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Columna
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¿Reformas? No, regresiones

Sorprende que la izquierda se deje arrebatar la idea de reforma, que está pasando a significar simple reaccionarismo

Enric Company

Las mejoras legales y materiales en las condiciones de trabajo desde los albores de la industrialización, cuando la jornada laboral era de 12 horas o más, los niños trabajaban desde pequeños en las fábricas y en el campo, los asalariados no tenían derecho a crear sindicatos y los patronos echaban a la calle a quien querían y cuando querían, recibieron el nombre de reformas, reformas sociales. Su implantación a lo largo del siglo XX se ha producido en paralelo con el debate, a veces incluso violento, entre los propios trabajadores, sus partidos, sus sindicatos y sus intelectuales en torno a la alternativa reforma-revolución.

La vía de la reforma social se asentó en el oeste de Europa como la única viable después de la II Guerra Mundial y su fruto ha sido el extraordinario desarrollo del Estado de bienestar. Una de las características de la actual involución social en Europa es que los partidos y Gobiernos que la llevan a cabo llaman también reformas a lo que, en realidad, son regresiones, un desandar lo andado, retornos a las condiciones legales y materiales que las políticas reformistas aplicadas durante más de medio siglo han dejado atrás. Eso que Mariano Rajoy y Artur Mas califican de reformas son, simplemente, contrarreformas.

La palabra contrarreforma tiene también su historia. La Reforma protestante, que tanto cambió la sociedad europea en el siglo XVI, bien pudiera ser calificada como una revolución. No solo porque forzó la renovación de los parámetros religiosos en una época en que política y religión estaban superpuestas, sino porque se asentó a través de guerras terribles. Su consolidación en buena parte de Europa provocó que la Iglesia católica emprendiera luego la Contrarreforma, que, esa sí, perseguía mantener vivo el poder de Roma y del Papa que la Reforma protestante había sacudido. De ahí que contrarreforma sea ahora un concepto particularmente adecuado para calificar las políticas de la derecha conservadora. Lo que esta persigue no son reformas en el sentido de mejora de las condiciones de vida y de trabajo, sino la aplicación de la agenda neoliberal mediante la regresión a las condiciones anteriores al Estado de bienestar; es decir, a la eliminación de los límites a la codicia del capital.

Lo que Mariano Rajoy y Artur Mas dicen cuando dicen reforma laboral significa regresión laboral, eliminación de derechos de los asalariados

Lo que tenemos ahora es la corrupción, el vaciamiento, del concepto de reforma social tal como se ha conocido durante el siglo XX y la sustitución de su significado por el contrario. Lo que Mariano Rajoy y Artur Mas dicen cuando dicen reforma laboral significa regresión laboral, eliminación de derechos de los asalariados. Reforma financiera significa en realidad concentración financiera en manos de unos pocos bancos y liquidación total del sistema de cajas de ahorros, esa anomalía sin accionistas. En su boca, reforma educativa quiere decir mayor control ideológico y económico de la Iglesia católica sobre la enseñanza. Reforma de la Ley del Aborto quiere decir, cuando habla el ministro Alberto Ruiz-Gallardón, la recuperación del reaccionarismo clerical que niega a la mujer la capacidad de decidir por sí misma. Reforma de la sanidad pública significa que, ahora que se ha convertido en una industria de gran tamaño, se transforme en un complejo empresarial con capitalistas en busca de plusvalías. Cuando claman por la reforma de las pensiones, hablan en realidad de reducir su cuantía o endurecer las condiciones de acceso, o las dos cosas a la vez. Cuando Artur Mas reforma la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, lo que hace es retornar TV-3 y Catalunya Ràdio al control directo del Gobierno, como en los tiempos de Jordi Pujol.

Todo lo que dicen reformar en realidad lo contrarreforman. Por esta razón sorprende que la izquierda se haya dejado arrebatar la palabra. Cuando, pese a votar contra ellas en los Parlamentos, también la izquierda denomina reformas a estas regresiones, está renunciando a definir de verdad lo que son. Si son regresiones, ¿a qué viene llamarlas reformas? Por qué hacerlo si, en sentido estricto, en verdad, no son otra cosa que retrocesos en los derechos sociales, pura y simple aplicación de la agenda ideológica y económica neoliberal, puro y simple retorno del reaccionarismo que siempre se opuso al progreso social: regresiones.

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