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Columna
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Dar la cara o tener cara

Mariano Rajoy es incapaz de explicar al país qué demonios está pasando y cómo piensa afrontar la crisis

La cobardía política produce un desamparo profundo en la ciudadanía. Cuando vienen mal dadas, los políticos deben colocarse en primera línea y dar la cara.

Todo lo contrario de lo que hace el presidente Mariano Rajoy, incapaz de explicar al país qué demonios está pasando y cómo piensa afrontar la crisis.

Encerrado en la Moncloa, sin apenas pisar el Parlamento, Rajoy se esconde detrás de un puñado de ministros cortafuegos: De Guindos, Montoro, Báñez, o de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Son ellos lo que se ocupan de transmitir las malas noticias al país, muchas veces de manera contradictoria.

Porque este es el momento de las malas noticias. Un tiempo que descubre a los políticos que dan la cara y a los que la ocultan. O peor aún, a los que le echan mucha cara.

Hemos podido comprobarlo tras la aprobación por el Gobierno de la Junta de Andalucía del plan económico y financiero para cumplir con el objetivo del déficit marcado por el Gobierno central.

Un plan que contempla drásticas medidas que afectan a buena parte de la ciudadanía. En resumen, un plan que recorta salarios a los empleados públicos y sube impuestos a quienes más tienen, a cambio de que no haya ni despidos, ni privatizaciones. Tampoco habrá, como temían algunos, deterioro en la calidad de la sanidad y la enseñanza pública. El cruce de declaraciones sobre si habría o no aumento de la ratio (número de alumnos por aula), entre dirigentes de los dos partidos del Gobierno, se ha revelado innecesario. Por cierto: ¿no sabían lo que se estaba cociendo en la Consejería de Hacienda?

El Gobierno Griñán ha sido fiel a su promesa: cumplir con el déficit, recortar los dichosos 2.696 millones (que se han quedado en 2.500), pero no tocar educación y sanidad. La ratio seguirá donde estaba: en 25 alumnos por clase.

¿Cómo se ha obrado el milagro? Básicamente, a costa de los funcionarios (otra vez), de la inversión, que se congela, y de los que más tienen, a los que se les suben los impuestos.

Los empleados públicos vuelven a ver mermado su salario. Las opciones eran claras: o se imitaba el modelo Cospedal, que dejará en la calle a más de 15.000 trabajadores públicos de Castilla La Mancha, o se aplicaba una especie del llamado modelo alemán: reducción parcial del salario (15%) y reducción de la jornada laboral (en el caso de los interinos).

De esta forma, el Gobierno de izquierdas andaluz ensaya una vía distinta de afrontar la crisis. Muy diferente a la catalana, por poner el último ejemplo. Ese mismo martes, Artur Mas presentaba su plan de recortes, que incluye despidos, privatizaciones y más hachazos a educación y sanidad. Después de haber cerrado plantas de hospitales.

Los dos modelos están sobre el tapete. Ayer, el vicepresidente andaluz Diego Valderas calificaba de “dolorosas” las medidas adoptadas. En especial, la que afecta a los empleados públicos.

Eso es lo que toca ahora: dar la cara y explicar a la ciudadanía el por ué de cada una de las decisiones tomadas. Como hizo el martes la consejera Carmen Martínez Aguayo o como hacían ayer el presidente Griñán y el vicepresidente Valderas, en la televisión y la radio públicas, respectivamente.

Este es el momento de defender con valentía el camino elegido. “He procurado siempre dar la cara en los momentos complicados”, dijo el martes el presidente de la Generalitat. Y aunque uno esté en absoluto desacuerdo con las medidas que Mas está tomando, son mucho más honestas que las de otros dirigentes que, al contrario, le echan mucha cara a la crisis.

Como Javier Arenas, que reprocha al presidente Griñán hacer “un recortazo” de 2.500 millones, cuando su jefe Rajoy acaba de dar uno de 27.000 millones, mas una propina de 10.000 en educación y sanidad. ¡Eso sí que es cara, y de cemento!

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