La sombra de Torres-Dulce
Calparsoro se ve obligado a abrir una investigación sabiendo su desenlace
El fiscal vasco, Juan Calparsoro, sabe el terreno que pisa porque conoce la realidad de Euskadi. Precisamente por este reconocido dominio de situación no resulta temerario intuir que la investigación abierta a Laura Mintegi al afirmar que entrevía razones políticas en el asesinato de Fernando Buesa llega inducida. Flota la alargada mano del fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, muy receloso últimamente con cada paso de sus subordinados en cuestiones de trascendencia política como ocurrió con la renuncia del fiscal catalán.
Torres-Dulce ha arrastrado a Calparsoro a una incómoda posición que compromete en exceso la autonomía responsable del Parlamento vasco. No sería de extrañar que en el transcurso de las conversaciones previas a esta sorprendente e inoportuna decisión, y en un rápido repaso a las bases jurídicas sobre las que se sostiene la investigación, el fiscal vasco ya le haya advertido a su superior de todo puede quedar en aguas de borrajas. Pero las víctimas del terrorismo y UPyD jamás podrán señalar con el dedo a Torres-Dulce de que no actuara con firmeza ante unas deplorables palabras de Mintegi que recordaron el argumentario militarista más ortodoxo de la izquierda abertzale ilegalizada.
Bien es cierto que, con su decisión, el fiscal general del Estado enrarece el ambiente político vasco en unos momentos especialmente delicados para apuntalar, como mínimo, la convivencia. Si es legítimo instar a la justicia a que siga su curso acompasando la realidad social, y en el caso de Euskadi ésta aparece palmaria, hay que convenir que Torres-Dulce ha mirado hacia otro lado y arrastrado lamentablemente en su empeño a Calparsoro, a quien, no obstante, no ha quitado ojo en cada uno de sus pronunciamientos sobre el proceso de paz y la adecuación necesaria de la política penitenciaria.
Mintegi, desacertada en su intervención ante la Cámara durante una propuesta del PP sobre la ponencia de paz y convivencia, ya sufrió como condena política el inapelable rechazo democrático por sus hirientes palabras, que quizá no hubiera pronunciado en un ambiente menos crispado. Pero su voluntad personal y política no pasa por enaltecer a ETA, aunque a ella y a su entorno se les siga atragantando la denuncia de la banda terrorista.
La búsqueda de pruebas que demuestren el enaltecimiento de ETA por parte de Mintegi puede ser un arduo ejercicio semántico que posiblemente roce el esperpento cuando se produzca. Es evidente que el Parlamento vasco ni se merecía las palabras de Mintegi ni la injerencia de la fiscalía. Realmente en este país cuesta mucho avanzar...en paz.
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