“En España sigue habiendo una base caciquil muy grande”
El ganador del último Premio Planeta reflexiona sobre España, la corrupción y la novela negra
Parece que Bevilacqua y Chamorro se están acostumbrando a los premios. Con El lejano país de los estanques, la novela en que nació esta pareja de investigadores de la Guardia Civil, su creador, Lorenzo Silva (Madrid, 1966), ganó el Ojo Crítico en 1998. Elevó el listón con el Nadal de 2000 para su segunda aventura, El alquimista impaciente. Y ahora ha mejorado y completado la mano con el Planeta que acaba de recibir la séptima y por ahora última entrega de la serie, La marca del meridiano, que Silva ha presentado esta semana en Bilbao.
Casi tres lustros más viejos, más sabios y más encallecidos, el brigada y la sargento se enfrentan ahora a una trama de corrupción que remueve el pasado de Bevilacqua.
Pregunta. El Planeta viene siempre con polémica detrás por su forma de concesión.
Respuesta. Polémica no tanto por su forma de concesión, que tengo la sensación de que la gente no conoce muy bien, sino fundamentalmente porque son 601.000 euros, una cantidad que no se invierte normalmente en cultura en este país. Todo el mundo ve muy normal que se gaste ese dinero, incluso dinero publico, en un estadio de futbol y 10 veces más, pero no tenemos la costumbre de que una empresa privada lo invierta en un producto cultural. Tengo la sensación de que ahora mismo el Planeta está planteado de una manera muy profesional, absolutamente impecable. A mí me han prometido premios en el pasado premios por libros que no existían y nunca acepté ese trato, que me parece absurdo para un escritor.
P. ¿España es más corrupta desde que Bevilacqua y Chamorro iniciaron sus aventuras?
R. Creo que España siempre ha sido bastante corrupta por algo que no ha cambiado en los últimos 200 años: con todos los partidos que se han sucedido, todos los regímenes diversos y a veces contrarios, en España sigue habiendo una base caciquil muy grande. Funciona mucho ese poder de alguien que opera sobre un territorio y genera una red de favores, tanto puestos de trabajo como concesiones o aprovechamientos ilegítimos de los bienes públicos. Eso estructura la sociedad, incluso las formas de poder. Unas veces son democráticas y otras autoritarias, pero esa base caciquil no ha terminado nunca de desaparecer de España. Hablo de corrupción policial, y la policía española no es especialmente corrupta, como una cierta metáfora de esos servidores públicos que, apareciendo ante sus conciudadanos como valedores del bien común, acaban sirviendo a intereses particulares no pocas veces espurios y no pocas veces delictivos.
Tengo la sensación de que el Planeta está planteado ahora muy profesionalmente
P. ¿Eso ha contribuido ya no solo al descrédito de los políticos, sino del propio sistema democrático? R. Incluso a algo tan grave como la erosión de la estructura económica del país. En un país donde mucha gente asume que una manera de obtener medro personal es malbaratar, malversar y desviar la riqueza pública, qué incentivo hay para emprender, para buscar a partir del trabajo o de la iniciativa empresarial la riqueza personal, si hay una vía segura metiendo la mano en la cartera de los ciudadanos.
P. En un momento de la novela, Bevilacqua dice que su trabajo es vigilar que el tinglado social no se venga definitivamente abajo.
R. El tinglado está asentado en buena medida sobre la creencia de que hay el número suficiente de personas que cumplen con su deber, que se comportan con dignidad y que hacen su trabajo. Si rompemos esa creencia entonces se produce la desbandada, el pánico. Y hemos estado en algún momento en los últimos años bastante cerca de eso.
P. En estos años ha habido un progresivo deslizamiento hacia el cinismo o el descreimiento tanto en Bevilacqua como en Chamorro.
España es un país muy rezagado en la novela negra
R. No tanto. Bevilacqua siempre ha sido irónico, cáustico. A medida que va cumpliendo años lo que no hace es contemporizar. Es poco amigo de eufemismos. Pero hay siempre una raya que no cruza y que no quiero dejarle cruzar: llega hasta el borde del precipicio, pero nunca se tira al abismo que le convertiría en un cínico. Tienen más motivos que nunca, porque tienen mucha más información que nunca, para descreer del sistema, pero también un prurito especial de decir nosotros no; vamos a estar ahí incluso aunque todo lo demás de desmorone y no nos vamos a desmoronar.
P. ¿Cómo ve el actual boom en España de la novela negra?
R. Es un boom raro, porque tiene una parte internacional y otra autóctona. La internacional es un fenómeno cíclico: hay una inmediatez entre los momentos de esplendor del género negro y las crisis del sistema. Pero en España hay un fenómeno particular. Es un país muy rezagado en este género, porque buena parte de los últimos 150 años, el periodo que abarca la novela negra contemporánea, ha tenido regímenes autoritarios o que dificultaban enormemente la mirada crítica sobre la sociedad, traducida en obras publicadas. En los años setenta y ochenta hubo un florecimiento de la novela negra muy vinculada a testimoniar la Transición. Entrados ya en la calma chicha de los noventa, se perdió esa necesidad y se dejó morir el género. Eso lo puso absolutamente patas arriba un señor sueco que se murió con 50 años y con sus tres libros inéditos, y cuando los tradujeron al español consiguió vender no sé si seis millones de ejemplares. Un fenómeno tan arrollador en el panorama español provocó prácticamente una revolución entre los editores. Y todos se pusieron a buscar muestras de ese género que dos años antes casi todos despreciaban editorialmente. En eso estamos ahora. Espero que pase este momento febril y entremos pronto en una fase de normalización.
P. ¿También es un instrumento de análisis social quizá porque faltan otros?
Ningún cuerpo policial lleva tanto tiempo resolviendo crímenes como la Guardia Civil
R. Quizá porque otros que tienen su capacidad y muchas ventajas, porque son más inmediatos, tienen una desventaja a la hora de ver lo que subyace detrás de una historia criminal. El género negro tiene muchas capas que, por ejemplo, un periódico no tiene.
P. Le ha dado la vuelta al tópico de la pareja de investigadores y la ha llevado a un cuerpo militar, algo poco común en el género.
R. Llegué aquí porque hace 17 años me entró el afán de decir: me gusta la novela policiaca y hay que hacer más novela española autóctona. Se me ocurrió un crimen y no tenía ni investigadores. Y pensando quién lo resolvería, de repente me dije: si hay un asesinato en una cala de Mallorca [donde transcurre la trama de El lejano país de los estanques], los primeros que se plantan son los guardias. La Guardia Civil lleva 160 años investigando crímenes en España. No hay ningún cuerpo policial que lleve tanto tiempo investigando y resolviendo crímenes y, sin embargo, nunca habían salido en la literatura. Y además es terreno virgen; nadie me está disputando este territorio, pues me lo quedo.
P. ¿Qué le gustaría que investigarán ahora Bevilacqua y Chamorro?
R. Casi no lo puedo decir, porque será la próxima novela. Tiene que ver también con la corrupción, pero con otra. Me interesa mucho saber cómo un país que ha estado tantos años esperando tener un régimen democrático y de libertades, un Estado de derecho, cuando lo ha tenido ha confiado una y otra vez en personas que lo han traicionado, que lo han utilizado como la gamuza de sus intereses personales. Me parece uno de los peores fracasos colectivos. Me llaman la atención esos itinerarios de quienes en algún momento creyeron de buena fe en la lucha por la democracia, la justicia, el Estado de derecho, y tras unos años hicieron unas amistades peligrosas y acabaron convirtiéndose en enemigos del pueblo, como diría Ibsen. Quiero hacer alguna trama criminal que tenga que ver con eso. No quiero; la tengo en la cabeza perfectamente dibujada.
P. ¿Ha planificado ya el final de la serie?
R. No. Entre otras cosas por algo que me suena como una boutade cuando lo digo, aunque tiene su lado trágico. Ningún español de mi edad, Bevilacqua es un poco mayor y Chamorro algo más joven, puede estar ahora mismo seguro de que llegará conocer el estado denominado jubilación. Cuando preveo mi futuro no cuento con una pensión, sinceramente, y desde hace muchos años. Antes pensaba que a los 58 les echaran, pero un guardia civil puede estar ahora activo hasta los 65. No sé cuándo va acabar su historia y no lo quiero saber. Cuando empecé la serie hablaba en un país opulento y encantado de haberse conocido. No podía sospechar que solo tres novelas más tarde iba a hablar de un país postrado, deprimido y que es el hazmerreír del continente. Y tampoco puedo ni quiero saber lo que Bevilacqua y Chamorro pueden hacer dentro de 10 o 15 años. Lo descubriré.
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