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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desesperada Esperanza

A Esperanza Aguirre se le van notando los años. Ya se sabe que el botox, la silicona y el bisturí hacen como que los ocultan aunque en la mayoría de las ocasiones crean pequeños monstruos, como clonados, que envuelven los años y generan un aspecto que te hacen creer más en los maniquís de cartón piedra que en los seres humanos. Más que nada porque los maniquís están muy bien hechos, son muy bellos y aunque también están hechos en serie parecen como más amigables. Pero hay un peso de los años que no se cura en clínica alguna: es el que se genera en el carácter, en el pensamiento, en la actitud. No, no significa que ser viejo implique necesariamente ser cascarrabias, intransigente, individualista, quejica o pejiguero. Hay muchos viejos y viejas que lo son, pero hay viejos y viejas que son todo lo contrario.

Pero a Esperanza Aguirre se le van notando los años. En su caso, sin embargo, me asalta una duda: si con los años se ha ido convirtiendo en lo que vulgarmente se llama una tocapelotas o, en realidad, está asomando ahora la Esperanza joven, de aquellos tiempos, que lleva dentro y que por avatares del destino tuvo que reprimir a su pesar. ¿Será la ola de intransigencia que nos invade o una cortina de humo que ciegue nuestros ojos ante la que está cayendo con el PP en el poder?

Como Esperanza (la exministra de Cultura, ¡toma ya!) me ciega, voy a dejarme engañar por su ilusionismo patriótico, por ese espíritu carpetovetónico y cañí que le acompaña, nunca mejor representado que con aquellos calcetinitos blancos, y le voy a manifestar alguna cosa, por si lo tiene a bien atender. Pide usted, exministra de Cultura, que se suspenda la final de la Copa del Rey por las previsibles protestas nacionalistas, es decir por los pitidos a la monarquía. Ahora entiendo a quienes me decían que no era Florentino Pérez quien se negaba a ceder el Santiago Bernabéu, sino usted, que no quería ver paseando por Madrid a una recua de nacionalistas vascos y catalanes en su idea carpetovetónica de que todo vasco y todo catalán es nacionalista. Y por lo tanto, que el resto de ciudadanos de su piel de toro son españoles. Así acabo de descubrir que Antonio Basagoiti, por vasco y del Athletic, es nacionalista y tiene cerrado el acceso a la capital del reino. Sabía de su gusto por cerrar bocas y silenciar voces, pero nunca pensé que llegaría a tanto. No sé si se ha dado cuenta de que su propuesta implica la expulsión de facto del Barcelona y el Athletic de la competición, habiendo sido por cierto los dos equipos que más veces la han ganado. ¿Para qué iban a jugar la Copa, culés y leones, si no podrían jugar la final? Si esa no es su pretensión, acaba de decirle al Rey o al Príncipe que no pueden acudir a su final porque su presencia implica protestas nacionalistas. Si, señora ex ministra de Cultura, se le van notando los años, pero a usted para mal.

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