El ambicioso y confuso futuro de los huertos pirata
Universitarios y parados cultivan en terrenos de la CHG en la ribera del Beiro
Convertir la ribera del río Beiro, en la zona norte de la capital granadina, en un huerto de autoconsumo es la idea que llevó a la asociación de parados de Casería de Montijo en diciembre pasado a empezar a trabajar la tierra. Lo que durante años ha sido “un gran vertedero urbano”, según el presidente de la asociación, Santiago Cortés, puede ser un espacio que “se gane para el barrio”. Cansados de pedir a las administraciones terrenos que no le son concedidos, los parados de larga duración han puesto en marcha esta iniciativa en un suelo que no es de su propiedad y cuya gestión corresponde a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
Empezaron cuatro y ya son 40. “No nos va a quitar el hambre, pero sí sirve de autoconsumo en determinadas temporadas para esas 40 familias”, añade. Los once huertos son una ayuda que engloba otras funciones sociales como ocupar el tiempo libre del que dispone la mayoría de estos nuevos agricultores o autoabastecerse de determinados productos, como patatas y tomates. También buscan lograr una transformación paisajística que ponga en valor el recurso natural de la ribera del río con la implicación de los propios vecinos, en una zona especialmente deprimida de la ciudad.
La Confederación tuvo conocimiento de esta situación hace unos días. Unos técnicos municipales acudieron a la zona tras la advertencia de la asociación de vecinos de que este uso podría ocasionar “algún día una desgracia”.
Al margen de lo que se decida, lo que nació como una idea de la asociación de parados se ha transformado en un proyecto de innovación docente que cuenta con la implicación de un grupo de estudiantes de Arquitectura, Caminos y Ciencias Ambientales de la Universidad de Granada (UGR).
Los técnicos de la Confederación, gestora de los terrenos, supieron de los huertos ilegales hace unos días y están estudiando sus efectos
El colectivo Faaq, formado por un artista y dos arquitectos que realizan proyectos colaborativos relacionados con la producción social del territorio, lo coordina. Su plan de acción social, urbana y ambiental en la zona norte de Granada ha logrado 2.500 euros de la UGR que servirán, gracias a la implicación de los estudiantes y de la gente del barrio, para diseñar y construir adecuadamente los huertos, cerramientos, accesos y para mobiliario urbano. No será un parque, pero su idea es construir una zona de ocio en un enclave natural.
El pasado miércoles se celebró la primera reunión en la que los estudiantes se dividieron para trabajar en el proyecto, inspirado en otras experiencias como la que se produjo en Barcelona en el Besós y el Llobregat y que el arquitecto Pau Faus documentó en La ciudad jubilada. Allí fueron jubilados los que se apropiaron y cultivaron un terreno que no les pertenecían y es “esa disidencia espontánea y silenciosa” la que, según cuenta Faus en la investigación, demostró que “sin abanderar ninguna causa también se pueden dar lecciones de libertad”.
José Daniel Campos, arquitecto de Faaq explica que los grupos encargados de la gestión del territorio están buscando la legislación que afecta a riberas, planes especiales y otras iniciativas. También se trabaja en la cartografía y el diseño de las intervenciones en un territorio que es dominio público hidráulico.
Los futuros arquitectos e ingenieros se mezclan en este proyecto que “al ser real consigue que se involucren más”, subraya Campos, quien defiende la intervención en el territorio siempre que sea de “forma razonable”. Mientras tanto, los parados siguen con sus cultivos, pero ahora tutorizados. El resultado prevén documentarlo de forma audiovisual.
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