‘El fin de la novela de amor’, la verdad desoladora de Vivian Gornick
La escritora estadounidense constata sin nostalgia los límites de la experiencia amorosa a través de novelas que desvelan que ese sentimiento no tiene poderes transformadores


En la época en la que yo me crie, el mundo entero creía en el amor”, recuerda Vivian Gornick (Nueva York, 1935); “en cuestión de una generación”, sin embargo, un puñado de innovaciones —entre ellas, el divorcio, el feminismo, el psicoanálisis y las drogas— había transformado el modo en que las personas concebían los límites y las posibilidades de la experiencia amorosa. Gornick lo descubrió un día leyendo La edad del desconsuelo, de Jane Smiley, que Sexto Piso publicó en 2019; fue, dice, “la primera vez que volví la última página de una novela y me sobrevino la idea de que el amor como metáfora se había acabado”.
No es que se perdiese mucho, claro; publicado originalmente en 1997 y uno de los títulos clave en la obra de la ensayista estadounidense, El fin de la novela de amor no es un libro nostálgico: lo que Gornick explora en él es el modo en que, aún en el marco de lo que llama “una cultura impregnada hasta la médula por la convicción de que el amor tenía poderes transformadores”, algunos autores anglosajones se las arreglaron para relativizar esos poderes: George Meredith (“Sabía que es más factible que una mujer llegue al extremo de renunciar al amor que un hombre”), Clover Adams, Kate Chopin (“Había descubierto que, en el mejor de los casos, el matrimonio era un enfrentamiento de voluntades. Uno u otro de la pareja estaba constantemente sujeto a una presión, amable, sutil, amorosa, para que mudara de forma: para que se sometiera”), Henry James, Edith Wharton (“La Lily Bart de Wharton y la Isabel Archer de James son […] personajes de lo más estadounidenses: criaturas modernas, escindidas por dentro. Dicen querer una vida real, pero no sienten lo que dicen. No comprenden que para tener una vida, una debe actuar, consciente y deliberadamente”), Jean Rhys, D. H. Lawrence (“Sabía todo lo que un hombre de su momento histórico podía saber, y nos llevó más lejos de lo que habíamos estado nunca. Después de él, el mundo se hizo más grande”), Willa Cather (“En muchos matrimonios, observó, en particular en esos que de entrada fueron emparejamientos fruto de un gran amor, a veces se intuía una rabia pasmosa bajo una superficie de cordialidad, y ella sabía que era porque uno o ambos se sentían ahora muertos por dentro”), Hannah Arendt en su relación con Martin Heidegger (“Pienso que estamos demasiado cercanos en el tiempo a los acontecimientos internos de esta historia para poder juzgar su significado. Pero juzgar es una necesidad que tenemos: interpela directamente a nuestras propias angustias”), Virginia Woolf y Christina Stead, entre otros.
“El amor es necesario pero insuficiente: no puede hacer por nosotros lo que debemos hacer por nosotros mismos”
Gornick traza un arco ejemplar entre un puñado de “notables” novelas escritas a finales del siglo XIX y principios del XX cuya protagonista “ha mirado más allá y ha visto lo que le deparará el futuro” —un matrimonio que, a la manera de una farsa, sólo le dará “un desapego interior, frío y lacio”— hasta las ficciones desencantadas de John Cheever, Grace Paley y Raymond Carver, que ya han internalizado la experiencia esencial de la generación de la autora, “la horrible y total consciencia de que en realidad el amor, pese a toda la insistencia que podamos poner en los sentimientos, no nos va a resolver la papeleta”; no siempre consigue explicarse con claridad —habla de páginas que “titilan y llamean” y de que cierta prosa “es un globo ocular negro y destellante presionado contra su propio material”, por ejemplo: la habituación no debería hacernos olvidar que esto es simplemente mala literatura—, pero es inteligible y precisa al sostener acertadamente que “cuando un escritor se consagra a contar un relato basado en una experiencia que, en la práctica, se ha vuelto ritual”, la de la relación amorosa como descubrimiento y resolución, está produciendo literatura conservadora, “de mala fe”. Que, por el contrario, el amor “es necesario pero insuficiente: no puede hacer por nosotros lo que debemos hacer por nosotros mismos”, es una verdad desoladora pero necesaria, que todos aprendemos de un modo u otro, en algún momento.

El fin de la novela de amor
Autora: Vivian Gornick.
Traducción: Julia Osuna Aguilar.
Editorial: Sexto Piso, 2022.
Formato: tapa blanda (153 páginas, 18,90 euros).
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