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Servando Rocha: “Alguien ha llegado a decir de mí que lidero una especie de culto”

El último ensayo del autor, ‘De fuego cercada. Geografía secreta de Madrid’, se introduce en las calles de la capital para rescatar algunas de sus historias ocultas

Servando Rocha.
Servando Rocha.ALIANZA EDITORIAL

Servando Rocha (Santa Cruz de la Palma, 1974), es editor y director de La Felguera, además de autor de varios ensayos. El último, De fuego cercada. Geografía secreta de Madrid (Alianza), se introduce en las calles de la capital para rescatar algunas de sus historias ocultas.

De fuego cercada no es su primera incursión profesional ni en la psicogeografía ni en la ciudad de Madrid. ¿Qué tienen ambos temas que le atraen especialmente? Toda mi obra es un intento por impugnar la desmemoria, hacer visible lo invisible. Trabajo como un detective, porque nada desaparece completamente. Dicho de otro modo: pretendo hacer que los muertos del pasado se paseen por el presente de los vivos.

¿Qué libro le convirtió en lector? Es difícil saberlo exactamente. Quizás Moby Dick, de Herman Melville. Pero antes, cuando era niño y adolescente, me encantaba la colección de Elige tu propia aventura, Stephen King, las antologías de cuentos de terror.

¿Y en escritor? Soy fundamentalmente ensayista, pero cuando estoy trabajando en un libro leo ficción para exigirme, no conformarme, ser transversal: Aldecoa, Faulkner, Conrad, McCarthy. Quiero que el ensayo se lea como un libro de aventuras. Rastros de Carmín, de Greil Marcus, o el universo de William Blake me volaron la cabeza.

¿Qué libro ajeno le habría gustado escribir? Hace meses devoré un libro del que sentí una terrible envidia: Corrientes subterráneas, de Kirsty Bell. Maravilloso. Siendo más ambicioso: El árbol, de John Fowles, el libro que más veces he regalado.

¿Y editar? A Alana Portero. Ella sabe por qué.

¿Qué aprende un editor escribiendo? ¿Y viceversa? A dar lo mejor de sí mismo, ser muy crítico, reivindicar eso tan poco de moda como es el esfuerzo y combatir la terrible cultura de la inmediatez. Somos parte de un proceso ancestral que empezó delante de una hoguera. Leer y escribir son, esencialmente, actos clandestinos.

¿Cuál es la mejor crítica que ha recibido? La Razón, hace muy poco, dijo de mí que era un “antisistema y un anarquista”. Vaya elogio viniendo de ellos.

¿Y la más extravagante? Alguien ha llegado a decir de mí que lidero una especie de culto y que hago pactos con el diablo o vete tú a saber.

¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? El ruido de una época, de Ariana Harwicz.

¿El que tiene abierto ahora mismo en la mesilla de noche? Los millones, de Santiago Lorenzo. ¡Ah! Y antologías de Pessoa y Yeats.

¿Qué película ha visto más veces? Grupo Salvaje, de Sam Peckinpah.

¿La que le recuerda a su infancia? Cazafantasmas, Regreso al futuro, La Historia Interminable, Los Goonies.

¿La última serie que vio del tirón? The Curse, de Nathan Fielder. Deliciosamente jodida.

Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Centro de gravedad, de Franco Battiato. También Soy una bomba, de Vómito.

¿Cuál suena en bucle en su cabeza? Ahora mismo Song of the Lake, lo nuevo de Nick Cave.

¿En qué museo se quedaría a vivir? En la Wellcome Collection de Londres.

¿Qué suceso histórico admira más? Los años de la república de Weimar y la resistencia contra los golpistas durante nuestra Guerra Civil.

¿Qué encargo no aceptaría jamás? Amo los desafíos y contradecirme, pero nunca haría algo en lo que no reconociera mi voz, que sintiese que me traiciono.

¿Qué está socialmente sobrevalorado? La conectividad de las redes sociales, los likes, grandes premios literarios, la juventud, las fajas de muchos libros.

¿A quién le daría el próximo premio Cervantes? A María Sánchez.

De no ser escritor y editor le habría gustado ser... Espía.


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