Una nueva política exterior para el siglo XXI
Días atrás, el Govern aprobó el proyecto de Ley de Acción Exterior. Lo hizo público un poco a hurtadillas, confiando en que nadie escucharía la radio en la cola del peaje durante la Operación Retorno. Puro trámite para una ley que, sin embargo, fue presentada como un pilar de la legislatura y del momento histórico en que vivimos.
Desde principios de año, las organizaciones catalanas con proyección internacional han venido trabajando en un Pacte Nacional per a l'Acció Exterior, que en resumen pretende poner los cimientos de una política pública realmente participativa en este ámbito, centrada en la defensa de la democracia y los derechos humanos a la hora de dar a Cataluña un papel en el mundo. Meses atrás, ante el evidente desmantelamiento de la política de cooperación internacional de la Generalitat, las entidades que trabajamos por la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo ya habíamos reclamado algo similar en un manifiesto.
El pacto fue presentado a mediados de julio en el Parlament. Ante esa actitud constructiva y de diálogo, la actitud del Govern fue cuando menos sorprendente: “Es una ley muy general, no afectará a la cooperación, por eso no os llamamos”. Esa fue la respuesta a una sociedad civil que, después de décadas de trabajo internacionalista, tiene más conocimiento, trayectoria y vínculos de todo tipo que la propia Administración catalana. Esperemos que en el trámite parlamentario las fuerzas políticas se den cuenta del absurdo y faciliten un espacio a las entidades y a la FCONG (Federación Catalana de ONG para el Desarrollo) para aportar visión y bagaje. Son tiempos nuevos y no se puede continuar construyendo países y leyes como en el siglo XIX.
El espectáculo vergonzoso de la política internacional de estas semanas, nos obliga a cambiar la manera de relacionarnos con el mundo en los próximos años. Es evidente que si seguimos saliendo de nuestras fronteras a defender nuestros intereses particulares, escenarios como Mali, Siria o Egipto se repetirán hasta el fin de los tiempos. Alguien debería hacer el balance de cuánto hemos invertido en esos países en construir sociedades democráticas y justas, y cuántos esfuerzos hemos dedicado a conseguir contratos y recursos naturales. Sumen y resten y sabrán porqué estamos asistiendo a la enésima tragedia y a un recurrente fracaso.
En realidad, lo que queremos para Cataluña es algo que quisiéramos para cualquier Estado. Si aquí está empezando algo nuevo, de momento lo está haciendo por el mal camino.
Miquel Carrillo Ponce. Responsable de la ONG Incidència Política d'Àgora Nord Sud
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