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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La dieta del kilovatio

No pregunte lo que la electricidad puede hacer por usted, pregúntese, lo que usted puede hacer por las eléctricas

Hace hoy diez días que entrevisté a Anna, una chica de veinte años que sufre una anorexia severa. Lo que más me sorprendió fue constatar su eficiencia a la hora de incrustar el desgaste en su vida. Cualquier acción, cualquier pensamiento, todo estaba lleno de calorías negativas. El control de los hechos cotidianos es absoluto y llega a multitud de detalles a los que yo jamás he prestado atención. Anna apaga la calefacción para pasar frío y quemar así más calorías; por el contrario, cuando va en coche pide que la suban. Para sudar. Habría algo de perverso y de atractivo en su relato, hasta seductor, si no fuese porque lleva aparejado un cuerpo y un espíritu que sufren lo indecible. Para un escritor, Anna es el chollo que no es para sí misma, pero esa es otra historia.

La historia que sigue, y eso también es un material literario increíblemente bueno, ya no habla solo de Anna, sino de un nosotros que padece la anorexia social. Es lo que tiene sustituir democracia por economía, que ser sujeto significa, hoy más que nunca, estar sujeto. Pudiendo vivir razonablemente bien si se compara con el 90% del planeta, Anna escoge pasar hambre. ¿Por miedo? Sí, por miedo de engordar se va al extremo contrario y pasa hambre. Anna ha escogido la economía y ha dejado de lado la democracia. Todavía tiene la ilusión de que es ella quien escoge comer o no comer. Pero no, es la anorexia quien decide por ella. Y sus decisiones son terribles.

Todavía tiene la ilusión de que es ella quien escoge comer o no comer. Pero no, es la anorexia quien decide por ella

Aunque no lo parezca, la dieta de Anna es la más común hoy y aquí. Se trata de la dieta del kilovatio, resultante de cambiar el lugar que deberían tener economía y democracia y de pensar en un futuro anoréxico. “El comunismo es el poder más la electrificación del país…” dicen que dijo Lenin. Se suponía que la electricidad se ponía a los pies del progreso y del bienestar.

Ha pasado un siglo y hoy los consumidores de electricidad estamos mucho más al servicio de las empresas energéticas que ellas a servicio nuestro. Hemos perdido la cuenta de todo lo que debemos a las eléctricas, los déficits tarifarios, que se han convertido en otra de las deudas que arrastramos a pesar de no haber dejado de pagar una sola factura. No pregunte lo que la electricidad puede hacer por usted, pregúntese, lo que usted puede hacer por las eléctricas.

Y pregúntese qué puede hacer por las empresas que administran el agua de su municipio. Y por las que gestionan las autopistas y alégrese de que sean un factor de desarrollo y también de que usen su dinero para rescatarlas, no sea desagradecido. Pregúntese cómo puede ayudar a los bancos y las cajas, lléveles sus ahorros e impuestos y no se queje de que el crédito no fluye.

Usted no se toma suficientemente en serio lo que puede hacer por la economía de este país, por las empresas de telefonía o de cualquier otro servicio básico, que también hay que pagar el déficit del gas y las renovables… Sujetos sujetados las veinticuatro horas del día. Imagínese una enorme sala de gimnasio llena de chicas como Anna, que se levantan del sillín de su bicicleta estática para proveer de energía humana a ese estado que tanto admiran tantos y que ya no le trata como ciudadano sino como consumidor, que se consume a sí mismo, como la pobre Anna, que se quitaría de la boca lo que fuese para poder indemnizar a Florentino Pérez si no puede provocar más terremotos en la costa de Tarragona.

Yo lo comprendo, señor Iberdrola, le gustaría una sociedad anoréxica, dependiente del hambre, con sueldos de 800 euros

Mire, señor Endesa, a ver qué se ha creído, que yo no tengo déficits. No le debo nada, ni un solo recibo le adeudo. Me lo puede hacer pagar porque a la fuerza ahorcan, porque usted está a un lado de la sujeción y yo, al otro, intentando no ser como Anna, inconfortablemente sujeto gracias a que todos sus cables están atados y bien atados, y gracias a que los tiene a todos en nómina. Googleen los consejos asesores de las eléctricas en Cataluña y se explicarán la Gran Aportación Económica Liberal de poner un impuesto hasta para el autoconsumo de renovables, el impuesto al sol. El liberalismo español es una broma; el liberalismo progresista españolista, una broma de mal gusto.

Con lo valiosos que son el sol y el viento, iban a ser de todos… Yo lo comprendo, señor Iberdrola, le gustaría una sociedad anoréxica, dependiente del hambre, con sueldos de ochocientos euros como los del nuevo convenio de FASA-Renault. Y de esos 800 euros, quitar cincuenta para la compañía de aguas, ciento cincuenta para las de la luz y el gas, noventa para gasolina, cuarenta para un fondo privado y, cuidado, que la sanidad y la educación van a privatizarse lentamente, empeorando la calidad.

Que va usted a pagar lo que no está escrito, que la cosa ya no da para más que para quedarse quieto, para estar y ser más sujeto que nunca. De casa al trabajo dando gracias. Incrustados, como Anna, todo el día pendiente del hambre, la pobre, acercándose peligrosamente a la imagen y a la semejanza del canon. Cada uno con su dieta, ella con la psicológica y nosotros con la del kilovatio.

Francesc Serés es escritor

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