualdad entre hombres y mujeres, o la evolución en la configuración de las familias, sin dejar de lado el alargamiento de la esperanza de vida y su impacto en el sistema social. Un listado de retos que la institución, a través de la atención a los ciudadanos, sus quejas, y asesoramiento, ha guiado la actuación de la administración con el objetivo de corregir abusos o irregularidades, aunque, en ocasiones, “la realidad haya ido por delante”, apunta López de Foronda. “Como todos los órganos de control somos incómodos, no gustamos, nuestras actuaciones no gustan a la administración”, explica el secretario general del Ararteko, aunque las polémicas que hayan podido surgir entre ambos, o con las diputaciones y ayuntamientos, a pesar del revuelo mediático, no abundan.
“En más de un 86% de los casos la administración responde a nuestras peticiones”, apunta con orgullo Lamarca, pero “si un tema viene cargado de conflictividad y con una gran atención mediática esos casos son mucho más difíciles. Cada partido defiende su posición o interés”. Fue el caso de la muerte por el impacto de una pelota de goma del joven Iñigo Cabacas, tras una carga de la Ertzaintza al término de un partido europeo del Athletic. Las actuaciones del Ararteko para intentar determinar si el protocolo que utilizaron los agentes aquella noche “fue conforme o no a las propuestas que reiteradamente habíamos hecho a la administración” le valieron los reproches del entonces consejero de Interior, el socialista Rodolfo Ares, y su sucesora, Idoia Mendia, al entender que una vez el caso estaba siendo visto por los juzgados no cabía actuación alguna del defensor del pueblo.
Como filosofía tendríamos que ser siempre autocríticos"
La institución se caracteriza, subraya López de Foronda, por su “independencia”, la elección del ararteko debe ser respaldada por tres quintos del Parlamento “una mayoría cualificada que exige el acuerdo entre diversas sensibilidades”, remarca el secretario general, y que fue lo que provocó que el primer defensor del pueblo vasco tardase en elegirse más de tres años, o que tras el mandato de Xabier Markiegi, el segundo ararteko, le sustituyese en funciones Mertxe Agúndez hasta que en 2004 fue designado Lamarca, el único que hasta la fecha ha sido reelegido para un segundo mandato que expira precisamente este 2014. “El Ararteko como filosofía tendría que ser siempre autocrítica. Porque todo es mejorable. Tienes que estar constantemente pedaleando y como organización siempre se puede ganar en eficiencia.
El Ararteko ha de dar ejemplo, es un organismo que controla las administraciones y tiene que tener brillo, estar a la vanguardia del servicio público, de la eficiencia”, apunta Lamarca, que de media cada semana, atiende personalmente a dos ciudadanos o asociaciones que hayan pedido una entrevista con él. También en estos 25 años de historia la institución ha conseguido reabajar la respuesta a los expedientes de un año a cinco meses y cada persona que acude a algunas de las oficinas del Ararteko, tiene una en cada capital, no puede esperar más de 20 minutos a ser atendido.
Relación estrecha
Parte fundamental del trabajo del Ararteko consiste en, junto a las asociaciones, ongs o cualquier otra entidad que trabaje con cualquier colectivo, detectar e intentar anticiparse a los problemas que pueda tener la ciudadanía. Los informes que elabora la institución son el resultado, como explica el ararteko, Iñigo Lamarca, de estudios exhaustivos sobre diversas temáticas. “Tenemos una relación fluida, regular, en la que damos cuenta de qué aspectos nos preocupan”, detalla Mikel Mazkiaran, miembro de SOS Racismo Gipuzkoa, “en definitiva, ninguna queja, desde su inicio siempre nos ha considerado como un interlocutor en su trabajo”. En la misma línea describe su trabajo con el Ararteko Raúl Aguirre, responsable de comunicación de Fekoor, que destaca el trabajo activo conjunto en la “defensa de los derechos fundamentales del colectivo de pesonas con discapacidad física y u orgánica de Bizkaia”. Más crítica se muestra Blanca Estrella, presidenta de la Asociación Clara Campoamor. Para Estrella, tras 25 años de andadura, es necesario plantear una modificación de las atribuciones del Ararteko. Su asociación ha detectado una “indefensión” por parte de las mujeres víctimas de la violencia machista, sumidas en un proceso judicial, y en el que consideran que el Ararteko debiera poder tener un papel intermediador.
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