Pedicura y psicología
Katja Oskamp se sitúa en un barrio del Berlín Este como una escritora reconvertida a un trabajo que le permite escuchar y relatar con humor las vidas de sus clientes
Este es un libro sobre la invisibilidad: la de mujeres de mediana edad que toman otro rumbo y saben de desapariciones socialmente impuestas y de otras deseadas como descanso; la de personas enfermas y ancianas; la de un país vencido, la RDA, cuyos habitantes “se sienten felices porque no son tratados como si fueran los perfectos idiotas de la nación”; la de quienes cuidan o desempeñan ciertos trabajos manuales; la de los pies que nos sostienen y nos permiten movernos, espejo del alma y la biografía, que desbancan al rostro. El hilo argumental es sencillo o quizá no tanto: una escritora se reconvierte en pedicura y relata sus experiencias con la clientela en un barrio de viviendas prefabricadas en Berlín Este, Marzahn. Escribo “quizá no tanto” porque Katja Oskamp no deja de ser escritora, pero con su reinvención profesional desdice los tópicos elitistas sobre quienes se dedican al oficio de escribir. Conecta, como apunta Belén Gopegui en su inteligente prólogo, con la manera de Bitterfeld, proyecto institucional de la RDA, cuyo objetivo era que trabajadores y trabajadoras accediesen a la alta cultura y construyesen su relato a través de lenguajes artísticos; a la vez, se invitaba a artistas a centros de trabajo, para que esos ambientes y esas vidas estuviesen presentes en sus obras. Se aspiraba a dinamitar las barreras entre alta y baja cultura —también las que separan oficios dignos e indignos— desde un horizonte de igualdad. Por esta razón, el papel simultáneo de pedicura y escritora no es traumático y, al escuchar, escribir, sanar pies, Oskamp cuida de su comunidad. Por su estudio pasan viejas y adolescentes inseguras, hombres moribundos, refugiadas, obreros con las uñas deformadas por las punteras metálicas de sus botas, mujeres en sillas de ruedas, gente que pierde la memoria… Los diálogos, escuetos, sobresalen por un poético sentido del humor, el de nuestras surrealistas conversaciones cotidianas: la señora Franzel afirma: “Más valen diez perros salchicha que un hombre”; detrás de los comentarios de su pedicura, la señora Blumeier remacha: “Es lo que le iba a decir”. En esta pieza, documental, el dentro —crisis de la edad y valentía para rehacerse— no puede separarse del fuera —barrio residencial, el curso de la historia— y el afán sociológico se combina con la conciencia literaria para dar lugar a profundas miniaturas colocadas en primer plano con belleza.
La estructura de Marzahn, mon amour es de una humilde eficacia: un escueto comienzo de ubicación autobiográfica y un breve final del mismo tono son el paréntesis dentro del que se encierran los retratos, solo interrumpidos por el eje de simetría de una jornada de asueto con las compañeras de trabajo de Oskamp, Tiffy y Flocke. En las estampas “multimedia” vemos, oímos e incluso sentimos el tacto de las manos que tratan pies hermosísimos, infectos, callosos, pies por los que solemos pedir perdón. Escritura y masaje se aúnan en su fisicidad —no en su complacencia, pero sí en su capacidad de alivio—, la estética adquiere una dimensión terapéutica, la autoestima crece con el esmaltado de las uñas, y la sensualidad se presenta como acto de sanación que trasciende el tabú del placer corporal en la vejez. Sin embargo, el trabajo no se somete a estilización, sino que la escritora narra acciones de un oficio especializado, la fuerza que se ejerce, el nombre de sus herramientas. La mirada de Oskamp es empática, enfoca desde distintos ángulos, pero al final se sitúa a la altura de personajes que son personas y merecen ser narradas, aunque su país ya no exista, su juventud se marchite y sus pies se llenen de ojos de gallo.
Marzahn mon amour
Autor: Katja Oskamp. Traducción de Santiago Martín Arnedo.
Editorial: Hoja de Lata, 2021.
Formato: 182 páginas. 17,90 euros.
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