Ensayo sobre políticos irresponsables y artistas insoportables
El nuevo libro de Carlos Granés analiza una dinámica que ha eclosionado en los últimos años: políticos se comportan como transgresores, artistas sometidos al moralismo


Buena parte de la obra del excelente ensayista que es Carlos Granés gira en torno a los vínculos de la cultura y la política. Para Granés, el arte y la literatura son territorios de exploración, instinto, aventura; la política debería ser un espacio de racionalidad, reforma y prudencia. Un terreno es ilimitado; el otro, si no se acota, conduce a la frustración y el desastre. En ensayos como Delirio americano, Carlos Granés ha contado cómo el espíritu del romanticismo y la vanguardia se adueñó de los sueños y la práctica política en América Latina. En sus reflexiones sobre el mundo contemporáneo analiza un movimiento inverso que ha eclosionado en los últimos años: los políticos se comportan como macarras transgresores, mientras que los artistas parecen sometidos al moralismo.
Para Granés, el arte debería ser divertido y la política aburrida. Pero, tras la crisis de 2008, se premia la iconoclastia en los políticos y se exige la virtud en los artistas: tenemos políticos irresponsables y arte plasta. Esta paradoja, expuesta con pericia narrativa, erudición, humor y capacidad persuasiva, es la que estudia Granés en la primera parte de El rugido de nuestro tiempo, que desarrolla y profundiza trabajos publicados en medios como ABC, El País y (disclaimer: soy responsable de la edición española de la revista) Letras Libres.
En la segunda parte, compone un mosaico de líderes del mundo hispano (sobre todo americanos, con significativos cameos peninsulares) y de la vocación “creadora” de dirigentes inflamados de literatura como Petro o cargados de autoritarismo como Bukele. Analiza figuras como Milei o AMLO, y también la agitada política chilena de estos años. Figuras de orientaciones ideológicas opuestas proclaman encarnar la voz del pueblo, atacan las instituciones que limitan su poder y adoptan técnicas comunicativas pirotécnicas. Pocos pueden trazar esta panorámica con el conocimiento de los antecedentes intelectuales del fenómeno que tiene Granés.
La tercera parte ofrece un análisis original del paso del multilateralismo al mundo multipolar, que defiende el aislacionismo y la ley del más fuerte. Granés explica la importancia que el concepto de la soledad ha tenido en obras de Paz y García Márquez y analiza las versiones actuales. Explica el fracaso del decolonialismo: en vez de liberar de los estereotipos y combatir la desigualdad y la opresión, ha reforzado los tópicos, proyectando una mirada provinciana, narcisista y “orientalista”. Otra forma de soledad es la que promueven aquellos que pretenden que América Latina pertenece a una civilización distinta, la hispánica, y que el gran enemigo es el mundo “sajón” (una forma de englobar la democracia liberal, el Estado de derecho, el pluralismo, el comercio). Una versión es izquierdista y la otra es de derechas, y las dos son falsificaciones.
El desorden actual hace que algunos de quienes más defienden la fantasía panhispánica (que toma elementos del pensamiento reaccionario español y de Perón, pero también de Alexander Dugin) se dobleguen ante Trump, el presidente más antihispano que ha tenido Estados Unidos en más de un siglo. Para Granés el lugar de América Latina es Occidente; España es importante porque, con sus defectos, es un país cercano que ha logrado construir una democracia liberal e integrarse en una unión supranacional. Ahora el centro del sistema, Estados Unidos, ha dejado de creer en la democracia liberal y el orden que le beneficiaba. Como bien sabe Granés, no es la primera vez que voces surgidas de la periferia son las que mejor articulan la defensa de los valores más universales y admirables de Occidente.

El rugido de nuestro tiempo. Batallas culturales, trifulcas políticas
Taurus
208 páginas, 18,90 euros
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