‘Algún día seré recuerdo’, visiones de un sabio generoso
Los artículos, prólogos, conferencias y otros textos de Marcos Giralt Torrente recopilados en este volumen revelan a un autor escorado y lúcido, brillante y educado
En el breve texto autobiográfico que da título a esta recopilación, Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) da una clave de su actitud ante el mundo: la “falta de agallas”. “Mi afán por la invisibilidad, reconvertido en excesiva prudencia”, escribe, “ha sido en algunos casos ventajoso”. Gracias a esta “cobardía” habría conseguido sustraerse de algunos despistes vitales, adicciones y envanecimientos. Y uno está tentado de pensar que esta cualidad moral (la debilidad manifiesta) puede entrañar una forma superior de vivir la literatura: echarse un poco al lado mientras otros se pavonean, no perder el hilo de las obsesiones propias, e incluso alcanzar una empatía con aquellos que erran el tiro. No se me ocurre mejor clave del lugar que ocupa Giralt Torrente: algo escorado y lúcido, brillante y educado.
Algún día seré recuerdo reúne artículos de prensa, prólogos, conferencias y textos de diversa procedencia. Despliega, con hábil ritmo, un recorrido temático que comienza con algunos retratos familiares, continúa con reflexiones sobre arte y literatura, y se cierra con un regreso a la familia, el crecimiento del hijo en un mundo que se le antoja al autor “peor que aquel en que nací”. Pero si algo sorprende de este libro construido con elementos dispares es su profunda coherencia. Años de escritura han conformado esta personalísima visión del mundo y esta suma de obsesiones.
Si bien no hay texto malo en Algún día seré recuerdo, sus cualidades brillan con más fuerza en aquellos de mayor recorrido. Como en el hermosísimo ‘Una mujer admirable’, dedicado a su tía Carmen Giralt, actriz ocasional de películas míticas de los ochenta y también, en cierto sentido, artista de su propia vida: el inestable equilibrio entre un desclasamiento “hacia abajo” y una paradójica libertad.
En Giralt Torrente hay una predilección por estos desvíos, también en los magníficos textos dedicados a la literatura: una defensa del error afortunado. Por ejemplo, de los “elocuentes defectos” de los grandes escritores, aquellos que no afean su obra sino que incluso propician el acierto imprevisto. En Tolstói o Dickens, en Doderer o Bioy Casares… O en el abuelo del autor, Gonzalo Torrente Ballester, y su novela “falangista” Javier Mariño.
Qué nos lleva a ser escritores. En un extremo, el legado; en el otro, la vocación. Y entre medias, una forma de vivir para la literatura
En cuanto a los textos dedicados a la pintura, bien traten del empleo del collage en Kurt Schwitters o de los interiores de Matisse, puede verse cómo todos orbitan en torno a la figura del padre del autor, el pintor Juan Giralt, al que dedica también un brillante texto, ‘Pintar rehaciendo’. Quizá porque en la relación con el padre se evidencia una forma de entender la creación, también literaria. En primer lugar, un “complejo de Telémaco”, según la expresión de Massimo Recalcati: frente a la necesidad de matar al padre, propia del complejo de Edipo, aquí se trataría de “restaurar la autoridad paterna”. Una actitud extrapolable a nuestra manera de asumir una tradición viva y compleja en un tiempo de “devaluación de la profesión literaria”. En segundo lugar, por la formulación de una pregunta: qué nos lleva a ser escritores. En un extremo, el legado; en el otro, la vocación. Y entre medias, una forma de vivir para la literatura.
Quienes han leído a Giralt Torrente saben que estos temas ocupan un lugar central en sus obras, como en la pionera novela autobiográfica Tiempo de vida (2010), dedicada a la relación con su padre. Pero nada en este libro suena a leído antes. Cambia en él la perspectiva: aquí escriben el crítico y el perfecto biógrafo, el sabio generoso que despliega y contagia sus saberes. Un libro excepcional.
Algún día seré recuerdo
Anagrama, 2023
288 páginas. 18,90 euros
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