_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La utopía de la transparencia

"Los seis millones de parados ya ni miran al cielo ni acuden a las colas para encontrar empleo"

Hay ocasiones en las que uno está tentado de pensar que este mundo está completamente loco. El Papa dimite (y no como otros) debido también a que le ha resultado imposible controlar su ministerio, mientras un rayo ametralla la cúpula de la Basílica de San Pedro y un meteorito inesperado se estrella en la estepa siberiana. ¿Señales todas de las triquiñuelas del Maligno? Vete tu a saber, sí, pero ¿dónde? Los tiempos están cambiando, cierto, pero tal vez no en la dirección que extasiaba al gran Bob Dylan. Y respecto de la humana conducta humana, los políticos andan espiándose unos a otros en lugar de ocuparse con decencia de los asuntos por los que viven de nuestros impuestos, supongo que porque todos tienen la sospecha (fundada) de que aquí el que no corre vuela y que por tanto conviene cotillear con alta tecnología a todo el mundo antes, durante o después de que lo hayan hecho contigo, porque al cabo todo se sabe y conviene saberlo el primero por si resulta preciso ocultarlo todo. Y a todo esto Luis Bárcenas en su casita pequeñita del Canadá se dedica a esquiar y quién sabe a cuántas cosas más, porque se practica mejor el esquí con el bolsillo forrado y se forra uno con más rapidez si sabe las pistas que debe elegir, y vaya si lo saben. Sobre la blanca capa de nieve se cierne, al caer la tarde, el blanqueo de muchos dineros de los contribuyentes, como si dijéramos en plena naturaleza, inocente hasta que no se demuestre lo contrario, y ajena en todo a los trapicheos de postín que acoge en su hollada majestuosidad.

Por lo demás, los seis millones de parados de este país ya ni miran al cielo, ni mucho menos acuden a las colas para encontrar empleo, para qué, si saben que se trata de una entelequia en la que con algo de suerte encontrarán un trabajito de 400 euros mensuales a cambio de dejarse alma, dignidad y orgullo. Tampoco están en lo mejor de su experiencia los dependientes desprovistos de toda ayuda y con tan escaso consuelo que empiezan a expirar como pajarillos sin aire, al menos sin el aire limpio de los esquiadores de alto standing.

Y en cuanto a la transparencia, siendo el ser humano esencialmente opaco, hasta el punto de que muy a menudo ni siquiera considera la conveniencia de conocerse a fondo, ¿cómo podría comportarse de otro modo que más o menos ciegamente con los otros seres humanos? Pero la ceguera no siempre es enemiga del agio, de modo que el tuerto bien puede alzarse con la peana y la limosna a poco que sus correligionarios colijan que el asunto no carece de interés. Cuando uno tiene más años por detrás que por delante no acostumbra a emocionarse con el entusiasmo juvenil, acaso porque adivina que terminarán como todos: embaucando a los de siempre en su provecho y espiándose unos a otros. Incluso es posible que los empleados bancarios que hicieron firmar preferentes a ancianos con alzheimer fueran en su juventud estupendos muchachos desbordantes de idealismos diversos.

¿El siempre invisible Espíritu Santo tiene algo que añadir? Que se manifieste de una vez.

 

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_