El tirón y la embestida
El nacionalismo pasa de nuevo a la defensiva después de una estrategia que le llevó a penetrar en territorio hostil
Después del tirón, estrebada en catalán, la embestida, l'envestida. Las dos expresiones pertenecen al vocabulario convergente y son muy exactas. El tirón es el que dio el nacionalismo conservador al pasar del autonomismo al independentismo y convocar elecciones anticipadas. La embestida ha sido la respuesta del ministro de Educación, José Ignacio Wert, con sus proyectos de contrarreforma educativa, inspirados en una idea de España unitaria, católica y reaccionaria, abiertamente preconstitucional.
Con l'estrebada el nacionalismo catalán pasó a la ofensiva, en la creencia de que cuanto más penetrara en territorio hostil más fácil sería luego consolidar posiciones. El resultado de las elecciones ha demostrado que partía de un cálculo de fuerzas erróneo y de una estrategia desproporcionada en relación a su capacidad de fortificarse en territorio conquistado. Así es cómo la embestida le ha obligado a empezar el repliegue a posiciones defensivas. "La marcha hacia Europa puede transformarse en la defensa del modelo autonómico amenazado", ha señalado Antoni Puigverd en La Vanguardia (7 de diciembre).
Quince días después de las elecciones, el diagnóstico es bien claro: un análisis erróneo de la realidad social catalana, una estrategia desacertada y una campaña electoral mal planteada. El independentismo tiene mucha fuerza, pero no suficiente para seguir avanzando, ni tan poca como para salir en desbandada. La rapidez y la energía de la estrategia, el tirón propiamente dicho, produjo sensación en el primer momento, a rebufo de la manifestación del 11S, pero luego pinchó. La personalización de la campaña, sus quiebros estratégicos y sus numerosos errores hicieron el resto.
A la vista de la embestida, precedida por la soez cornada de El Mundo, con la publicación en el último tramo de campaña de su falso informe contra Mas, donde mayor ha sido el fallo de los estrategas convergentes es en el cálculo de la resistencia y de la envergadura del vector centralista, a fin de cuentas el decisivo en la ecuación Cataluña/España. El venerable patriarca convergente Jordi Pujol lo venía advirtiendo desde que se empezó a redactar el nuevo Estatut y no ha cejado ni siquiera después de su súbita conversión independentista, hace un par de años: España es algo muy serio, con frecuencia minusvalorada desde Cataluña y nunca hay que dejar de respetar su envergadura y su fuerza.
La idea independentista ha sufrido una derrota política momentánea, pero se equivocaría quien diera por finiquitado el problema con la embestida
Enric Juliana acuñó en tiempos del tripartito una metáfora redonda para captar este error de los catalanes enfrentados al poder central. Somos la brigada Pomorska, los lanceros polacos pertrechados de corazas, guardapechos y cascos emplumados, que se enfrentaron gentilmente a caballo a los blindados de la Wehrmacht en los primeros días de la invasión alemana de su país en 1939. El episodio nos llega como una hazaña llena de nostalgia y heroísmo, pero aquellos días fueron los que abrieron las puertas del infierno para Europa.
Las ideas y proyectos independentistas han sufrido una derrota política momentánea, pero se equivocaría quien diera por finiquitado el problema con la embestida. Al contrario, el ministro Wert ha dado una nueva y engañosa vida a la estrategia del tirón, que esta sí es la auténtica derrotada en las elecciones del 25N. Los artífices de l'estrebada, además de sus errores de análisis y cálculo de la situación, demostraron que no llevaban bien aprendidas las lecciones que la historia ha ido proporcionando al catalanismo. Es curioso porque están muy bien sintetizadas en un libro tan imprescindible como Notícia de Catalunya, de Jaume Vicens Vives, y de nuevo tengo que citar a La Vanguardia, pues es el diario que ha puesto masivamente a la venta una reproducción de la edición original precisamente el día de las elecciones, demasiado tarde para que lo estudiaran y lo tuvieran en cuenta sus amigos de CiU, algunos de sus columnistas y sus lectores. Una cita es suficiente: "Hemos dicho '¡basta!' en el peor momento, cuando había pasado el punto dulce de nuestra fuerza o nuestra razón. Tiene la culpa de esa falta de acierto, sin duda, el debilitamiento del seny en las clases dirigentes". La actual estrebada es hija de esta debilidad del criterio.
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