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‘La noche del profesor Andersen’, novela blanca heterosexual busca lector

Dag Solstad, uno de los autores noruegos más importantes de su generación, aborda los problemas de conciencia de un profesor en un buen libro situado al margen de la diversidad

Dag Solstad
El escritor noruego Dag Solstad, en abril de 2018.Basso CANNARSA (Opale / AGE FOTOSTOCK)
Patricio Pron

“He sido testigo de un asesinato, tengo que denunciarlo”, se dice el profesor Andersen; es Nochebuena y acaba de ver cómo, al otro lado de la calle, en una de las pocas ventanas iluminadas en el edificio de viviendas frente a su domicilio, un hombre joven asesinaba a una mujer. Es Oslo, el profesor Andersen tiene 55 años y es catedrático de Literatura Noruega en una prestigiosa universidad; esa noche “sentía paz en su interior”, pero el asesinato lo trastocó todo: desde ese momento, ese “todo” —una cena con amigos, una excursión a Trondheim, sus diálogos con un colega de allí, el encuentro casual con dos estudiantes, una comida en el restaurante japonés de su barrio, una conversación sólo aparentemente circunstancial con su vecino de mesa— va a estar presidido por el hecho del que fue testigo y por preguntas importantes en torno a él. ¿Quién es el asesino? ¿Y la víctima? ¿Realmente presenció Andersen un asesinato? ¿Cuán confiable es su recuerdo de lo que vio? Y, en especial, ¿por qué no denunció el crimen? ¿Por qué “se acercó al teléfono, pero no levantó el auricular”? ¿Quién es Pål Andersen y por qué su pasividad ante el hecho sólo le resulta ligeramente extraña?

Dag Solstad nació en Sandefjord en 1941 y es unánimemente reconocido como uno de los escritores noruegos más importantes de su generación; sólo los extraordinarios Kjell Askildsen (1929-2021) y Kjartan Fløgstad (1944) se le aproximan en importancia, pero Solstad es más innovador y más político: su tema es la identidad, a la que el autor de Pudor y dignidad —que era su única novela publicada en español hasta el momento, también en traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo y editada por Lengua de Trapo en 2007— expone a una mirada explícitamente marxista. Andersen, escribe Solstad, es uno de esos “estudiantes radicales” de los sesenta que no se convirtieron en marxistas leninistas ni en maoístas, pero “estaban en contra de la OTAN y habían dicho no a la entrada en la Comunidad Económica Europea”, que protestaban contra el apartheid sudafricano y contra las armas nucleares: una buena persona. Por entonces “era un paliducho jovenzuelo que fumaba 40 cigarrillos al día, que bebía cinco o seis pintas de cerveza en locales llenos de humo tres o cuatro veces por semana, que se despertaba con resaca al menos dos veces por semana, lo que significaba que apenas era capaz de arrastrarse hasta la universidad (…), que vivía su vida en un ambiente poco ventilado, con el cuerpo refunfuñando y flojo, e interminables cavilaciones, pero (…) se dejaba conmover, y eso significaba que tenía un futuro por delante”. Ya convertido en un respetable académico —Solstad lo llama en todas las ocasiones, irónicamente, “el profesor Andersen”, como si cualquier otra denominación fuese inapropiada para un hombre de su importancia—, sus ideas acerca de la realidad no eran todo lo sólidas que podían parecerle, y un hecho banal —un crimen, por ejemplo— podía echarlas por tierra; con ellas caen también las máscaras que Andersen se ponía cuando se enfrentaba a la incomodidad de detenerse frente a un espejo: los integrantes de su generación, “cada uno por su cuenta y también como grupo, daban muchísima importancia a parecer naturales, libres, incluso espontáneos en cualquier contexto en el que se encontraban”, pero lo que Andersen comprende tras el crimen es que, como escribió Bob Dylan, sólo los muertos son libres.

Los problemas de conciencia no son frecuentes en la literatura contemporánea, cuyos lectores, en los últimos tiempos, tienden a mostrar un interés menguante en los de personajes cuyo creador es un hombre blanco, es aparentemente heterosexual y proviene de un país rico; sobre la diversidad en la escena literaria habría mucho para decir además de la obviedad de que es muy necesaria y todos la deseamos, pero lo que importa aquí es que, al menos hasta que los aspectos más superficiales —­más de moda— de ese anhelo de leer a las minorías se hayan disipado, libros como La noche del profesor Andersen nos parecerán un anacronismo. Naturalmente, que lo sean no los invalida en absoluto: si se considera que nuestra época establece la preeminencia absoluta de la genitalidad en la determinación de la conciencia de los personajes, somos más bien nosotros quienes quedamos descalificados. “¿Estamos excluidos de una de las posibles cualidades más primitivas y esenciales, documentadas como pertenecientes a la naturaleza humana, al menos durante dos mil quinientos años?”, se pregunta Andersen, y agrega: “En ese caso, una nueva clase de ser humano está a punto de surgir, y, lo quiera o no, soy un representante de ella, y también lo son mis alumnos, y no lo saben. Mis podres alumnos, que no lo saben”. Quizás, como sospecha, la literatura “sólo sobrevive en apariencia. (…) Todo entusiasmo es simultáneo, y en nuestra época la simultaneidad es la capacidad inigualable del mercantilismo de crear entusiasmo y conmover los corazones de las masas”. Pero todavía se escriben muy buenos libros como este y tal vez por eso, la derrota, que Andersen considera “definitiva” —cómo enseñarle a sus alumnos las virtudes de Ibsen, por qué seguir leyendo Casa de muñecas, se pregunta, sin saber qué responderse—, no lo sea tanto.

Editorial: Nordica libros

La noche del profesor Andersen

Autor: Dag Solstad.


Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo.


Editorial: Nórdica, 2023.


Formato: tapa blanda (194 páginas. 19,50 euros) y e-book (9,99 euros).

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