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La Academia carece de fondos este año para pagar a sus 30 empleados

Los ingresos de la entidad se redujeron a menos de la mitad en dos años

El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, con Méndez Ferrín en abril pasado.
El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, con Méndez Ferrín en abril pasado.LAVANDEIRA JR (EFE)

Legalmente le ha sido confiada, según figura en el Estatuto de Galicia, la salvaguarda y actualización del idioma propio, pero curiosamente la Administración nunca le ha facilitado expresamente fondos para cumplir tan noble objetivo. La Real Academia Galega, la institución que Manuel Murguía fundó en 1906 y sobrevivió a 40 años de franquismo, no podrá afrontar en 2013 los gastos de personal. La RAG consiguió hace dos años tener una partida en los presupuestos generales del Estado, y por primera vez, en el ejercicio que viene, también en los de la Xunta, pero ese conocimiento contable les sirve para saber que en dos años sus ingresos se han reducido a menos de la mitad. Como última instancia, la directiva de la Academia se entrevistará el próximo día 9 de enero con el presidente Alberto Núñez Feijóo. “La Xunta tiene que asumir que, según la Constitución, es un gobierno de una nacionalidad histórica con una lengua propia, como Cataluña o Euskadi, no de Murcia, y que tiene que estar a la altura. Solo pedimos el mismo trato que le dan a empresas privadas como Autopistas del Atlántico”, dice el presidente de la Real Academia, Xosé Luis Méndez Ferrín.

Las instituciones similares de las otras lenguas oficiales, o como se suele decir, como si fuese un rango menor, cooficiales, el Institut d'Estudis Catalans y la Euskalzandia, la Academia de la Lengua Vasca, llevan doce años con partidas fijas en los presupuestos estatales, que cuando se incorporó la RAG, hace tan solo dos años, eran de 1.200.000 euros. En el ejercicio 2012, las aportaciones a las instituciones catalana y vasca fueron algo superiores a los 700.000 euros y a la gallega de 630.000. En 2013 se rebajarán a 340.000. En 2012, la Xunta aportó, mediante convenios para distintos fines, 370.000 euros, y para 2013 “el conselleiro de Cultura dijo públicamente que unos 500.000 euros, pero por otra parte nos comentaron que de ninguna manera, que unos 300.000”, aseguraba el pasado día 28 el secretario de la Academia, Xosé Luis Axeitos. A las pocas horas, el proyecto de presupuestos de la Xunta confirmaba sus temores: 287.865 euros.

En resumidas, cuentas, los 1.400.000 euros de los que dispuso la RAG en 2011 hace dos años se han reducido a menos de 700.000. ¿Para qué los necesita o en qué los gasta? De entrada los gastos de personal son precisamente 701.000 euros. Los académicos no cobran un euro, pero sí los 30 trabajadores que se encargan de mantener abiertos al público 12 horas diarias la biblioteca, la hemeroteca, el museo de Emilia Pardo Bazán, de trabajar en el departamento de lexicografía o en el de sociolingüística. “Servicios que no se pueden cerrar al público o a los investigadores, porque sus fondos son imprescindibles para entender el arte contemporáneo de Galicia o la música europea del siglo XIX”, considera Ferrín.

La Academia da también otros servicios menos especializados, algunos para la propia Administración. Además del diccionario en la web que ha puesto a disposición pública recientemente —y del diccionario-diccionario que lleva años realizando—, está elaborando una aplicación para móviles, un servicio de traducción on line para funcionarios y una revisión de la toponimia para la Xunta (el nomenclátor de Galicia incluye unos 40.000 nombre). “Hemos tenido que suspender las diez publicaciones periódicas que hacemos, andamos detrás de la gente para que apague las luces y no encendemos la calefacción más que lo estrictamente necesario, mientras al Consello da Cultura lo dotan con dos millones y medio de euros”, se queja Axeitos. “La Xunta se los da a sí misma, el Consello es una institución suya. La Academia no lo es”, quita importancia Ferrín.

El problema no es en todo caso esa diferencia de trato, sino otra. El Institut d'Estudis Catalans y la Euskalzandia, además de las partidas fijas del Estado que venían percibiendo habitualmente, reciben ayudas de sus propios gobiernos. 5.538.947 y 1.332.820 euros respectivamente en el ejercicio pasado, en el que la RAG percibió 370.000. Y por si alguien piensa que es porque son más ricos, un estudio comparativo de la propia RAG establece que por cada millón de euros de PIB, Galicia destina a su academia 6,5 euros, Cataluña 28,3 y el País Vasco 20,6. Lo más curioso es que la Generalitat Valenciana, que no destaca por ser especialmente protectora de la cultura propia aporta 3.851.000 euros a la Acadèmia Valenciana de la Llengua, que estudia un idioma que es, básica y filológicamente, catalán.

Una precariedad de hierro

“No estoy dispuesto a seguir mendigando. Yo personalmente creo que si la sociedad y las instituciones creen que la Academia es necesaria que la mantengan, y si no, no”. Esta es la disposición de ánimo con la que irá Xosé Luis Axeitos a la cita presidencial. Lo cierto es que la sociedad y las instituciones no han hecho nunca demasiado por la Academia, pero, mal que bien, ha cumplido 106 años y sobrevivido a cuatro o cinco regímenes políticos.

“Hasta la Guerra Civil, la sufragaba América. Los centros gallegos de La Habana y Buenos Aires, con el apoyo de la Diputación de A Coruña”, señala el historiador y anterior presidente de la Real Academia Xosé Ramón Barreiro Fernández. Con el golpe franquista y la dictadura consiguiente estuvo al borde de la desaparición, pero tan solo cuatro años después del fin de la Guerra Civil, en 1943, se volvió a constituir formalmente. En 1963 encontró el filón del Día das Letras Galegas, pero sus medios eran prácticamente nulos. “Hicieron un alarde. El Boletín de la Academia se retrasaba años, o sacaban cuatro o cinco años en un número, lo pagaban de su bolsillo. Había una señora recluida en un convento, muy devota de la Real Academia, y de vez en cuando, el presidente mandaba al portero, Domingo, a ver si firmaba un cheque de 500 pesetas”, cuenta Barreiro.

Las aportaciones privadas siempre fueron decisivas en la vida de la RAG. Desde los tiempos en que muchos particulares donaban sus bibliotecas, hasta los más recientes en que, según Ferrín “hay empresas que ayudan, o fundaciones como la Barrié”. También la Fundación Caixa Galicia les había cedido indefinidamente la casa en la vivieron Murguía y Rosalía en la Ciudad Vieja coruñesa, pero no hay fondos para rehabilitarla. El caso es que las instituciones nunca han sido generosas. “La Academia vivía con 25 millones al año, hasta que llegó Alfredo Conde y subió a 40. El siguiente conselleiro volvió a bajarlos”, recuerda Barreiro. También el impulso de la gente de Galaxia que se había hecho cargo de la RAG decayó. “En 1997 Paco [Fernández del Riego] y yo nos hicimos cargo de una Academia moribunda”, señala. “En silencio la relanzamos y la consolidamos. Lo que se ha hecho ahora es formar un equipo de excelencia en la onomástica, en la toponimia, y eso cuesta”.

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