Venturi, Eurovegas y el modelo Barcelona
Hace 15 años había un modelo de ciudad claro, hoy hacemos un modelo del pasado y símbolos
En su libro de 1972, Aprendiendo de Las Vegas, Robert Venturi y Denise Scott-Brown sugieren que las relaciones espaciales se crean a través de símbolos y que estos otorgan significado y ordenan el entorno urbano. Símbolos tan dispares como una cruz católica o el rótulo publicitario de la Ballena Alegre deben ser entendidos como formas de comunicación y persuasión arquitectural, una unión de estilos y signos que evidencian cualidades específicas de un espacio. En el caso de Las Vegas, por ejemplo, la velocidad y la inmensidad.
Piensen en Las Vegas. Los turistas recorren reproducciones exactas, brillantes, saturadas, superpuestas, excesivamente perfectas de los mitos perdidos de una cultura de otrora, de faraones a góndolas, pasando por la torre Eiffel. El pasado parece hacerse más real que el presente y así, en estos lugares en los cuales nunca se ha vivido, los turistas parecen transitar como fantasmas universales de una cultura de imágenes aisladas o, como mínimo, de difícil inclusión.
Si bien dibujado con pinceladas algo excesivas, este es el principal riesgo de la mera reproducción de la simbología del pasado; de la reproducción de los iconos históricos sin descubrir o crear un sentido actual. Es necesario pensar e incorporar un argumento tanto teórico como práctico en la construcción de nuestros espacios si es que queremos que ellos sean plenamente habitables.
Es en este contexto en el que debemos intentar entender el proyecto de Eurovegas. En su reciente reunión con el magnate Sheldon Adelson, el presidente Mas le comentó que, en caso de decantarse por Cataluña, este proyecto debería tener cierto arraigo en el territorio. El magnate de los casinos se lo tomó al pie de la letra. Hace unos pocos días, el representante de Adelson presentó una primera idea: recuperar el proyecto del rascacielos que Gaudí diseñó para Nueva York y utilizarlo como edificio para albergar el complejo antes mencionado.
Las autoridades deberán tomar pronto una decisión sobre este proyecto y sobre hasta qué punto están dispuestos a modificar ordenanzas urbanísticas para satisfacer a Adelson. Esta situación evoca inevitablemente una reflexión: ¿a qué modelo de ciudad y política urbanística pertenece la propuesta?
Los vicios de la propuesta son los mismos que Barcelona como ciudad y Cataluña como idea están empezando a sufrir. En pleno siglo XXI, esta propuesta de recuperación de un proyecto gaudiniano contribuiría a lo que se conoce como la “ciudad estereotipo”, la cual niega la personalidad y las problemáticas del presente.
Existen dos maneras básicas de analizar un proyecto de este tipo. Por un lado, recuperar un proyecto de Gaudí para hacer algo “arraigado al territorio” demuestra que a falta de ser conscientes, explorar nuestra realidad y tener voluntad de vanguardia, nos decantaríamos por la mera reproducción de la simbología del pasado; y, como ya mencionamos, la reproducción de los iconos históricos no tiene sentido sin argumentación.
Gaudí apareció con el auge de la burguesía textil, y los símbolos impregnados en su arquitectura nos refieren a los elementos clave de su tierra y de su tiempo; entre otras, al catolicismo y las formas naturales del territorio. Por otro lado, el posmodernismo entiende que la arquitectura no tiene por qué estar anclada a un contexto determinado: hay arquitecturas que se construyen a partir de sus propias reglas autónomas y movilizan la descontextualización como valor propio. Si la propuesta fuera una descontextualización de la obra de Gaudí por algún motivo especial y actual, llevar el proyecto de rascacielos desde Nueva York a Cataluña podría tener sentido. Sin embargo, la propuesta busca cierto arraigo a una idea pasada y estereotípica del territorio, lo que significaría recuperar una racionalización de lo que sucedía en Cataluña a principios de siglo.
Si se promoviera este edificio, no sería la primera vez que Barcelona saca brillo al pasado en los últimos años. Si bien hace 15 años había un modelo de ciudad clara y un liderazgo con objetivos, hoy parece que nos estamos perdiendo en la inercia y atrofiando el modelo, haciendo del pasado y sus símbolos un modelo para el presente, usando los clichés para construir la ciudad actual.
Es esta forma de pensar la que ha hecho de la ciudad de los Juegos Olímpicos, la revitalización y el diseño, la ciudad de los grandes eventos y los arquitectos estrella; de la renovación de barrios populares, la ciudad de la gentrificación y el higienismo. Son estos razonamientos los que pueden convertir la apuesta por el turismo de calidad en un turismo de casino y contra el turismo de las clases populares.
En los próximos meses, y dependiendo de las exigencias que la ciudad de Barcelona imponga al casino de Adelson en caso de ganar la partida con Madrid, los responsables urbanísticos decidirán si su modelo de ciudad se fundamenta en la ornamentación, los estereotipos, la inercia y el ego, o en la búsqueda de las dinámicas, ideas y racionalizaciones urbanísticas y arquitectónicas del presente.
Pau Suris es estudiante en la Universidad de Columbia, Nueva York.
Luis Enrique Urtubey de Césaris es estudiante de doctorado en la Escuela Brasileña de Administración Pública y de Empresas de la Fundación Getúlio Vargas, Río de Janeiro, Brasil.
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