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‘Ciudad Victoria’, el imperio de fantasía y cardamomo de Salman Rushdie

Épica, jocosa, extravagante y desatada. Así es la nueva novela del autor angloindio, que sigue fiel al realismo mágico que singularizó su obra entre los maestros de la literatura poscolonial

Salman Rushdie, retratado por Francisco Ontañón para EL PAÍS en 1984.
Salman Rushdie, retratado por Francisco Ontañón para EL PAÍS en 1984.Francisco Ontañón

Como Ishiguro en El gigante enterrado, Rushdie se sirve en Ciudad Victoria de la ficción especulativa para iluminar la oscura ralea de nuestro mundo contemporáneo. Y como Calvino en Las ciudades invisibles, el autor de Los versos satánicos ha querido inventarse una ciudad mítica de la India tardomedieval que también bautiza con nombre de mujer y de cuya crónica febril a lo largo de los siglos se sirve para denunciar el fracaso y el infortunio al que se verán abocados sin remedio quienes pretendan perpetuar la prosperidad. Se recrea un mundo legendario en el que denunciar el veneno con el que la política pervierte la sociedad, y en el que reunir las pruebas que permiten constatar la imposibilidad de la bienaventuranza y que favorecen la refutación de la falacia del bienestar.

Ciudad Victoria relata el brumoso origen, el auge y la caída de un universo fantasioso cuya primigenia voluntad de feliz convivencia —nacida del empeño de su fundadora, Pampa Kampana, mujer a la que una diosa le ha insuflado su magia— va deteriorándose hasta ver cumplido su infausto destino.

Vista actual de Hampi, antigua capital del imperio Vijayanagara, en la India, que ha inspirado a Rushdie la novela 'Ciudad Victoria'.
Vista actual de Hampi, antigua capital del imperio Vijayanagara, en la India, que ha inspirado a Rushdie la novela 'Ciudad Victoria'.Frédéric Soltan (Corbis / Getty Images)

De acuerdo con su consabida querencia cervantina, Rushdie traza la novela valiéndose del tópico del manuscrito hallado, como la reescritura “en un lenguaje más llano” de una saga en sánscrito denominada Jayaparajaya, un poema narrativo “tan largo como el Ramayana” y escondido “en una cazuela de barro sellada con cera en el corazón del Recinto Real ahora en ruinas”.

Fiel a su querencia cervantina, el escritor afirma que su libro es un manuscrito encontrado

Su ficticio autor se convierte en instancia narrativa necesaria para el juego de la metaficción que evoca el laberinto autorial del Quijote. También es la voz que relata y elucida el juego de tronos que la novela rememora. Y es al “presente autor, que no es ni un erudito ni un poeta sino un simple cuentacuentos que ofrece esta versión para el mero entretenimiento y posible instrucción del lector de hoy, ya busque la sabiduría o le diviertan los disparates”, al que le corresponde transmitir la epopeya del reino de Bisnaga y redactar las paródicas notas en cursiva que acompañan al texto guiñándole un ojo a la filología (“Podemos suponer, y parece ser así en el manuscrito, que los versos […] de Achyuta fueron insertados después”) y lo convierten en texto sagrado que requiere una exégesis.

A la hora de cumplir con la tarea de relatar la fundación de Bisnaga e ir refiriendo sus propiedades, procede el autor de forma similar a Borges cuando en ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’, de Ficciones, describe los atributos del territorio de Uqbar y establece “que su literatura era de carácter fantástico y que sus epopeyas y sus leyendas no se referían jamás a la realidad” porque la existencia de una realidad solo sirve para desvelar la fragilidad de los mundos posibles.

También la ciudad invisible de Rushdie —como Aglaura, Moriana y las urbes imaginadas por Calvino— está hecha de memorias y de deseos, de conflictos políticos y anhelos de libertad, de épica y de magia conforme a las hechuras de la fantasía heroica.

Bisnaga, imperio de ensueño, prodigio y cardamomo, es encrucijada de civilizaciones y liza de linajes, y otro paraíso perdido, porque por obra y gracia de la condición humana está escrito que los paraísos solo puedan perderse.

El estilo es esta vez menos opulento que el de sus obras mayores, a las que no va a hacerles sombra

Verá el lector que la crónica que de ella se lleva a cabo —embebida de humor y de un carácter burlesco bajo el que puede percibirse la enseñanza de las virtudes de la literatura (“las palabras son los únicos vencedores”) y la advertencia del desengaño que vendrá— equilibra con la exuberancia de su imaginación las flaquezas de estilo de Salman Rushdie, menos opulento esta vez que el que se despliega en sus obras mayores, a las que no parece que vaya a hacerles sombra, y es posible que este estilo empalidecido sea el único indicio de flaqueza de nuestro escritor impenitente.

Rushdie jamás ha dudado de la solidez de su vocación. En Joseph Anton, las jugosas memorias de sus años de clandestinidad, cuenta que Vonnegut le preguntó si iba en serio en esto de escribir y lo previno diciéndole “llegará un día en que no tendrás un libro que escribir y, aun así, tendrás que escribir un libro”: el esplendor de Ciudad Victoria desmiente que Rushdie escriba nunca por compromiso.

La exquisita prosa a la que nos tiene acostumbrados sigue ofreciéndonos frases e imágenes tan sugestivas como los mangos maduros de Goa que perfuman el texto “como si flotara sobre mareas de tristeza” cuando “solo había dolor, el dolor que hace deseable la muerte, el bendito alivio”. Y baste con los monos multicolores y los hombres voladores y los pájaros parlantes para dar fe de los vestigios que quedan en su nueva novela de aquel realismo mágico que singularizaba la joya de la literatura poscolonial que es Hijos de la medianoche, novela fundacional y fundamental de la obra del más célebre de los autores perseguidos, mártires todos de la certeza de que el arte despierta sin remedio el recelo del poder.

Ciudad Victoria ilustra la definición de novela que ofreció Rushdie en The New Yorker allá por 1996: “Esa forma híbrida, en parte investigación social, en parte fantasía, que atraviesa los límites del conocimiento”. Épica, jocosa, extravagante y desatada, ratifica que el compromiso del autor de la magnífica Shalimar el payaso con la mejor literatura no ha perdido ni un ápice de firmeza a pesar de su atormentada vida, no permite vislumbre alguno de cansancio e impone nuevos laureles sobre la privilegiada cabeza del autor británico.

Portada de 'Ciudad Victoria', de Salman Rushdie.

Ciudad Victoria

Autor: Salman Rushdie.


Traducción: Luis Murillo Fort.


Editorial: Random House, 2023.


Formato: tapa blanda (416 páginas, 21,75 euros), e-book (10,49 euros) y audiolibro (17,09).

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