Un centro cívico llamado Barcino
La ampliación del Pati Llimona saca a la luz 17 metros de la muralla romana y las termas del siglo I El edificio de Ciutat Vella permite hacer un recorrido por la historia de veinte siglos
“Al derrumbarse al comienzo de 1862 las dos bellísimas torres que por muchos siglos existieron junto al arco de San Cristóbal, bajada de Regomir, se descubrió con admiración de todos, empotrada en las gruesas piedras, un trozo de fachada, de aspecto romano, compuesto de dos arcos o aberturas redondas, con pilastras estriadas de tosco capitel corintio en medio y una amplia cornisa, en la que se veía una cabeza de adorno de león o de hombre, grosero”. Josep Puiggari escribió, a finales del siglo XIX, la admiración que causó descubrir un fragmento de muralla romana, hasta ese momento oculta. Siglo y medio después, ha ocurrido lo mismo con los 17 metros de muralla del siglo IV que ha sacado a la luz la reforma y ampliación de centro cívico del Pati Llimona, en Ciutat Vella (5,5 millones de euros). Además, en el lienzo recuperado se encuentra una de las 76 torres que llevaron a Barcino a ser conocida como la “ciudad coronada”. Se trata de una de las defensas circulares que protegían la puerta de mar, el acceso principal a Barcino.
El centro cívico también ha incorporado parte de las termas portuarias que se construyeron extramuros a finales del siglo I. En concreto la piscina del frigidarium, donde las mujeres romanas —se han encontrado una gran cantidad de agujas para el cabello— se bañaban en agua salada fría. Los restos serán usados por los cientos de personas que a diario acuden a las actividades programadas, entre ellas un taller de fotografía, una ludoteca infantil y salas para informática y conferencias, situadas en lo que fueron salones de la vivienda que reformó en el siglo XIX el industrial indiano Tomàs Llimona, los cuales conservan los suelos hidráulicos y los techos con frescos.
Habitualmente los restos arqueológicos apenas superan el nivel del suelo; en cambio, la muralla recuperada tiene más de nueve metros de altura e impone verla a unos pocos centímetros desde la escalera metálica que se ha instalado para acceder a los diferentes pisos. Los metros recuperados, unidos a los 30 ya conocidos, convierten el conjunto en uno de los puntos claves para conocer la Barcelona romana.
El proyecto no ha estado exento de complicaciones. Según Roger Montoto, uno de los arquitectos, tras derribar parcialmente el edificio construido en los números 7 y 9 de la calle de Regomir, se ha levantado una estructura paralela a la muralla. “Entre los años 2005 y 2009 ajustamos el proyecto a las necesidades que marcaban los restos. Al final el edificio se aguanta de puntillas”, asegura Montoto.
La muralla, con los grandes sillares perfectamente conservados por los edificios, dejan ver el uso que se le ha dado, como un enorme agujero que dejó en la piedra el tiro de una chimenea que parece una costura o el resto de los troncos usados para construir suelos y techos.
Julia Beltrán, responsable del conjunto monumental de la plaza del Rei del Museo de Historia de Barcelona, ha coordinado la musealización del conjunto. Durante el recorrido se pueden ver ánforas encontradas procedentes de Gaza y Cartago que hablan del comercio en la ciudad en el siglo IV, así como monedas acuñadas en Francia, Croacia, Chipre, Turquía o Alemania. También se pueden ver dos fragmentos de la cornisa de piedra que Puiggari vio y dibujó en 1879: “el tosco capitel corintio” y “la cabeza de león o de hombre, grosero”, que también han superado el paso del tiempo y que ha cedido el Museo Arqueológico de Cataluña.
Hasta el 12 de mayo el centro cívico ha organizado jornadas de puertas abiertas que permitirán descubrir los 20 siglos de historia que conserva el Pati Llimona. No pasará desapercibido el casi omnipresente color verde limón que los arquitectos han utilizado en honor del último propietario de este renovado y siempre vivo edificio.
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