‘Gozo’, de Azahara Alonso: crónica de la gran renuncia
Una anécdota sirve de punto de partida para este híbrido de novela y ensayo lírico: la autora y su pareja deciden vivir un año sabático en una isla de Malta, desencadenando una reflexión sobre la pasividad radical
Cada vez resulta más difícil catalogar un libro como Gozo. ¿Novela o ensayo lírico? ¿Diario reflexivo o cuaderno de viaje? ¿Es tan solo un libro de “no ficción”? Nuestra época se vuelve temerosa de la potencia ambigua de ciertos géneros literarios, en especial del ensayo, y a veces no sabe en qué lugar colocarlo. De un ensayo que tenga la capacidad de volver a los orígenes ágiles y libres de su forma literaria: que, lejos de querer convencernos de un mensaje unívoco con una prosa funcional, sea una hipótesis, una muy brillante, de lectura del mundo, una tentativa de orden. Por eso, este tipo de ensayo “original” no se avergüenza de incluir las “nimiedades autobiográficas” del autor. Es, en sí mismo, una contradicción estilística: “Escritura fija” pensando en tiempo real. ¿No lo hicieron así Montaigne, Peter Handke o Natalia Ginzburg?
Esto es Gozo, de Azahara Alonso. Un ensayo muy libre y una novela protagonizada por las ideas, un diálogo con los espacios donde transcurre la vida y con un amplio acervo de lecturas: de Georges Perec a Roland Barthes, Carmen Martín Gaite, Susan Sontag, Donna Stonecipher… Y un libro, también sea dicho, escrito en una especie de estado de exactitud. Una anécdota le sirve de punto de partida: la autora y su pareja deciden vivir un año sabático en una isla de Malta, Gozo. Ella ha obtenido una beca (cuyos ingresos menguan) y la isla es barata (apenas tiene parados). Además, la isla posee algo del encanto de los espacios de reflexión: una fotogenia de lo despoblado, del paraíso de difícil acceso donde una podría empezar a entender su vida. En Gozo los turistas pagan tan sólo el trayecto de salida de la isla, no el de entrada. También podría parecer una cárcel, pero el horizonte es infinito.
Ahora bien, ¿qué es un año sabático? ¿Qué concebimos como trabajo y qué como esclavitud consentida? La escritura de Alonso despliega su clarividencia (y un don para la equidistancia) sobre los lugares comunes que nos aprisionan: la afectividad jalonada por la jornada laboral, el concepto productivo del ocio, la búsqueda de “la autenticidad escenificada” en el turismo…
A ellos les opone una pasividad radical: “Me planteo a menudo cuánto se tarda en no hacer nada”, escribe. Y podría entenderse Gozo como un libro acerca de este subversivo “placer de no hacer nada”. Pero son muchas más las perspectivas que aborda gracias a la observación de la isla, de sus vecinos y sus historias. Cada relato encarna un vuelo reflexivo. Y ésta es una de las cualidades más evidentes: su sabiduría estructural. Así, la forma diario le permite abordar de una manera elástica su experiencia en la isla con una cierta cronología, desde su llegada hasta su marcha. Pero, a la vez, cada capítulo se transforma en una breve pieza sobre algunos temas de carácter más especulativo: la comida rápida, el “hacer cola”, la foto como poder sobre el entorno, la repetición como fundamento creativo…
El lector puede engañarse con la naturalidad del resultado: en un diario bien escrito cabe todo. Pero cada una de estas pequeñas piezas reflexivas encaja armónicamente en una visión más compleja y ambiciosa: la disonancia social de nuestro sistema productivo, la impropiedad de nuestra vida personal. “¿Cómo he podido resignarme a trabajar y no llegar a fin de mes?”, escribe Alonso.
Gozo es un prodigio de equilibrios: entre la frase memorable (nunca cursi) y una ambición reflexiva de mayor calado; entre la anécdota biográfica y la dimensión social; entre el micro de la isla y el macro de nuestro mundo. Un libro que, desde la primera frase, nos hace conscientes de su brillantez y de su importancia.
Gozo
Autora: Azahara Alonso.
Editorial: Siruela, 2023.
Formato: tapa blanda (226 páginas, 15,95 euros) y e-book (7,99 euros).
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