Una riada amarilla en Cibeles
Más de 100.000 personas celebran los 75 años de la creación de la ONCE También han festejado los 25 de su Fundación
Lila, Pilar y Encarni bailan en un corrillo al son de Shakira: Soy loca con mi tigre, loca, loca, loca... Salieron el sábado a las once de la noche y el domingo a mediodía todavía no se habían acostado. El improvisado after es un rincón de la plaza de Cibeles donde estas tres sevillanas, de 65 años, celebran La Fiesta de la Ilusión. O lo que es lo mismo: el 75 aniversario de la creación de la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) y los 25 de su Fundación. Como ellas, otras 100.000 personas —entre trabajadores de esta entidad, voluntarios y afiliados— tiñeron ayer de amarillo, el color de sus camisetas, el centro de Madrid. La marea arrancó en Cibeles y anegó de solidaridad todo el paseo de Recoletos y la plaza de Colón, donde finalizó la marcha.
La dirección de la ONCE fletó 600 autocares. Y el apoyo se notó. Desde Andalucía a Cataluña, pasando por Castilla-La Mancha, Valencia o Madrid. Ninguno quiso perderse el sarao, que empezó a las 10 de la mañana y que estuvo amenizado por el conocido speaker, El Pulpo. Además de Shakira, sonó Alaska, Melendi y, cómo no, Paquito, el chocolatero. En una de las esquinas de Cibeles, Manuel, un vecino de Úbeda (Jaén), bailoteaba también con su mujer, Rosario, y su hija. “Llevamos despiertos desde las cuatro de la madrugada, pero la ocasión lo merece”, resumía tras sus gafas de sol este hombre de 57 años; ciego desde los 37. “Tuve un accidente de bicicleta y me dio un desprendimiento de retina aunque yo soy afiliado, no trabajador”, aclaraba. Pese a lo cual, afirma que la ONCE le concedió un perro guía: Columbus. Un labrador negro, que ayer, pobre, resoplaba más exhausto que sus dueños.
Muchos de los asistentes aprovecharon el viaje hasta Madrid para hacerse fotos con la diosa Cibeles o la Policía Municipal y, de paso, denunciar la actual situación de recortes sociales. “Como sigan quitando cosas, vamos a acabar andando como Los Picapiedra”, ejemplificaba jocosa Mari Carmen, de 50, muy cerca del Ayuntamiento desde su silla de ruedas. “Tengo poliomielitis, pero también más marcha que nadie. Salimos a las tres de la mañana de Jérez y no sabemos cómo vamos a acabar”, añadía entre risas. Fue la tónica general durante todo el evento. Salvo para los pacientes conductores de las tres filas de autobuses, que llegaban hasta Neptuno, y que tuvieron que hacer tiempo. Mucho tiempo. Porque la fiesta de la ilusión se prolongó hasta pasadas las tres de la tarde. Lo que le vino de perlas, por otro lado, a José María. En una de las esquinas, este vendedor de cupones repartía, desde su improvisado puesto, eso mismo: ilusión. “Le debo mi trabajo a la ONCE. Hasta ahora cobraba una pensión por una hernia discal que tengo, un problema de tiroides y una lesión de corazón. Ahora tengo un trabajo”, se congratulaba. “¿Las ventas? Hoy mejor que otros días. La crisis, ya sabes...”, dejaba caer este mostoleño, que trasladó ayer su puesto habitual de la avenida de Valladolid, a Cibeles.
La organización fletó 600 autobuses desde distintos puntos de la península
Sara también trabaja, aunque no de lo que le gustaría. Tiene 29 años y es informática, pero se queja de que muchas aplicaciones no están adaptadas para personas con una discapacidad visual. “Así que subtitulo películas para sordos en una empresa ligada a la Fundación ONCE”, decía pegada a la plaza del descubridor. A su lado, su amiga Noelia, de 27 años y trabajadora en un laboratorio de análisis de sangre, asentía entre el sonido de tambores y gaitas: “Falta mucha integración laboral. Mucha, mucha”.
Pese a lo cual, estas dos chicas festejaban al final del recorrido lo mucho que se ha avanzado en concienciación social. Para percatarse de esto último, bastaba con levantar la vista y ver el paisaje: niños, abuelas, padres, madres, parejas, amigos, perros... Toda una cosmología de ilusión donde los más talluditos cantaban las canciones de los payasos de la Tele, presentes en el escenario de Colón, y el resto aguardaba impaciente al plato estrella del acto: la esperada actuación de David Bisbal, que se hizo querer tras Nena Daconte y el Sueño de Morfeo.
Manuel, el dueño de Columbus, el perro labrador, lo tiene claro: “Si no existiera la ONCE, habría que inventarla. La prueba de que la ilusión es capaz de todo son sus 75 años. En 1938 no tenían ni para un mendrugo de pan, y fíjate lo que han montado”.
Habrá que cambiar, pues, el significado del amarillo. Desde hoy, el color de la ilusión.
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