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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

2012: boca abajo y ¡sin manos!

El mundo navega sin otro horizonte que la expansión de la pobreza y la concentración de la riqueza

¡Albricias! Para celebrar el día de l’lome dels nassos el consejero Mas-Colell solventó in extremis el error de no pagar a los funcionarios y cobrarles los impuestos por anticipado. Además —això és un conseller!—, puso su cargo a disposición del presidente. Pero ¿qué haría Mas sin Mas? ¿Dónde encontrar otro minessoto perfectamente capaz de no cuadrar las cuentas públicas y hacer doctrina virtuosa del imprevisto? ¿Qué hay más alejado de la aburrida planificación económica que una emocionante política de líos y saltos de mata?

Tenemos la suerte —¡abran los ojos los ingratos y los anticuados!— de habitar un territorio ejemplarmente desregulado donde se abomina del patrimonio público —¿qué es lo que la Generalitat no ha puesto en venta?— y así se satura el mercado inmobiliario para que sea una bicoca comprar cualquier edificio. Un lugar donde la sanidad pública, dirigida por eficaces médiums de la sanidad privada, se devalúa hasta el punto de que, al fin, alguna empresa privada aceptará curarnos de aquello que valga la pena y sea rentable. Es notorio que la gente, poco patriota, no entiende de enfermedades ni de sufrimientos y todo, ay, lo exagera para aprovecharse.

El cuento de la lechera va en serio: crisis y pobreza son un arma política con múltiples filos.

De esta forma, en el año que empieza mañana, Cataluña será un lugar muy preparado para crecer a base de bien: todos querrán comprar nuestras autóctonas baratijas. Desde el suelo a la salud de los ciudadanos ¡todo a precio de saldo! Nosotros mismos somos un producto pasado de moda que se cambia por un innovador mini job. Es un extraordinario balance del año Mas que merece una recompensa de la mismísima Merkel y la admiración de Mariano Rajoy: ¡somos pioneros en ortodoxia (neoliberal, faltaría más)!

Siempre por delante, los catalanes experimentamos en plena carne las ventajas del decrecimiento —entendido a la manera de los mercados y agencias de rating— y anticipamos el glorioso día en que, tras haber perdido casi todo, volvamos a crecer. Está claro: antes de crecer hay que decrecer, antes de ir a más hay que ir a menos. Cualquier cumbre será más alta si antes se baja a los infiernos. ¡Alegrémonos! ¡Las escuelas de negocios nos observan!

Nuestros desastres son la puerta del cielo: ¿ser pobres no impulsa ese esfuerzo ímprobo de volver a ser ricos? ¿No es eso lo que se pretende con este invento, digno del profesor Franz de Copenhague, al que se ha dado en llamar pacto fiscal? ¿No es la política del no puedo pagar ni a los funcionarios la vía más clamorosa para que los impuestos de los catalanes se queden, al fin, en Cataluña? ¿No va a conmover la pobreza catalana al omnipotente poder central de don Mariano? ¿Será la pobreza, la vía más rápida a la independencia, una vez que Mas&Mas hayan obtenido la devolución de nuestros impuestos? El cuento de la lechera va en serio: crisis y pobreza son un arma política con múltiples filos. ¿Imaginan una multitud de catalanes gritando España nos roba y pidiendo el favor de Angela Merkel?

Lamentablemente, las bromas de los Santos Inocentes quedaron atrás. El presidente Mas nos lo recuerda con frecuencia: “Todos estos sacrificios no serían necesarios sin el déficit fiscal que padece Cataluña y no es justo que los que más se sacrifican vivan peor que los que reciben nuestra ayuda”, dijo el 22 de noviembre (véase La Vanguardia). No puede decirse que no nos han avisado: en 2012 iremos boca abajo y ¡sin manos!

El año 2012 será pura broma excepto para todos aquellos que no puedan comer o estén enfermos. Vuelve la barbarie. El mundo, corroído por 250 millones diarios de tuits con sus correspondientes tonterías, con unos dirigentes deslumbrados por la cultura del dinero, navega sin otro horizonte que la expansión de la pobreza y la concentración de la riqueza, signo exclusivo de mafias, jeques árabes y profesionales del crimen. Es decir, un horizonte de muchísimos (pobres) frente a cuatro (riquísimos). Que, en este ambiente, algunos jueces intenten cazar a los tramposos y ciertos periodistas traten de explicar una realidad más incomprensible que incómoda es uno de los estímulos de este más difícil todavía. 2012 valdrá la pena: estará lleno de verdaderos héroes. Boca abajo y ¡sin manos!

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