Urkullu garantiza “rigor y austeridad” si gobierna
El líder del PNV promete defender la educación y la sanidad
Solo en tiempos de una grave crisis económica como la que azota Euskadi se entiende que “rigor económico y austeridad en el gasto” sean las ofertas de un candidato a lehendakari. Esas fueron las dos grandes promesas que durante la presentación de su proyecto ante la sociedad realizó ayer, en el Palacio Euskalduna de Bilbao, el aspirante y presidente del PNV, Iñigo Urkullu. “Vivimos tiempos difíciles. Es momento de priorizar, de discernir entre lo superfluo y lo necesario. De blindar nuestra economía para que las deudas no nos arrastren a la insolvencia”, argumentó.
Arropado por la plana mayor de un partido que se enfrentará el próximo 21 de octubre a su obsesión desde hace más de tres años, Urkullu no dudó en referirse a este último período como un “tiempo perdido” para Euskadi, aunque no quiso centrarse en una crítica al Gobierno socialista de Patxi López que juzgó “muy sencilla”. Al contrario, reivindicó acuerdos amplios, entre partidos e instituciones, de cara a la legislatura entrante. Lo hizo desde un discurso apegado a las propuestas concretas y a pie de calle que reclama el ciudadano frente a la crisis, lejos de las proclamas identitarias que guiaron la campaña de anteriores elecciones autonómicas.
Presentación en sociedad
El candidato del PNV a lehendakari, Iñigo Urkullu, se rodeó ayer de una importante representación de la sociedad vasca en lo que supuso la presentación pública de las líneas generales de su proyecto. Cerca de 600 personas conformaron, en el Palacio Euskalduna de Bilbao, un ilustre auditorio en el que destacaron numerosas personalidades de campos como la economía, el deporte y la cultura.
Respaldaron al líder nacionalista, entre otros, el presidente de Kutxabank, Mario Fernández, la secretaria de la patronal vasca, Nuria López de Gereñu, y el máximo representante de la vizcaína, José María Vázquez Eguzkiza. También asistieron el presidente de Euskaltzaindia, Andrés Urrutia, y su homólogo del Bilbao Basket, Predrag Savovic.
“Lo prometo” fue la expresión a la que más recurrió el candidato del PNV durante su intervención para insuflar confianza, consciente quizá del crédito perdido por la política. Recurrió a ella para desmentir un programa oculto de recortes sociales y para garantizar la defensa de servicios esenciales como la sanidad o la educación. También para asegurar el cumplimiento de las 607 iniciativas y de los 171 compromisos recogidos en un proyecto nacionalista en el que, según presumió, han colaborado más de 3.500 personas.
Con la experiencia de la gestión peneuvista por bandera, Urkullu se presentó como estandarte para sacar a Euskadi, “una vez más”, de la crisis. Propuso para ello austeridad en el gasto corriente y se comprometió a realizar una auditoría, “no para vivir en el reproche”, sino para conocer la situación real de las cuentas del Gobierno. También planteó revisar los contratos firmados en los últimos meses y reducir la estructura de la Administración vasca, desde los propios departamentos y las sociedades públicas, hasta los gastos más protocolarios.
Más autogobierno y el logro de una paz definitiva completan el eje del programa
El otro eje lo situó en torno al empleo, con iniciativas de apoyo a las pymes, la internacionalización y los jóvenes. También con la garantía de elevar la inversión en innovación hasta el 3% del Producto Interior Bruto (PIB) de Euskadi, sin descartar un “compromiso con las entidades financieras” para reflotar, mediante el crédito, la política industrial y el pequeño comercio. El líder nacionalista esbozó un nuevo tiempo marcado por el incentivo de la actividad económica frente al aumento de la deuda derivado del creciente gasto corriente.
Centrada la mira en el plano económico, consciente de la relevancia que tendrá en los comicios, Urkullu dedicó su epílogo a perfilar Euskadi como una “nación europea” y, en ese camino, reivindicó como primer paso “más autogobierno”. También anheló una paz definitiva que desvinculó del olvido y sustentó en tres compromisos: la deslegitimación de la violencia, la solidaridad con las víctimas y una educación basada en los derechos humanos para lograr una “convivencia democrática”.
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