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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Europa contra la propiedad privada?

La crisis de Chipre evidencia que en Europa se puede ‘saquear’ el dinero privado con toda tranquilidad

Después de la llegada de un papa que pondrá de moda a los pobres, sucede lo de Chipre. A estas alturas todos lo saben: la UE, su troika y el clan Merkel, despreciando la legalidad democrática, decretan la alternativa de un impuesto sobre los depósitos bancarios (eufemismo que equivale a la confiscación del dinero particular) para evitar la quiebra del pequeño y liado país. Un hecho sin precedentes en Europa, obviamente.

En las democracias las autoridades políticas no suelen apropiarse del dinero ajeno cuando les place: las leyes protegen la propiedad privada y nadie —nos guste o no— lo discute, por muchas deudas que tenga un país. Hace sesenta años, en 1953, cuando la hoy prepotente Alemania debía miles de millones por deudas, los europeos, en el Pacto de Londres, supieron ser generosos y perdonarlas en un 50 por ciento. En el momento de la reunificación, los europeos volvieron a ser generosos. Pero esta Europa de troikas antiparlamentarias y ministros con cara de irrecuperable rencor y ambición ilimitada como Wolfgang Schäuble está evolucionando, no se sabe si hacía el modelo chino de dictadura capitalista o hacia una forma vintage de leninismo-estalinismo postmoderno. Así que se induce a saquear el dinero del ahorrador privado con toda tranquilidad. Porque, señoras y señores, por mucho que el impuesto sobre depósitos chipriotas sirva para penalizar dudosos capitales de no menos turbios negocios globales, nunca hubiera podido imaginarme escribiendo un artículo para defender, aquí y ahora, la propiedad privada ignorada por una ridícula Europa pendiente de que el partido de frau Merkel gane las elecciones. Qué falta de criterio. Qué desprecio a la ciudadanía. Qué desprestigio para el colectivo europeo. Qué espectáculo. ¿Qué clase de Europa es esta?

Con la voracidad con la que el sistema financiero y bancario se ha tragado ya nuestros impuestos, nada más lógico que vuelva a hablarse del refugio del calcetín

Los gobiernos, el español el primero, se han apresurado a decir que no habrá contagio, que España, ¡ah!, no es Chipre y otros tópicos típicos de hombrecillos dispuestos a dar lecciones que la realidad desmiente. Así que la gente ve lo de Chipre como era de esperar: las barbas del vecino. Y, claro, con la voracidad con la que el sistema financiero y bancario se ha tragado ya nuestros impuestos y ha aumentado nuestra deuda colectiva nada más lógico que vuelva a hablarse del refugio del calcetín (artilugio casero de privacidad total) para los escasos ahorros que permiten aún respirar a la gente. ¿Para qué sirven los bancos? ¿Qué haremos con la Visa?

Esta inacabable crisis muestra una preocupante progresión en las desigualdades sociales que numerosos estudios corroboran. No hay que excluir, por tanto, que lo de Chipre sea el avance del nuevo paso a seguir en el empobrecimiento general (¡en la pobreza se alcanza la igualdad! sugieren) y la abolición de la propiedad privada como norma básica para el 99% de la población. Así el 1% restante, la verdadera élite al mando, dispondría, al menos en teoría, de la riqueza del mundo.

No son ideas de bombero sino que gente muy lúcida maneja este tipo de hipótesis desde hace mucho. El sociólogo Pierre Bourdieu me explicó, en aquella época del frenesí de OPA's y de empresas más y más grandes, que ese afán ligaba con la “patología fálica” que movía el mundo de los grandes negocios. Algo similar me comentaba el filósofo Edgar Morin: egos monstruosos, vino a decir, enfermos. De ello deja constancia en sus libros la politóloga Susan George que hace diez años publicó su profético Informe Lugano I (Icaria) del cual todo —burbuja financiera de 2008— se ha cumplido, incluidas esas alusiones a lo molesto e improductivo que es que el mundo (lo aseguran estudios del FMI y del gobierno japonés) se llene de viejos, así que una forma de diezmar la población inútil son las hambrunas y la reducción de recursos a la sanidad. Diez años después, George vuelve con Informe Lugano II (Deusto), tan estremecedor como el anterior, su conclusión es: “Ahora vamos a liquidar la democracia”. Lo vemos todos los días. Richard Sennet lo corrobora en su último libro, Juntos (Anagrama) y Victoria Camps nos muestra en su Breve historia de la ética (RBA) cuál es el camino para recuperar la cordura. Hay que leer.

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