‘Pensión Lobo’, de Ramón Lobo: gran reportaje sobre la propia muerte
El libro póstumo del periodista aporta valiosas lecciones para disfrutar la vida y aprender a morir
Los lectores de EL PAÍS disfrutaron durante muchos años de los grandes reportajes de Ramón Lobo, uno de sus más emblemáticos corresponsales de guerra en las décadas de 1990 y 2000. Ahora tienen la oportunidad de leer su último gran reportaje, y con su estilo de siempre —profundo, riguroso, honesto, apasionado, irónico y eligiendo con mimo cada una de las palabras— a pesar de que fue escrito en condiciones mucho más complicadas que en cualquiera de las muchas guerras que cubrió: tras ser diagnosticado, sucesivamente y sin tiempo para reponerse, de tres enfermedades simultáneas gravísimas —un aneurisma en la aorta y dos cánceres— que casi con total seguridad iban a acabar con su vida más pronto que tarde. Y así fue: falleció a los 68 años el 2 de agosto de 2023, justo después de poner el punto final a este libro, que sabía póstumo.
A pesar del mazazo sobre el deterioro de su salud, y sin perder ni un ápice de su contagiosa vitalidad, Lobo encaró su último gran reportaje con la misma curiosidad periodística de siempre, redirigida esta vez hacia él mismo: investigó sobre su propia vida —último repaso a la búsqueda de sentido—, siguiendo los cabos que habían quedado sueltos en el magnífico ensayo autobiográfico Todos náufragos (Ediciones B, 2015), sobre el tratamiento médico y las enfermedades, sobre los misterios del tramo final del viaje hacia la muerte y hasta sobre la muerte misma, aceptada con resignación atea y una serenidad al alcance únicamente de personas tan excepcionales como Lobo, quien en su larga y fructífera carrera periodística jamás aceptó desviarse ni un milímetro de su afán por buscar la verdad: obviamente, tampoco en su último gran reportaje.
Lobo se inspiró en parte en su admirado Christopher Hitchens, que escribió Mortalidad (edición española en Debate, 2012) con sus reflexiones íntimas tras ser diagnosticado del cáncer que también acabaría con su vida. Pero a diferencia del escritor británico, sí logró acabar el libro en el último suspiro tras una frenética carrera contra el tiempo, que se aceleró en el último mes tras la constatación de que el final se acercaba, y gracias a la ayuda de María, a la que nombró referente principal de su “familia elegida”, y a íntimos que involucró en el proyecto.
El resultado final es mucho más que un libro acabado con prisas —Lobo decía con sarcasmo que se enfrentaba por fin a un auténtico deadline, la fecha de entrega en el argot periodístico, que juega con la palabra muerte, en inglés— o con propósito terapéutico. Pese a que la catarata de malas noticias fueron cambiando el objetivo y la estructura del libro varias veces, se trata de un texto coherente, bien escrito y con hondura, que reflexiona sobre el sentido mismo de la vida sin tabúes y, por tanto, coloca la muerte como parte misma de la vida, por mucho que normalmente hagamos como si no fuera con nosotros.
En este viaje existencial, que se desencadena en realidad a partir del fallecimiento de su madre, Maud, apenas medio año antes del “instante normal” que le situó de súbito en el “País de los enfermos” definido por Hitchens, Lobo se nos presenta exactamente tal cual fue y nos regala, con la generosidad que siempre le caracterizó, no solamente sus valiosas reflexiones, aderezadas siempre con sabiduría, humor negro y joie de vivre, sino también la banda sonora, la biblioteca y la filmoteca de su propia vida: un regalo póstumo a sus innumerables amigos y lectores para que no se anden con rodeos y se centren en disfrutar de la vida, también preparándose para la muerte, valga la redundancia.
Pensión Lobo
Península, 2024
240 páginas, 19,90 euros
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