Tiendas con historia en zona ‘fashion’
Establecimientos del inicio y mediados del siglo pasado subsisten en el paseo de Picasso entre un enjambre de restaurantes, bares y comercios de moda
Casi se han convertido en unas raras avis en medio de un enjambre de restaurantes, bares y comercios estilosos en los Porxos de Fontseré y en pleno barrio de la Ribera. Al lado de un hotel recién abierto en el paseo de Picasso, está el almacén de Jaime Renobell. Fue fundado en 1945 por el padre del actual propietario cuando el Born era el mercado central de Barcelona. Desde su puerta veía como cada madrugada los mozos hacían unas auténticas montañas de melones y sandías que desaparecían a lo largo del día. Son unas imágenes que han quedado registradas muchas veces en las fotografías de Xavier Miserachs. Renobell vendía entonces frutos secos y legumbres, principalmente, como muchos de los otros almacenes que durante décadas ocuparon los bajos de los Porxos de Fontseré. Eran el complemento del Born. La versión antigua —y mucho más bonita— de los supermercados que ahora se instalan cuando se reforma uno de los mercados municipales.
“Al cerrar el Born muchos se trasladaron a Mercabarna para montar los almacenes. Quedamos unos ocho. Pero poco a poco fueron cerrando”, explica Jaume Renobell, hijo, que asumió la dirección del almacén en la década de los setenta cuando decidió que la medicina no era lo suyo. Al caer las compras de los mayoristas —“la fidelidad duró poco porque pasar por aquí después de ir a Mercabarna costaba”, reconoce— el almacén pasó una mala época. Como, en general, todo el entorno del Born. “Decidí especializarme en las chuches y golosinas al por mayor, además de seguir con las legumbres”, añade. Así consiguió capear el temporal de la crisis de los ochenta. “Era una época muy dura en todos los sentidos”, recuerda este comerciante en medio de sacos de legumbres, de una variedad sinfín de harinas y un arcoíris de colores de los sacos de especias. Dura en lo económico y en lo social porque ese paseo de Ciutat Vella, como otros, cayó en la marginalidad.
A finales de los ochenta, el Ayuntamiento de Barcelona decidió recuperar los Porxos de Fontseré. En realidad, acabarlos porque el arquitecto que los diseñó, Josep Fontseré, el mismo que dibujó el parque de la Ciutadella, no concluyó la idea original de un paseo de Picasso completamente porchado. Por eso, había edificios bajos —francamente feos— en medio de los arcos. El encargo municipal inicial a una empresa privada que debía expropiar y construir pisos nuevos y comercios, acabó fatal con su suspensión de pagos y el abandono de la obra tras concluir tan solo uno de los nuevos edificios. Renobell fue uno de los expropiados y tuvo que mudarse del número 30 al 34, que es en el que está ahora.
En 2000 el Ayuntamiento rescató la concesión y en una década promotores privados han levantado pisos nuevos y un hotel. “Llegaron a abrir bares y restaurantes confiados en el tirón del nuevo Born, pero claro… ha tardado tanto que algunos han cerrado”, continúa este testigo de la transformación de la zona. Justo al mediodía, cuando baja la persiana Renobell, que hace horario partido, se empiezan a llenar las terrazas de los modernos restaurantes. Profesionales del diseño —una de las actividades de la Ribera— y muchos turistas con bolsas de comercios, nada de mochileros. “Ha sido un cambio notable”, reconoce el tendero de un almacén que ha experimentado una tercera etapa.
Al cerrar el mercado del Born, muchos almacenes se fueron a Mercabarna
A partir de 2000 con la llegada masiva de la inmigración, las legumbres y la especialización de harinas —tienen 15 clases diferentes— les renovó la vida y sirven a muchos restaurantes de Ciutat Vella y otros barrios de Barcelona. Eso y la demanda creciente de todo lo relacionado con la alimentación integral y biológica. Lejos de cerrar, han crecido y ahora son 11 trabajadores. Bata verde y atención personalizada. “Esto no es un súper; si hemos subsistido tanto tiempo es porque conocemos bien el oficio”, asegura con orgullo Renobell.
No es el único almacén de la década de 1940 que ha subsistido. Muy cerca, justo frente al Born, trabaja a pleno rendimiento La Ribera, un comercio —más bien mayorista— de bacalao y conservas. “Cuando abrió, en 1941, se llamaba la Comercial Salazonera y la fundaron 13 socios. El gremio del bacalao estaba en uno de los pisos de la finca”, comenta Aleix Clavera, nieto del fundador del almacén de la plaza Comercial.
Los que se quedaron, a partir de 2000 crecieron al servir a los nuevos locales
En las paredes de la tienda —que conserva el cubículo de la caja— las fotos en blanco y negro reflejan los primeros tiempos, los de las sardinas y los arenques en cajas. “Hasta los setenta fue más bien un colmado tradicional de venta de bacalao y conservas”, explica Clavera. También con el cierre del Born decidieron trasladar el grueso del almacén a Mercabarna y desde la tienda empezaron a especializarse en la distribución para la hostelería, sobre todo para todos los establecimientos del entorno, la Barceloneta y el Port Olímpic. Como en Renobell, el trajín en La Ribera es constante, con la particularidad de que siguen cortando el bacalao a la antigua usanza, con una especie de guadaña que da cierto respeto.
Volviendo al paseo de Picasso, pero más cerca del de Lluís Companys, los Porxos de Fontseré esconden el comercio más veterano: la Comercial de Guarnicionería. Fue fundada en 1910 y nutría de todo tipo elementos que necesitaba la principal fuerza de tiro de entonces: los caballos. Pieles, todo tipo de remaches, hebillas, mosquetones, cierres, argollas, correajes están perfectamente clasificados en cajones y estanterías de madera. Son las originales. “Hemos intentando preservar el mobiliario y el almacenaje de la época”, explica Francesca, una de las cuatro mujeres que llevan un establecimiento que ahora se ha especializado en marroquinería y en suministro de materiales para tapiceros y guarnicioneros.
En el gran establecimiento cada vez venden más remaches, cierres y correas e incluso retales de pieles para la confección de bolsos: “Se nota la crisis y tenemos muchas clientas que confeccionan bolsos a pequeña escala para salir adelante. Es un producto artesano que vuelve a tener salida”, explica una de las dependientas. La antigüedad del escaparate y del letrero de la puerta obliga a pararse y mirar.
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