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Juzgar un libro por su portada: los diseños que han protagonizado el mercado literario de este siglo

Blackie Books, Anagrama, Edicions del Periscopi... Reseñamos algunas de las portadas más interesantes de las diseñadas en los últimos 22 años y también apuntes sobre ideas de diseño que han marcado tendencia

JUZGAR UN LIBRO POR SU PORTADA
Diego Areso

En el diseño (y en la vida) todas las cosas se parecen si te alejas lo suficiente. Cuando sobrevolamos con la distancia del tiempo las portadas de los libros editados en lo que llevamos de siglo, resulta inevitable la sensación de que los cambios han sido mínimos, y que tanto da una portada de 2001 como una recién sacada de imprenta. De cerca, sin embargo, lo inevitable es apreciar cambios importantes.

Elegir portadas significativas de entre los miles y miles (y miles y miles) de libros que se han editado en estas décadas es un afán que lleva a la frustración: a efectos prácticos, el objeto de estudio es infinito e inabarcable, y se corre el peligro de confundir la fracción de realidad que somos capaces de observar con la realidad toda. Lo que sigue son, por tanto, algunas (la cursiva es para enfatizar) de las portadas más interesantes de las diseñadas en los últimos 22 años, y también apuntes sobre ideas de diseño que han marcado tendencia.

Portadas de la colección Paidós Asterisco y de 'Li y altres relats', de Nikos Kavadias.
Portadas de la colección Paidós Asterisco y de 'Li y altres relats', de Nikos Kavadias.PAIDÓS / CLUB EDITORIAL

Un diseño para gobernarlos a todos. En las librerías españolas, la individualidad de cada libro se integra en el diseño de cada editorial o colección. Lo particular se diluye en lo grupal.

Un ejemplo: con el cambio de siglo, la editorial Paidós lanzó una colección dedicada al ensayo bautizada Asterisco, y el diseñador Mario Eskenazi la vistió con una idea sencilla pero contundente: texto negro sobre blanco; una línea de asteriscos como único elemento gráfico, que a la vez subraya y separa título de autor. Hay ecos del frío y disciplinado diseño suizo de los años sesenta (una estructura fija de siete franjas que da coherencia a la arquitectura de la portada) y una fiesta tipográfica muy de cambio de siglo: cada título se compone en una letra diferente. El resultado es ya un clásico del grafismo.

Otro ejemplo: Club Editor adaptó en 2014 un estilo de portada original de 1955 (rastreado en los orígenes de esta editorial barcelonesa), y ese diseño de Ángel Uzkiano, a base de trapecios de color y tipografía sans serif (sin remates), es de lo más memorable y rotundo que se puede encontrar en las librerías. Como en el caso anterior, el diseño de la colección lo cubre todo, y solo el matiz cromático (cada título usa un color diferente) es un toque de individualidad.

JUZGAR UN LIBRO POR SU PORTADA
BLACKIE BOOKS

Cartoné del bueno. Blackie Books llegó en 2009 a las librerías como una sorpresa para los lectores: sus libros tenían un aspecto tan retro que resultaban modernísimos, y las cubiertas de tapa dura, sin barniz, eran agradables y cálidas. El estudio Setanta creó una identidad gráfica potente a través del tacto, una tipografía clásica (Caslon Black, elegante y llena de personalidad) y unas ilustraciones coloridas y desacomplejadas que van de los dibujos de Ricardo Cavolo para algunas novelas de Santiago Lorenzo al retrato de James Rhodes pintado por David de las Heras para Instrumental (2015).

Portadas de los libros 'Plataforma' y 'Serotonina', de Michel Houellebecq, y 'El Mundo', de Juan José Millás.
Portadas de los libros 'Plataforma' y 'Serotonina', de Michel Houellebecq, y 'El Mundo', de Juan José Millás.ANAGRAMA / PLANETA

Amarillo mayonesa. En un campo tan relativo como el diseño editorial, en el que el “me gusta” se confunde con el “funciona”, hay pocas verdades absolutas. La de que los libros de la editorial Anagrama son los más reconocibles de las librerías españolas es una de ellas. Su amarillo característico —o su gris / verdoso— y el diseño de Julio Vivas son ya patrimonio cultural.

Actualizar una imagen de marca tan consolidada requiere mucha habilidad para arreglar sin romper nada. Fijémonos en dos libros de Michel Houellebecq. De Plataforma (2002) a Serotonina (2019) han pasado casi dos décadas. Si el autor ha perdido esa lozanía de la foto, el diseño de las portadas se ha renovado de una forma sutil pero efectiva. Las bases del diseño se mantienen, pero las tipografías se han renovado por completo (sin que se note). El fondo amarillo deja de ser un marco estático para convertirse en un espacio en el que las ilustraciones (en este caso, un globo atravesado por un clavo en el momento vertiginoso en el que no ha estallado, pero estallará) se sitúan con realismo. Es un detalle de magia que la sombra del globo se inserte con naturalidad en el fondo amarillo.

El Planeta. La novela ganadora del Premio Planeta (que se entrega desde 1952) es un clásico de los regalos literarios españoles, y el diseño de las portadas ganadoras se integraba hasta 2007 en un ecosistema gráfico sobrio, propio de las colecciones de alta literatura. Con El mundo, de Juan José Millás, se produce una transición suave pero significativa: las novelas ganadoras tienen a partir de entonces un aspecto individualizado de grandes tipografías cercano a los códigos gráficos del best seller anglosajón.

Portadas de 'Oficio', 'El Covard' y '¡Me cago en Godard!'.
Portadas de 'Oficio', 'El Covard' y '¡Me cago en Godard!'.FULGENCIO PIMENTEL / ED. DEL PERISCOPI / ARPA

Independencia. Las pequeñas editoriales concentran gran parte del mejor diseño de portadas de este siglo. Desde Logroño, la editorial Fulgencio Pimentel estira al límite algunas de las reglas del género y se han arriesgado con cubiertas que ni siquiera incluyen el título de la obra o el autor. Uno de los diseños más memorables es el de las novelas de Serguéi Dovlátov (por ejemplo, Oficio, 2017): las ilustraciones de José Quintanar son sutiles, alegres y elegantes.

Edicions del Periscopi, por su parte, destaca con unas cubiertas que son a la vez solapa y contraportada: Tono Cristòfol pone toda la información a la vista en un diseño contraintuitivo que restringe el espectáculo en el resquicio de imagen que se asoma detrás del texto. El diseño de la editorial Arpa, por el contrario, brilla cuanto más limpio es. En ¡Me cago en Godard! (Pedro Vallín, 2019), la diseñadora Anna Juvé consiguió una portada memorable con un brazo, una capa y un enorme espacio en blanco: Superman, puño en alto, llamando a la revolución cinematográfica.

Portadas de 'Litio', 'El Mago de Oz' y 'Escritos revolucionarios'.
Portadas de 'Litio', 'El Mago de Oz' y 'Escritos revolucionarios'.CABALLO DE TROYA / EL PAÍS / PÚBLICO

Todo al rosa. Caballo de Troya es un sello peculiar que apuesta por editores temporales con proyectos bienales. La etapa 2019-2020 destacó gráficamente por un diseño potentísimo en rosa, con un degradado metálico que enmarcaba imágenes cotidianas fuera de contexto o, como en el caso de Litio (Malén Denis, 2020), fotomontajes llenos de intriga y poesía.

Coleccionables. Los periódicos han vendido gran parte de los libros de estas décadas. Manuel Estrada, uno de los diseñadores editoriales con más trayectoria, creó series elegantísimas para EL PAÍS; algunas, con el clásico estilo conceptual que usa en las cubiertas de Alianza Editorial y que continúa la obra de Daniel Gil. A partir de 2010, el desaparecido diario Público lanzó unos libros de bolsillo cuyas portadas destacaban por sus recursos fanzineros (fotocopias, recortes, tipografías de saldo). Escritos revolucionarios (Ernesto Che Guevara, 2010) es una cima del trabajo del diseñador Fernando Rapa Carballo: a la vez portada y juego, los lectores están llamados a completar el diseño dibujando el nombre del autor uniendo los puntos numerados.

Portadas de 'Los hombres que no amaban a las mujeres', 'Fariña' y 'Feria'.
Portadas de 'Los hombres que no amaban a las mujeres', 'Fariña' y 'Feria'.GRIJALBO / LIBROS DEL K.O. / CÍRCULO DE TIZA

Superventas. Los libros más vendidos consiguen, aunque sea por insistencia, fijarse en nuestras retinas. Los hombres que no amaban a las mujeres (Stieg Larsson; Destino, 2008) encontró en las torturadas ilustraciones de Gino Rubert una imagen reconocible y perturbadora, que resumía perfectamente el espíritu de la obra. Cincuenta sombras de Grey (E. L. James; Grijalbo, 2011) consiguió cambiar el aspecto de todo un género literario: a partir de su lanzamiento, la novela romántica apostó por el negro y dejó de lado la estética rosa tópicamente femenina.

El paquete de cocaína de Fariña (Nacho Carretero; Libros del K.O., 2015) es, por su parte, una de las cubiertas más recordadas de los últimos años. La imagen creada por Artur Galocha (un trampantojo que une letra y foto) es tan redonda que funciona también como cabecera de la serie de televisión homónima. Y, para terminar esta recopilación, Feria (Ana Iris Simón; Círculo de Tiza, 2020). El diseño de Miguel Sánchez Lindo resume el estilo gráfico de los últimos años: letras extravagantes, colores vivos y un diseño limpio y directo que se identifica perfectamente con el texto de la autora. No se puede pedir más.

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Sobre la firma

Diego Areso
Es director de Arte de EL PAÍS y coordina el diseño de revistas y suplementos. Antes trabajó en Condé Nast, Condé Nast México (donde fue director de arte de Vogue y Vanity Fair), Grupo Zeta o el diario Público. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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