Un referente del movimiento gay alemán en los cincuenta
En ‘La noche de plomo’, Hans Henny Jahnn se adentra en territorios de crecimiento y acabamiento, del amor a la muerte y del sueño a la locura
La noche de plomo es un referente para el movimiento gay alemán. Porque habla de la búsqueda de la identidad y del encuentro con un yo marcado por el Eros y sus diferencias. Este libro es un viaje, alucinado y alucinante, en el que reconocemos los imaginarios oníricos de Kafka o Melville, a los que apunta el excelente Ibon Zubiaur, pero también las raíces profundas de la filosofía y la mitología clásicas, la mística, los poetas visionarios, E. T. A. Hoffmann, Nerval, el Relato soñado de Arthur Schnitzler e incluso ese esproncediano estudiante de Salamanca que asiste a su propio entierro… Las asociaciones intertextuales se sostienen con hilos sutiles: la atmósfera de La noche de plomo, dentro de su radical singularidad, a mí me ha llevado a estos territorios. Territorios de crecimiento y acabamiento, amor y muerte, sueño, locura, constante interrogación sobre nuestro lugar en el mundo, percepciones de “repetición de la herida”.
Matthieu, el protagonista, anda a veces desnudo por la calle, otras veces lleva los bolsillos vacíos. A su lado, una presencia. “No soy de aquí”, dice. Reflexiona: “Caminamos por la calle hasta que nuestro amor se vuelve problemático”. Matthieu es un extrañísimo Odiseo que viaja hasta el fondo de la noche y articula ese periplo escatológico desde el principio hasta el fin en dos momentos simétricos: el Eros en las estancias de Elvira y Borriquillo; y el Tanatos con Anders que le acompaña a la taberna, la helada intemperie, el descenso hacia el sótano y la trampilla. La experiencia erótica y la experiencia tanática se concretan a través del tema del doble. Con Elvira y Borriquillo, el protagonista vivirá la experiencia de su cuerpo como reflejo, maquillaje, antípoda de la piel en el juego de una seducción distante y fría. Lo que no se puede tocar y provoca que el deseo se multiplique. El yo doble y la carne ajena en negativo como un hueco por el que desaparecer.
El descubrimiento del yo en el otro no es liberador, sino claustrofóbico. No ilumina, sino que es autodestructivo
Con Anders aparece la realidad representada en la falta de alimento y la herida abierta; en la proximidad de la muerte y la morada como sepulcro: el cuerpo atrapa otro cuerpo y no se puede traspasar el muro de la casa que encierra el túnel y la trampilla. El descubrimiento del yo en el otro no es liberador, sino claustrofóbico. No ilumina, sino que es autodestructivo. La metáfora de la luz alumbra la oscuridad de los personajes y de quienes los leemos subrayando la tristeza del conocimiento o del conocimiento como puerta hacia la locura. Con Anders, Matthieu descubre que su materia se escinde en edades y que una es un peso para la siguiente. Pero lo más sobresaliente de esta “inversión del nacimiento” es la forma con la que Jahnn construye sus intuiciones trágicas: el lenguaje crece en intensidad poética; podemos ver las anatomías —el cuerpo negro de Elvira, la sombra dentro de la chaqueta de Borriquito— y las habitaciones gracias a descripciones deslumbrantes que personalizan los mejores tópicos del género fantástico; el discurso cuaja en diálogos que son pas de deux entre personajes obsesionados con las oposiciones dialécticas: blanco, negro; día, noche; mentira, verdad; vestido, desnudo… “Estoy desnudo, lo cual favorece la falsificación”. Una reflexión sugerente sobre el estilo literario en un texto que merece ser interpretado con los cinco sentidos.
La noche de plomo
Autor: Hans Henny Jahnn.
Traducción: Ibon Zubiaur.
Editorial: Tres Molins, 2021.
Formato: tapa blanda (170 páginas, 16 euros).
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