‘Corazón de siete leguas’, conmovedor relato de mujeres abusadas en la infancia
Como autobiografía ficticia, poema narrativo o novela basada en testimonios reales y escrita en verso, Katharina Winkler decanta la realidad más cruda en una historia estremecedora


“No puedo dejar de querer a papá”, confiesa la voz de este libro interesantísimo, entre otras razones, por su inclasificable naturaleza genérica. Podría ser una autobiografía ficticia, un poema narrativo, una novela basada en testimonios reales y escrita en verso. En resumen, pura poesía de la experiencia con un toque de documentación. Fue Robert Langbaum quien, estudiando la conexión entre T. S. Eliot y Shakespeare, utilizó el término de poesía de la experiencia para referirse al monólogo dramático como construcción, en verso, de voces plurales que se encarnan en el texto literario. En este libro, la literatura decanta, en una sola historia y una sola voz, las conversaciones plurales de la realidad más cruda: Katharina Winkler activa la invención poética para articular una historia de ficción basada en el relato de varias mujeres abusadas en la infancia. El resultado estremece.
Leemos con una creciente opresión que, desde el comienzo de la obra, nos coloca en el centro oscuro de lo inadmisible. En un lugar hacia el que no queremos mirar y cuya existencia no concebimos. Lo que leemos no puede estar sucediendo y nos preguntamos si seremos capaces de pasar otra página, atravesar otro umbral, como si el descubrimiento nos fuera haciendo un poco responsables de lo que allí ocurre. Lo siniestro debajo de la alfombra de nuestra cultura. La complicidad de las madres que aman a sus hijas violadas. La condición literaria de Winkler, más allá de todo oportunismo, se sitúa sobre la línea de una exigencia poética que renueva los códigos del cuento de hadas —Pulgarcito y sus botas de siete leguas, Rapunzel, los unicornios— sin renunciar a la seducción de la trama: las palabras sobrecogen no solo metáfora a metáfora, sino también sobre el alambre del tenso hilo narrativo. A la vez, la escritora logra que esta historia de cabezas perdidas en la escuela, autolesiones, frialdad, promiscuidad aparentemente curativa, alcoholismo, todo lo que se repite en la vida real de las mujeres víctimas del abuso infantil adquiera una dimensión conmovedora, nueva, nada “normal”, gracias a la textura de la palabra poética.
No existe la posibilidad de quedarse fuera del trauma fundacional ni de vivir en una permanente huida hacia delante en la que cada gesto de alegre autoafirmación es impostura
“No puedo dejar de querer a papá” es una frase que retumba desde el ámbito de la intimidad hacia la cultura y la política: nosotras tampoco podemos dejar de querer a Nabokov, y la alargadísima sombra de los padres culturales nos daña, pero también nos proporciona un lenguaje al que es imposible renunciar. El cuerpo físico y el cuerpo textual están colonizados por el padre y, en esa posición, placer y regocijo se complican. No existe la posibilidad de quedarse fuera del trauma fundacional ni de vivir en una permanente huida hacia delante en la que cada gesto de alegre autoafirmación es impostura: “Estoy sana./ Soy fuerte y equilibrada./ Doy largos paseos,/ hago yoga y pilates./ Me infundo ánimo. (…) Soy vital y constructiva”. Nos preguntamos cuántas mujeres aparentemente “normales” rehabilitan su fachada para superar un trauma como el de la voz de Corazón de siete leguas. Reconocernos en este autorretrato nos lleva a interrogarnos sobre el origen de esta necesidad de salud que quizá presupone la convicción respecto a una enfermedad provocada en el cuerpo de las mujeres a causa de violencias espantosas, pero también de ácidas violencias “pequeñitas” que se suceden un día tras otro.
La propuesta del libro no es desesperada. “Si salen las palabras, saldrá el sol”. La palabra denuncia y la denuncia constituye una forma de sanación social. También el reconocimiento de la culpa por parte de los perpetradores. Sin embargo, nada de esto sería pertinente si Katharina Winkler no hubiera modulado perfectamente el tono, si no hubiese escrito “Mi padre me recolectó antes de tiempo”. Katharina Winkler ha encontrado las palabras. Ahora, no nos queda más remedio que enfrentarnos a una belleza poética que duele. Tenemos que mirar.

Corazón de siete leguas
Traducción de Richard Gross
Periférica, 2025
256 páginas. 20 euros
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