Los presupuestos no engañan
Los Presupuestos Generales del Estado suponen un revés para los valencianos, y agravarán los efectos de la crisis económica en la Comunidad Valenciana
Los Presupuestos Generales del Estado suponen un revés para los valencianos, y agravarán los efectos de la crisis económica en la Comunidad Valenciana. Las cifras publicadas por la prensa dejan la inversión al mismo nivel de los años en que gobernaba José María Aznar. Es una vuelta atrás considerable. Lo exiguo de la partida asignada al Corredor Mediterráneo revela que, hoy por hoy, no existe una voluntad real de desarrollar el proyecto. Claro que esto ya lo sabíamos, una vez que Ana Pastor no aportó un solo dato en su comparecencia ante el Parlamento.
A la vista de los hechos, no parece que Isabel Bonig —que con tanta alegría saludó las palabras de la ministra— tenga muchos motivos para felicitarse. ¿Escucharemos ahora unas explicaciones? Por lo demás, la reducción del presupuesto nos sitúa en desventaja frente a otras regiones a la hora de superar la crisis, al contar con una menor inversión.
Los Presupuestos colocan a Alberto Fabra en una posición difícil, y muestran cuales son las consecuencias de su falta de política. Es evidente que la disciplina frente a Madrid no ha dado ningún resultado, sino todo lo contrario.
La situación valenciana actual no es sólo consecuencia de la crisis económica, sino el resultado de unas determinadas formas de gobernar
Mientras gobernaron los socialistas, era fácil para el Consell descargar cualquier responsabilidad sobre el Gobierno central. Todo eran ganancias. Con Mariano Rajoy en la Moncloa, esa línea de defensa resulta insostenible y habrá que buscar otras. Tal como están las cosas, la empresa no es fácil y exige aguzar el ingenio.
En los próximos días, aumentará el funambulismo verbal a propósito de la situación. De momento, a José Manuel Vela le parece que Madrid ha realizado un ejercicio de responsabilidad con los Presupuestos, pero elude explicarnos por qué lo han de soportar las fatigadas espaldas de los valencianos.
Si ponerse a las órdenes de Madrid no le ha reportado ningún resultado a Alberto Fabra es porque la obediencia no es en sí misma una política. La falta de una política con ambiciones se ha convertido en un problema para Fabra, y le ha llevado a un estado de extrema debilidad.
La situación actual de la Comunidad Valenciana no es sólo consecuencia de la crisis económica, sino el resultado de unas determinadas formas de gobernar. Nuestro estado es más grave que el de otras comunidades no sólo por el importe de nuestra deuda, sino porque nuestros gobernantes abandonaron todo aquello que hoy nos podría ayudar a salir de la crisis.
La primera tarea que debería haber emprendido el Gobierno valenciano es la de reparar esos destrozos. Nuestra tragedia es comprobar que no se produce un solo esfuerzo coherente en esa dirección.
Cuando, en el debate sobre el estado de la Comunidad Valenciana, la única propuesta relevante Fabra es reducir el número de diputados, muestra su falta de ideas. Revela también que actúa con mala intención al proponer unas medidas que sabe ineficaces y resultan populistas.
¿Esa es la solución que presenta un presidente de gobierno? No es el ahorro de un millón de euros lo que sacará a la Comunidad Valenciana de la crisis, ni es ninguna solución para regenerar la política.
Si se trata de ahorrar dinero, Fabra tiene en su mano reducir mañana mismo el número de asesores y altos cargos. ¿Qué espera para hacerlo? Lo que nos inquieta de sus palabras es advertir que el presidente de los valencianos está más atento a las necesidades de su partido que a las de los ciudadanos. Ese es el problema.
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