Navantia, efecto dominó sobre Ferrol
Sin contratos, dique ni flotel, los astilleros públicos de Navantia encaran su peor crisis y arrastran en su caída a otros sectores de toda la comarca
Hay dos cosas que definen a Ferrol: los barcos y las procesiones. La construcción naval es el motor económico y la Semana Santa, el reclamo turístico. Son las señas de identidad de la urbe desde hace 300 años. Ambas se fundieron el miércoles para escenificar el agónico via crucis del sector naval en la ría en una procesión alternativa con obreros en buzo en lugar de capuchones reclamando el flotel comprometido por la Xunta como el milagro urgente.
Sin carga de trabajo ni dique flotante, el grueso de la plantilla procesionó por el centro con una nueva movilización, la tercera este mes tras el anuncio del Gobierno de meter la tijera en las nóminas de una plantilla privada de la extra y que ha perdido “un 9% de su masa salarial desde 2010”, denuncian los sindicatos. Temen que la dirección plantee despidos masivos y el runrún que les llega pasa por sacrificar “un tercio de los 5.000 empleados de Navantia en toda España”. “Aquí nos van a encontrar”, replica Ignacio Naveiras, portavoz del Comité. Los sindicatos del naval ferrolano, mucho más potentes y organizados que en otros sectores industriales, son capaces de orquestar grandes movilizaciones en una ciudad acostumbrada desde siempre a reclamar sus derechos laborales en la calle.
La lluvia y las protestas del naval —hasta siete movilizaciones desde enero— han sido constantes este invierno. La plantilla directa de Navantia en Galicia suma 2.358 operarios en Ferrol (2.016) y Fene (342) que se enfrentan a una situación inédita en décadas de historia: gradas vacías y subactividad en los talleres.
“En Fene estamos a verlas venir”, relata Jorge Prieto, de CCOO y presidente del Comité. Se fajó en la antigua Astano y ha pasado 42 de sus 57 años en la empresa a la sombra de la grúa pórtico que da de comer a toda la comarca. Vivió la brutal reconversión de los ochenta, que sacrificó Astano para que España ingresara en la UE, y también la debacle de Izar (la antigua Bazán) en 2004, donde el Gobierno de José María Aznar había inyectado una lluvia multimillonaria que Bruselas consideró ayudas de Estado ilegales.
“Nunca, y repito, nunca, estuvo la cosa tan mal”, asegura rotundo. Cuenta que a pesar de la dureza de otros procesos, los trabajadores tenían opciones para emplearse en la construcción o en otras empresas potentes como Endesa. “Hoy no hay alternativa, es esto o la nada”, sentencia.
De los 342 operarios de Fene, unos 30 están en Carenas y el resto de la plantilla, explica, prácticamente remató los bloques para los destructores australianos sin mucho más que hacer. No hay contratos nuevos y el flotel que Alberto Núñez Feijoo anunció en septiembre, antes de su reelección, y que el ministro Cristóbal Montoro, comprometió en el Congreso para marzo, no ha arrancado ni tiene visos de hacerlo.
La parálisis de los astilleros provoca en Ferrolterra una reacción en cadena que se sintetiza en la tasa de desempleo más alta de toda Galicia (28,4%) con 21.604 parados. Las primeras fichas en caer han sido 2.000 operarios de las auxiliares. Eran 1.815 a finales del 2012 y han crecido hasta los 2.100, según el último recuento que el Comité cerró en febrero.
El número de despedidos en los astilleros desde septiembre del 2011 prácticamente iguala al personal en nómina de Navantia. Son las víctimas directas de unas gradas vacías y una hilera de buzos colgados en las rejas de la factoría recuerdan desde hace meses que cada uno de estos números tiene una persona detrás.
Esta semana, C. S. recogió sus cosas de la mesa y el martes firmará el finiquito tras casi ocho años de trabajo en la sala técnica del astillero. Otra compañera acumula tres meses de ERE tras casi 20 de actividad. Es ingeniera técnica de estructuras y, por primera vez, su empresa no tiene planos que diseñar. Cuentan que en Dinain SL, diseño naval e industrial, hay varios matrimonios. La dirección intenta, dentro de lo posible, mandar al paro solo a uno de los cónyuges para no agravar el drama.
Desde la sala donde arrancan los proyectos, hasta los talleres donde se fabrican los bloques, la situación se repite y la subactividad es generalizada. Muchos operarios de auxiliares han agotado ya —o están a punto— sus prestaciones tras dos años en el dique seco. El perfil común es el de un varón de 25 a 40 años que encadenaba contratos y con familia detrás. Este verano, el último buque zarpará rumbo a Australia y, sin flotel, ya no quedará nada.
“Aquí se van a multiplicar los desahucios como en las cuencas mineras de León”, pronostica Naveiras. El único balón de oxígeno para la ría llega desde desde Carenas Fene-Ferrol (reparaciones), la única división rentable de Navantia en 2012 con 2,5 millones de beneficios. Esta semana coincidieron seis buques en el taller: entre Fene y Ferrol. Carenas tiene que rechazar contratos por falta de espacio para reparar barcos de gran porte y la comarca clama por un dique flotante que le abriría puertas a nuevos mercados.
El eco del declive naval va todavía más allá de lo que refleja una estadística demoledora y se palpa claramente en las calles del centro: decenas de pequeños comercios han cerrado desde Navidad, incluso el todopoderoso Inditex cerró una de sus tiendas bandera en la plaza de Armas. El sector hostelero se contrae porque no hay sueldos que gastar y abundan los bajos céntricos en alquiler o a la venta desde hace meses. Lo notan también en Cáritas, Cruz Roja o la Cocina Económica, que este mes ha pedido más voluntarios porque no dan abasto sirviendo menús.
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