¿Crisis o estafa?
El Gobierno parece desear que los primeros en desaparecer de las universidades públicas sean los jóvenes con menores ingresos
La nueva moneda española no se llama euro, se llama café. La cosa empezó con el secretario de Administraciones Públicas que ridiculizó a toda la función pública como una panda de desalmados dedicados a tomar cafelito y leer el periódico. Ahora, con las medidas de copago sanitario, el portavoz del PP en la comisión de sanidad, afirma que el coste de esta medida es el equivalente a cuatro o cinco cafés al mes. Los pensionistas pueden perfectamente privarse de ellos y contribuir a pagar el gasto farmacéutico. Me informan de que las grandes empresas inmobiliarias han reorientado su inversión hacia el sector sociosanitario y es que, por lo visto, detrás de estas tazas de café hay mucho negocio a la espera de abrir sus puertas.
En la Universidad, el café será completamente erradicado, porque los 500 euros de aumento en las tasas universitarias supondrán un verdadero hachazo no solo a las bebidas estimulantes, sino a las posibilidades de entrar en la enseñanza superior para miles de jóvenes españoles. El Gobierno parece desear que los primeros en desaparecer de las universidades públicas sean los jóvenes con menores ingresos porque, lejos de prever un sistema compensatorio para estas subidas, han dado un recorte espectacular a las becas. Ni pobres, ni clases medias castigadas serán bien recibidas en la Universidad española. Mientras, en la estrategia soterrada de presentar como despilfarro lo que no lo es y como privilegio lo que es una riqueza para el país, abominan de nuestro sistema universitario y consideran que la existencia de 71 Universidades (50 de ellas públicas) es una prueba de derroche. Nos engañan inmisericordemente, porque en el espacio europeo hay 3.300 universidades, en Norteamérica más de 4.400 y, por ejemplo en Alemania, existen 349 Universidades distribuidas por todos los länder, o sea, cinco veces más que en España.
Como su modelo económico es de salarios exiguos y baja cualificación, han emprendido una batalla ideológica contra los estudios universitarios, la utilidad de las titulaciones, su profesorado y su capacidad de investigación. En vez de mejorar el sistema universitario, utilizar mejor los recursos y primar la I+D, la han emprendido a mandobles contra la propia formación universitaria. El ministro se permite insinuar que en la Universidad la investigación es un fraude y la mayor parte de los estudios inútiles. La disminución del presupuesto de investigación, cercano al 26%, es de tal magnitud que alguien escribía en twitter: "con estos presupuestos, en España la próxima vez que veas a alguien con una bata blanca, será un churrero". El más mínimo sentido común nos indica que la salida al túnel de la crisis será más factible si mimamos nuestra ciencia, la formación de nuestros jóvenes y la creación de nuevos talentos. De hecho la aportación de nuestra ciencia en la balanza comercial, es mayor a la de bienes y servicios.
El rector de la Universidad de Sevilla, Antonio Ramírez de Arellano, ha hecho una declaración al más puro estilo de Larra. "España es el único país civilizado donde desde el Ministerio de Educación se habla mal de la Educación y parece que se disfruta con ello", ha dicho con pesar.
En la comisión de expertos que debatirán el futuro del sistema universitario, el Ministerio no ha incluido ni un solo representante de las Universidades andaluzas. El café de las autonomías no gusta al Gobierno central, a no ser que proceda de Valencia o de Madrid, donde se aprestan a acabar con el sistema universitario público e imponer frente al democrático café el selecto té de las cinco.
Las universidades no son fábricas de parados, sino de ciencia y saber. El paro en los jóvenes no titulados es tres veces mayor que entre los universitarios. Las universidades no son un costo sino una inversión en el futuro. En los últimos 30 años, se ha amortiguado el clasismo y miles de jóvenes con pocos recursos económicos han desarrollado su talento en sus aulas. Ahora todo está en cuestión por una crisis que, cada vez más, es una simple y pura estafa.
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