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La calle del chocolate

Las fábricas de dulces de Jaime Boix, Juncosa y Amatller coincidían en el barrio de Sants

La publicidad de Niker, con un número de siete cifras, parece sacada del túnel del tiempo.
La publicidad de Niker, con un número de siete cifras, parece sacada del túnel del tiempo.toni ferragut

Hay que levantar la vista para verlo, es un sumario anuncio de pisos en venta rotulado sobre una pared medianera que se asoma a un solar vacío. Cuesta entender dónde está aquello que se vende, quizás la crisis ha impedido la construcción del edificio que tenía que levantarse en este descampado. Aunque el teléfono de contacto que figura tiene siete cifras, así que es anterior a 1997, cuando los números telefónicos pasaron a tener nueve dígitos. Hoy esta publicidad parece sacada del túnel del tiempo, pero en mi infancia era una imagen muy frecuente. Yo nací en este extremo de Sants que se había conocido como La Vall, justo en el límite con Hospitalet de Llobregat, una zona que todavía en los años setenta se estaba urbanizando. Estamos en la calle Sugranyes, antes conocida como Mercedes hasta que en 1907 fue rebautizada en memoria de Victorià Sugranyes, un héroe de la guerra de Marruecos de 1859 en la que murió como oficial del cuerpo de voluntarios catalanes del general Prim.

La calle entonces apenas tenía casas, los vecinos la conocían como la calle del chocolate porque gran parte de su extensión era ocupada por la fábrica de dulces de Jaime Boix, fundada en 1754. Esta empresa era una de las tres dedicadas a la producción de chocolate en Barcelona —junto a la Juncosa y la Amatller—, y fue pionera en ofrecer productos como el chocolate en polvo, el antecedente de los actuales cacaos solubles, que se vendía en paquetes individuales. Cuentan que esta calle exhalaba un delicioso aroma y que siempre la rondaban los niños, esperando que a la salida del trabajo alguien quisiera darles alguna golosina. Boix también fue pionera en incluir cromos coleccionables junto a sus chocolatinas. Yo guardo algunos de la serie dedicada a la Gran Guerra, pero los había de fútbol, de toros, de vestidos regionales, de novelas de Julio Verne, o de estrellas del cine. Una en concreto tuvo mucho éxito, la del África Salvaje, cuna del cacao que llegaba desde la colonia española de la Guinea Ecuatorial. En casa de mi abuela había una caja de metal de esta empresa, donde se podía ver la fábrica con su chimenea que ocupaba gran parte de la actual calle Sugranyes. La más grande en su género del país, con una producción diaria de 10.000 kilos de chocolate.

Jaime Boix fue pionera en incluir cromos coleccionables junto a sus chocolatinas

En 1892, la Compañía Colonial de Cuba denunció a la Boix, que comercializaba la marca Colonial. Los cubanos ganaron el pleito y el empresario catalán tuvo que renunciar a este nombre. Entonces su industria colindaba con la vecina calle de Carreras Candi, bautizada en recuerdo del geógrafo, historiador y propietario de solares en La Vall Francesc d’Assís Carreras i Candi, que compartía la propiedad de estos terrenos con Ventura Plaja i Tapis, un regidor del Ayuntamiento independiente de Sants. Poco después, en 1897 se transformaba en un barrio de Barcelona y comenzaban a aparecer las primeras casas de vecinos. A principios de siglo, la calle Sugranyes acogía un campo de fútbol donde jugaban la Unión Deportiva Hostafrancs y la Agrupación Deportiva de los Tranvías de Barcelona, una de cuyas sedes eran las cocheras situadas junto a la iglesia de Santa María dels Sants (actualmente el Centro Cívico de las Cotxeres). Durante la inauguración del terreno de juego hubo un torneo con el Fútbol Roses Club y con la Sociedad Cultural Petromax, disputándose una copa de oro ofrecida por el presidente honorario de la agrupación de tranviarios, el marqués de Foronda. Finalmente, en 1928 la comisión municipal acordó iniciar la urbanización de este sector de la ciudad, incluyendo la construcción del colegio Luís Vives, más conocido como La Olivereta.

La calle Sugranyes lleva el nombre del héroe que murió en África a las órdenes del general Prim

Cerca de allí se encontraba la fábrica Serra i Balet —de la que todavía queda la chimenea—, donde en 1933 se realizó un audaz atraco a punta de pistola que tuvo mucha fama, pues en su huida a los atracadores se les rasgó la bolsa con el botín y parte de los billetes volaron por la acera, provocando un tumulto que impidió que fuesen detenidos. Antes de la Guerra Civil, la familia de Pascual Fresquet —jefe de la temida Brigada de la Muerte— regentaba una fonda en este lugar. Y en la posguerra hubo una casa segura donde se escondían los guerrilleros del grupo de Marcel·lí Massana. Todavía en 1971 se estaba instalando el alcantarillado, que ese mismo año provocó una gran inundación de más de un metro de altura por culpa de unas fuertes lluvias que obligaron a diversas actuaciones de los bomberos. Entonces el barrio estaba lleno de carteles como el de las fincas Niker, con promociones inmobiliarias que atrajeron a nuevos vecinos y cuyos edificios aún pueden verse por todas partes. Recuerdo de cuando esta calle se habitó definitivamente.

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