Un 20% libre de hielo
La fórmula del inglés se ha extendido a partir de la publicidad de algunos alimentos ‘gluten free’, ‘fat free’ o ‘sugar free’
La pretensión de Donald Trump de agregar Groenlandia a Estados Unidos ha hecho que aparezca publicado que esa isla es la más grande del mundo, pero que apenas tiene “un 20% libre de hielo”. Quizás alguien haya interpretado que esta expresión delata un texto traído del inglés… con descuidada traducción.
La fórmula “libre de” se ha extendido a partir de la publicidad de algunos alimentos, que tradujo literalmente expresiones como gluten free, fat free o sugar free (“libre de gluten”, “libre de grasas”, “libre de azúcar”), copiadas luego para otros ámbitos en locuciones como “espacio libre de humos” (smoke free) o ya creadas directamente en nuestra lengua, como “día libre de coches” o “el centro urbano, libre de contaminación”.
Todo eso se puede decir en español de menos rodeada manera: “alimento sin gluten”, “galletas sin azúcar”, “jornada sin coches”… del mismo modo que hablamos de “cerveza sin alcohol”.
Por tanto, nos expresaríamos con mayor naturalidad al decir “Groenlandia sólo tiene sin hielo un 20% de su territorio”; o que un 20% de la superficie de la isla no está cubierto por el hielo, o que carece de él en ese porcentaje.
Esto no significa que la locución “libre de” sea rara en español, pese a que casi siempre se pueda sustituir por “sin”; pero más comúnmente se usa con el propósito de expresar que alguien ha quedado eximido o apeado de algo negativo, por ejemplo de una obligación o una acusación: “libre de culpa”, “libre de preocupaciones”, “libre de impuestos”; todo lo cual nos suele ocurrir después de haber estado expuestos a ello. Es decir, cuando nos libramos de un peligro o de un acecho previamente existentes: alguien queda libre de cargos después de haberlos padecido. Del mismo modo, el 20% de Groenlandia podría haber quedado libre de hielo si antes lo hubiera tenido sobre sí.
En cambio, para la concepción cristiana nadie puede estar “libre de pecado”, ni tirar la primera piedra. Todos somos pecadores. Si nos confesamos, quedamos libres de la pena que eso lleve asociada, tras pagar una penitencia, pero no del pecado mismo, que continúa en nosotros para que sigamos siendo tenidos por pecadores. Los pecados se perdonan pero no se borran, al menos a efectos retóricos. Tan pecadores somos, que cuando nacemos, sin haber hecho nada todavía, llevamos en nuestro ser el pecado original. Excepto la Virgen, “sin pecado concebida” (o sea, concebida libre de pecado, que se diría ahora).
Ahora bien, el que tantas veces se elija la locución “libre de” donde bastaría un sencillo “sin” adquiere una interpretación adicional. Porque viene a desmentir que los anglicismos léxicos o sintácticos se prefieran por su mayor brevedad frente a la opción en español. No, se prefieren porque nos suenan modernos y prestigiosos.
Por otro lado, ahorrar unas milésimas de segundo al pronunciar un anglicismo no sirve de mucho: ¿A qué destinaremos ese tiempo ahorrado? ¿A irnos al cine? Lo que sí late siempre de fondo es el ya conocido complejo de inferioridad que tantas veces nos atenaza a los hispanos frente a la cultura y la influencia anglosajonas.
Por eso las expresiones anglicadas como “libre de gluten” o “libre de coches” progresan entre nosotros. Estamos a un paso de pedir “una cerveza libre de” en vez de “una cerveza sin”. O de decirle al camarero: “Póngame un whisky libre de hielo, como el 20% de Groenlandia”.
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