El niño más rico del mundo es ‘youtuber’, ¿por qué deberían los padres vigilar qué dice a sus hijos?
Todo lo que hay que saber sobre el ‘unboxing infantil’
Los youtubers infantiles están en la cresta de la ola. Sus canales forman parte del contenido más popular de YouTube, y uno de los formatos más populares entre estos pequeños influencers es el unboxing. Es ese momento en el que, con cierta habilidad y emoción, los protagonistas abren juguetes nuevos y los prueban, pasándoselo en grande delante de sus seguidores, que, por cierto, también son menores. Dentro de lo que cabe, hasta ahí todo es normal, según comenta el psicólogo clínico y experto en adicciones Sergio García Soriano. “Abrir juguetes es divertido para todo niño y es un mecanismo que funciona en todas las edades porque genera curiosidad e interés. Es el momento sorpresa donde todo puede ser”, dice.
También es esperable que los niños espectadores se sientan tentados a imitar a sus youtubers y quieran jugar (y muchas veces hablar) como ellos: “Se aprende por imitación, siempre vamos a jugar a que jugamos como alguien”. Pero imitar a alguien que está al otro lado de la pantalla, y no a otro niño de carne y hueso que juega físicamente a su lado, elimina todas las bondades de la interacción y la socialización. Por esta razón, el psicólogo advierte de que los padres deben estar atentos: “Esta práctica podría ser perjudicial si hubiese un abuso de este tipo de contenidos o si el niño no estuviese supervisado por un adulto”.
Pero no solo es un asunto de exceso. También es el mensaje. El unboxing se antoja como una ‘superapología’ del consumo. “Lo que preocupa realmente es que estos ‘youtubers’ sean un modelo de conducta para otros niños, de asociar el éxito a la obtención de beneficios económicos a cambio de su privacidad e intimidad. Los pequeños que ven e imitan este modelo asimilarán la idea de ceder parcelas de su vida privada”, explica Guillemo Cánovas, director del Observatorio para la Promoción del Uso Saludable de la Tecnología EducaLike. Y eso queda para siempre.
“Es importante enseñarles desde pequeños pautas sobre la importancia de no facilitar datos personales, no contar públicamente sus inquietudes o formas de pensar, porque pueden afectarles en el futuro”, apunta Cánovas. “Además, conviene evitar que asocien el éxito al consumo o que una persona de éxito se defina como quien consigue cosas gratis, porque esto hace que se altere la cadena de valores del esfuerzo y el trabajo”, apostilla el experto. Los padres aquí son esenciales para trabajar la autoestima. “Si el niño piensa que vale en función del número de seguidores o ‘likes’, se frustrará y repecutirá negativamente sobre la visión de sí mismo”.
Charlatanes y timadores, fuera de las redes sociales
Nadie niega el talento y desparpajo con el que estos niños se desenvuelven frente a la cámara, el lenguaje cercano que utilizan y la alegría que despliegan a la hora de probar nuevos juguetes, pero no hay que obviar que estamos frente a promociones publicitarias dirigidas al público infantil. “Es la otra cara de lo que intentamos transmitir desde el punto de vista pedagógico”, señala Cánovas. “Estamos intentando que los niños no sean meros consumidores de internet sino que se conviertan en generadores de contenidos. Pero crear un canal en el que uno habla de sus gustos, habla sobre los juguetes con los que juega o vende cosas, no es un papel activo ni enriquecer internet ni crear contenidos de calidad. Es publicidad”, afirma el experto.
El niño más rico del mundo es ‘youtuber’
La revista Forbes ha incluido a Ryan Kaji como uno de los youtubers mejor pagados de 2020. Factura 29 millones de dólares (unos 24 millones de euros), y no es un emprendedor clarividente de Silicon valley ni una estrella de Hollywood. No es un magnate financiero mundial. Ryan Kaji es un niño de 9 años. En España, Las Ratitas son un ejemplo de canal infantil de éxito, seguidas por más de 22,1 millones de fans. Lo protagonizan las hermanas Claudia y Gisele, de 8 y 9 años, en cuyo historial figura un vídeo con más de 750 millones de visualizaciones. En el canal Mikel Tube, Mikel y su hermano Leo tienen casi 7 millones de seguidores, más de los que muchos youtubers adultos podrían aspirar.
Andrea Santamaría, Senior Account Manager de 2bKids, empresa especializada en contenidos infantiles, explica que “para los niños, consumidores habituales de YouTube, hacer vídeos es un hobby o una actividad más dentro de su día a día que pueden, incluso, compartir con sus padres”. La experta comenta que normalmente son los niños quienes piden en repetidas ocasiones a sus padres que les dejen hacerse un canal. Los padres producen ese contenido y se encargan de aprender a grabar, editar los vídeos, gestionar.... “YouTube no permite tener cuenta a los menores de 13 años, por lo que son siempre los padres los dueños y gestores del canal”, asegura. También son quienes luego reciben los beneficios económicos.
Saber cuánto ganan los youtubers es difícil porque no todos obtienen los mismos ingresos. Kaji, por ejemplo, cuenta con acuerdos comerciales como una línea de ropa propia, y podría firmar pronto un contrato para una serie de televisión a la que cedería su imagen. Las Ratitas, por su parte, han publicado un libro con la editorial Destino y han inspirado unas muñecas con sus rostros. Todo ello hace caja. Pero, los casos de Ryan y de las hermanas son excepcionales porque, en general, muy pocos youtubers ganan tanto dinero. Santamaría aclara que “dependerá de las reproducciones que consiga el vídeo, de los anuncios, de cuánto haya pagado el anunciante… Lo que está claro es que, a más visualizaciones en los vídeos, más ingresos”.
A qué edad está preparado un niño para quedarse solo en casa (y los padres no ser negligentes)
Hay varias vías de obtener dinero en YouTube. “La más conocida es la monetización”, detalla la experta de 2bKids. “Esto significa que pueden aparecer spots (anuncios) al principio, en medio o al final del vídeo o banners con publicidad. YouTube comparte los ingresos que recibe por parte de los anunciantes con los creadores de contenido, los dueños de los canales”, que, recordemos, son los padres del youtuber infantil.
Sin embargo, la plataforma modificó sus condiciones de uso de la red desde enero de 2020, y limitó los datos que se recogen en el contenido creado para niños, para dejar de poner anuncios personalizados en los canales infantiles. “Estos vídeos no acumularán datos de navegación, y, por lo tanto, en lugar de desplegarse anuncios adaptados al histórico de navegación solo se insertarán anuncios segmentados por edad: juguetes, apps educativas, historias, poemas, libros, etcétera”, explica en su web Rubén Bastón, director de Marketing4ecommerce. “YouTube también elimina para estos canales los comentarios, la campana de notificaciones, las historias, pestañas de comunidad, destacado de suscriptores...”, añade. Pero la publicidad (y monetización) seguirá existiendo. Bastón vaticina que estos canales irán perdiendo visibilidad y monetizarán cada vez menos, pero seguirán reportando ingresos.
¿Cuándo estamos ante publicidad encubierta?
Otra vía de ingresos es a través de acuerdos con las marcas comerciales. Para las empresas, tener presencia en YouTube es fundamental, porque es la cadena de difusión más grande para todos los grupos de edades, según un estudio de Barlovento Comunicación. De hecho, desde el comienzo de la pandemia experimentó un crecimiento del 40%, y, en el caso de los menores, que han duplicado su tiempo de exposición a las pantallas, es la red favorita en la franja de los niños de 5 a 15 años,desbancando a la televisión, según desvela un informe de Reino Unido,
Las marcas mandan juguetes de regalo a los youtubers infantiles a cambio de que los enseñen con naturalidad en sus canales; los fans se sienten seducidos por la emoción de que alguien a quien consideran cercano por edad, lenguaje y aspecto, describa un nuevo juguete con el que ellos mismos podrían estar jugando. Las marcas de juegos y juguetes aseguran, de esta manera, una llegada segura a su objetivo.
Entonces, ¿podríamos hablar de publicidad encubierta o engañosa? Paula Ortiz, directora jurídica y de relaciones institucionales de IAB Spain, lo aclara: “Si en el vídeo hay instrucciones por parte de una marca con una finalidad publicitaria, podría considerarse publicidad. Si, además, no se diferencian claramente los contenidos de entretenimiento de los anuncios, pudiendo llevar a error a los menores y hacerles creer que un contenido publicitario es un contenido de ficción, podría considerarse publicidad encubierta. También sería publicidad engañosa si no se informa sobre la finalidad publicitaria. Este aspecto resulta especialmente importante en aquellos contenidos en los que la marca que está detrás del unboxing no aparece de forma clara, pero tiene un objetivo publicitario evidente”.
Por eso, en el caso de que una marca patrocine un vídeo deberá incluir un aviso en el que se especifique que se trata de un vídeo con contenido promocional. Hay que tener en cuenta, eso sí, que no todos los vídeos de unboxing son patrocinados sino que, en ocasiones, son los propios creadores los que quieren enseñar ese juguete, que ellos mismos han comprado en una tienda. “Es por ello que no se puede prohibir la creación de estos vídeos porque estaríamos vulnerando la libertad de opinión. Lo que se puede hacer es legislar para que, en los casos que sea publicidad, se especifique y el usuario lo sepa”, dice Santamaría.
”No es tu amigo, son canales comerciales”
La decisión de YouTube de imponer nuevas restricciones tienen que ver con ley COPPA (Ley de Protección de la Privacidad Online de los Niños, por sus siglas en inglés), una normativa que existe desde 1998 pero que se ha activado solo a partir de 2020, a partir de una multa de 170 millones de dólares que tuvo que pagar Google a la justicia estadounidense por recoger información personal de los menores con fines publicitarios. Pero la Ley Coppa es estadounidense y no se aplica en España.
“Aquí es el Reglamento General de Protección de Datos el que establece la prohibición de recabar datos de un menor de 13 años sin el consentimiento del padre o tutor”, sostiene la abogada Paula Ortiz, quien recuerda que este reglamento, junto a leyes como la General de Publicidad, de Competencia Desleal, de Servicios de la Sociedad de la Información, así como los códigos de autorregulación publicitaria registrados en autocontrol y la normativa audiovisual, que se está revisando en la actualidad, las que establecen las directrices de publicidad dirigida a menores. “La Ley General de Publicidad, por ejemplo, es muy clara al respecto, estableciendo que no se debe explotar la inexperiencia o credulidad de los pequeños ni que se podrá, sin un motivo justificado, presentar a los niños en situaciones peligrosas. Otro ejemplo es que está prohibido el emplazamiento de productos en programas infantiles. Además, los códigos de autorregulación recogen cuestiones específicas relativas a determinados sectores como la alimentación infantil o la publicidad de juguetes”, especifica la experta.
Así se enseña a un niño a comer sano y sin rechistar
Ortiz asegura que “las plataformas llevan tiempo implantando medidas para la protección de los menores en estos entornos. Además, la futura normativa audiovisual, que también se aplicará a las plataformas de intercambio de vídeos, establece medidas para proteger a los menores de determinados contenidos audiovisuales”. Pero es fundamental que los padres acompañen a sus hijos en este fenómeno social. Guillermo Cánovas asegura que la principal herramienta de control es la tutorización, la supervisión y la educación de nuestros niños. “Cuando los padres están, pueden desarrollar el sentido crítico de sus hijos, un tipo de conducta que les permita valorar que hay detrás de otras conductas; ver con ellos algunos de estos vídeos y decirles que, en realidad, les están diciendo una cosa, pero en realidad lo que quieren es conseguir otra; que esos canales de YouTube tienen un objetivo comercial. No es tu ídolo ni tu amigo quien te está diciendo lo que a él le gusta sino que está vendiendo productos. Son canales comerciales”.
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